22 julio, 2015

"Quince años, casi nada" en Otro Lunes

Si como canta Gardel, veinte años no son nada, quince, son casi nada. En muchos países latinoamericanos, los quince años de ellas son una estación de fiesta, las quince primaveras, la niña se hace una mujercita y lo celebran por todo lo alto, una presentación en sociedad con un baile, emocionadas palabras de los padres, regalos y la sensación, siempre, de que el tiempo se ha pasado volando y cómo ha cambiado la niña.
Este año, una editorial, más guapa que nunca, cumple quince años de andadura, un cuento que se alarga, una constancia aleccionadora, un prestigio sólido que merece la pena elogiar: Páginas de Espuma. El sueño de Juan Casamayor y Encarni Molina llega a esa ilusionante edad con más ganas que nunca de seguir. Y sí, el tiempo se ha pasado volando. Seguir leyendo aquí.

Televisión y libros

He escuchado decir que Groucho Marx decía que la televisión le parecía muy educativa: la apagaba y se ponía a leer. Y va a ser cierto, allá o aquí. En todos lados se emite basura, se ignoran los temas culturales y se eleva a la categoría de moda la falta de talento y la rebusca farandulera o post concurso de belleza. Los televidentes más jóvenes “comen cuento” en vez de leerlos y emprenden el camino hacia la estupidez.

Pensando todavía en lo del Instituto Nacional, insisto, como dije la semana pasada, en que como adultos, como muestras del “futuro” que espera a nuestros jóvenes, hemos fracasado y seguimos fracasando. Vean sino la noticias: corruptos impunes, dictadorzuelos pidiendo perdones sesgados y los “juega vivo” reídos de la cara de idiota que pone la sociedad al verles salirse con la suya. Maldita tele, "espejo nuestro nos guste o no" como sostiene Enrique Lynch.

Me di un baño de telebasura esta semana, de telebasura patria y no hace falta que dé nombres de los programas de moda, esos que comentan el faranduleo, glorifican la chabacanería y hacen creer a los incautos que todos pueden ser de la tribu que se insulta y se grita y que airea la vida privada de sus “celebritis”. Allá ellos, como dicen Les Luthiers. Eso me pasa por ver televisión y no hacer caso de la sabiduría “marxista”.

“Estás hablando como un viejo”, ya escucho, “un viejo estrecho y gris, que no evoluciona. No eres hijo de tu tiempo, tu tiempo se pasó “mai frén”, ahora la vaina es diferente…” No, no es que rasgue mis vestiduras ante semejante despliegue de sandeces, es que no me creo el discurso de las televisoras de que “al pueblo se le da lo que quiere”, que “la gente se ríe”, que tiene que desconectar de su vida tan estresada. Como se dice ahora: aterricen. Si de verdad se quiere hacer televisión de calidad la pueden hacer sin caer en simplismos idiotizantes, sin colaborar con la expansión del reino de los ciegos, donde el tuerto es siempre un rey muy malo y encima, si le dices que va desnudo, te mete una rejera, él y los ciegos de su séquito que disfrutan de esa oscuridad.

La Academia Panameña de la Lengua estrena, según comunicado, nueva directora, un ser humano extraordinario y lleno de sabiduría que se llama Margarita Vázquez. Su predecesora, Berna de Burrell, seguirá en la brecha trabajando en un acercamiento del pueblo a la lectura según la misma nota. Un trabajo que hace falta más que nunca: más lectura, más puertas al criterio. No van a tener nada fácil la tarea los Académicos. Hay que seguir en la lucha, pelear cuerpo a cuerpo con una imagen rota de las instituciones y de la cultura, la que se despliega en los medios.


Definitivamente no hay que hacer dramas por la televisión panameña. Vamos a apagarla y a ponernos a leer. Un país en el que no hay espacios para la cultura en horario de máxima audiencia o que no tiene ni la más mínima intención de programar más que deporte y “telerrealidad” tiene un índice muy elevado de inmadurez y poco apego por la democracia. Y democracia no es decir lo que a uno le venga en gana y me vale… el resto: eso es arrogancia y cinismo.

Esta semana apaguen el televisor. Vayan a la Biblioteca y saquen algunos libros, léanlos, niéguense a darles minutos de su vida a los programas basura. Ríase de usted mismo leyendo una buena novela, un poema o cuento. Y no se diga que es cosa de unos pocos la cultura, esa es la otra mentira que hay que discutir y de la que se aprovechan estos programas. Ojalá los libros se cuelen en la televisión y relacionemos democracia y cultura. Ojalá. Mientras llega ese día, el televisor apagado y el libro abierto.