22 abril, 2012

El maestro de Alejandro (Reseña).

Es sin lugar a dudas esta “El maestro de Alejandro” (Roca Editorial, 2010) una novela histórica de las más completas de las que he leído. Su autora Annabel Lyon (Canadá, 1971), combina a partes iguales, ritmo, historia bien escrita, reflexión vital y mucha cultura.
Se narra la experiencia de Aristóteles como tutor de un Alejandro joven que sería reconocido después como Alejandro Magno. Este encuentro de dos de los grandes personajes de la historia clásica es puesto en su equilibrio preciso para que los lectores nos adentremos a un intercambio de saberes que sin duda han influido en la vida de todo Occidente.
Aristóteles viaja a Pella, capital de Macedonia para encontrase con un jovencito de apenas trece años. El trazo del carácter de Alejandro, de su filiación con el filósofo, es de una intimidad refrescante que invita a mirar sentado ante una obra de teatro, ante la vida misma para recrearnos.
Contraste evidente es el de la acción versus la reflexión. Alejandro en un joven rudo, con grandes dotes para la guerra, no quería estar inmerso en la teoría y la reflexión, quería la práctica y la acción. Elocuente es la escena (páginas 185-191)en la que Aristóteles toma un bote lleno de hormigas que vuelca delante de Alejandro para enseñarle lo que es el Estado. El joven estaba luchando con Hefestión que detiene su lucha para recibir la lección. Después del intercambio de argumentos, Alejandro vuelve a la lucha, algo que se le da francamente mejor que la reflexión. Pero es este el nivel de intercambios que se suceden entre maestro y discípulo en un sabroso ir y venir de puntos de vista cruciales para el ser humano.
La recreación de los espacios y atmosferas en los que se suceden los hechos suenan de verdad, no tienen sabor a cartón piedra como algunas novelas. El aprecio que tiene Annabel Lyon por la Historia y por estas biografías pesa sobre esta brillante puesta en escena que no defrauda.
“El maestro de Alejandro” explora una parte de la vida de Aristóteles de la cual se ha escrito muy poco según la autora. Una exploración que acerca al lector con las mismas preguntas que nos hacemos hoy sobre tantos asuntos pertinentes.
¿Cómo hubieran sido las cosas si Alejandro hubiese seguido las lecciones de Aristóteles? En un momento de esta novela los protagonistas sostienen este diálogo: "Puedes aprender sin conquistar", dice Aristóteles, a lo que Alejandro le replica: "No, tú eres el que puede". Había en Alejandro una pulsión conquistadora que le llevó hasta las primeras páginas de la Historia.
Contada desde la perspectiva de Aristóteles sin lugar a dudas les invito a buscar y leer “El maestro de Alejandro”, una novela que les va a acompañar más allá de sus 298 páginas. Entablarán un diálogo con la Historia que les devolverá reflexiones  con las que mirar de una manera nueva el mundo que nos ha tocado vivir.

10 abril, 2012

Todo está perdonado (Reseña).

Rafael Reig (Asturias, 1963) es uno de esos escritores a los cuando conoces ya te interesa todo lo que escribe. Su talento para tomar una situación recrearla a la vez que la reinterpreta y se ríe de ella y con ella mientras contagia al respetable, es de una altura estética que hoy en día pocos escritores alcanzan.
Todo está perdonado” (Tusquets, 2011), flamante obra ganadora del VI Premio Tusquets Editores de Novela, ha puesto como escenario central la historia reciente de España, proveyendo para los lectores una perspectiva fresca y distinta de cómo fueron las cosas y como hemos llegado hasta aquí.
La investigación de la muerte de Laura Gamazo es un pretexto desde el que se arranca este recorrido por loas años de la dictadura y la “Inmaculada Transición” (tal como la llama el autor). Se transita por un Madrid con canales y un malecón, un Madrid que tiene en Atocha un puerto y en Cibeles, una isla. Una suerte de supresión de los escenarios comunes para evitar que el lector se despiste de lo principal: las tramas de esta ambiciosa novela.
Reig es un respondón ilustrado que desea entablar un debate con el lector, que sabe que lo que cuenta es condenadamente cierto, aunque en la cara un sonrisilla pícara se le escape y termine contagiándonos para llevarnos a su terreno y hacernos cosquillas en nuestras cuadradas cabezas. Tal y como hizo con la Literatura en “Manual de literatura para caníbales” (Debate, 2006), Rafael Reig se ríe de la solemnidad mientras nos ilustra.
Otro interesante objeto de ironización es la religión, el catolicismo romano. En el fondo de la muerte de Laurita Gamazo hay una línea de investigación que es seguida por los detectives que tratan de saber que pasó: la teológica. De allí que Carlos Clot (personaje que se merece su propio espacio novelístico) fuese a consultar a un pneumatólogo, un experto en el Espíritu Santo, gordísimo, y que contrasta la carne con el espíritu en una conversación maravillosamente divertida e inteligente.
La novela negra y el cine negro encuentran en “Todo está perdonado” un homenaje en términos de influencia en el escritor y eso se nota en muchas escenas entre los detectives y los matones con ribetes épico-paródicos que se convierten en grandes momentos de la novela. A ver si algún director d cine inteligente se atreve con esta obra.
El fútbol, y he aquí su gran acierto, es junto a la religión, la terminología que utiliza el autor para dar vida a su novela: son ambos temas, columna vertebral e intelectual de esta revisión de la historia reciente de España. Si se fijan en el índice, las partes de la novela están acotadas por estos términos. Comenzando con la fase eliminatoria de la Eurocopa (examen de conciencia) y ya saben cómo terminó la cosa: victoria, penitencia. Busquen y lean.
Una excelente reflexión lúdico intelectual que les dejará con ganas de más. Grandes momentos estéticos, oscuras escenas de cama e intrigas unas tras otras, prometen acompañar a los que se atrevan con “Todo está perdonado”. Para los amantes del fútbol también hay sitio, Reig es un “futbolisto”, ya saben que en literatura todo son máscaras. Aquí se perdona todo, ya lo saben, menos que no lean a Rafa Reig: pecado mortal. Penalti y expulsión.