14 diciembre, 2012

Robin-Sancho, cumple

Siempre he sido Batman. Desde que tengo uso de razón el hombre murciélago ha formado parte de mi vida y su oscura sombra de caballero atormentado me ha perseguido. Mi hija Lucía que descubrió a Batman conmigo viendo una de sus películas favoritas (Batman, 1966 con Adam West y Burt Ward) decidió que sería Robin. No me importó pero decidía, sin saberlo, ocupar una vacante que llevaba años vacía, la que dejó mi hermano Pablo cuando me vine a vivir a España.
Mi hermano es un gran tipo. Es buena gente, inteligente, con sus defectos que le humanizan y, sobre todo, con un grandísimo corazón. Todavía hoy, el día de su cumpleaños, le echo muchísimo de menos. Es que los hermanos son los primeros sparrings que la vida nos pone delante para fajarnos en el ring de la vida. Son seres con los que nos peleamos pero con los que convivimos tan cerca que, superada la infancia, siguen apareciendo por obra y gracia de la memoria en todos los rincones de nuestra existencia.
Pablo fue el primer “oidor” de mis historias. Era mi único espectador cuando le contaba cada noche las historias que me inventaba. Fue mi primer cómplice, mi primer confidente y con el primero que me di de trompadas de las buenas. Hemos vivido tantas cosas juntos que no lo puedo olvidar, que me cuesta mirar atrás y no verle en mis alegrías y en mis angustias, allí, a mi lado, como una extensión balsámica del amor de Dios.
Hoy cumple unos cuantos años, 39 para ser exactos. Yo le veo venir pisándome los talones desde mis cuarenta añitos (perdonen que ablande la cifra de forma tan cursi) y confieso que está en mejor forma que yo. Más alto y, alguna dirá, que más guapo pero eso está por verse, que quien tuvo retuvo y todo eso.
Robin cumple años hoy. Esta madrugada suena mi móvil. Me ponía que mi hermano me mandaba una imagen. Luego no supe de mí hasta que el mismo teléfono me despertó con su alarma. Abro el mensaje: es una foto de Batman y Robin que les comparto junto a este texto. “Santas catapultas Robin –le contesto– qué risa, qué recuerdos, qué alegría”.
Me puedo imaginar aquella primera Navidad en la que estrené hermano. Un ser mínimo, que no dejaba de llorar, indefenso, y yo con mi año y pico levantado desde el suelo viéndole moverse allí en la cuna sin saber ni él ni yo el destino que nos deparaba la vida: ser Batman y Robin, el Dúo Dinámico, los paladines de la justicia en aquella Ciudad Gótica que era la casa de abuelita Chela donde nos criamos.
Detrás de cada Batman hay un buen Robin. Como no hay Quijote sin Sancho. No podría yo seguir en mi quijotesco empeño de letras sin la sensatez aplastante de mi hermano, de mi Sancho sin panza pero con una conciencia clara de quien soy y sin ningún miedo a decirme que mis gigantes son solo molinos.

05 diciembre, 2012

Rapsodia (Reseña).

La poesía de Pere Gimferrer (Barcelona, 1945) es un arrebato estético que requiere más de una lectura. Es un rapto de imágenes, un paseo en coche por la vida viendo a ráfagas la realidad ir precipitándose sobre uno.
"Rapsodia" (Seix Barral, 2011) como se indica en la definición del diccionario Oxford en inglés es un surte de arrebatado, de cantico extravagante y entusiasta que en el caso de Gimferrer es una reflexión de la edad tardía que ve con satisfacción lo vivido y se goza de ello, de allí la vitalidad tan a flor de piel que desfila por las dieciséis secciones en las que se divide este poema unitario y único.
Gimferrer es un escritor inmensamente culto. Cinéfilo, melómano, apasionado del arte. Todo ello en el vientre poético del poeta es un parto de imágenes y símbolos que orquestan una fiesta para los sentidos estéticos, que recuerda que toda sensación vivida, es materia poética, es elemento fundacional para levantar el edificio del poema.
Construido en seis días y pulido durante meses “Rapsodia” es también una muestra de que es el ejercicio de la reescritura es donde de verdad las grandes obras se gestan. Reescribiendo, puliendo lo escrito nos encontramos a nosotros mismos y hacemos de lo creado una verdadera obra de arte.
La libertad del poeta en el universo de su poema es total. Pero este hecho no es óbice para que el autor se pierda en necedades literaria, en un puro exhibicionismo  divorciado como siempre de toda estética, no es enseñar músculos en una playa. Gimferrer medita la belleza,  marida las palabras una a una con mimo desquiciante. De allí al ritmo, a la cadencia a las imágenes bien montadas como en una película de Mizoguchi o de Dreyer.
Indaga el poemario en la creación literaria, en la vida del poema, en el tiempo o los tiempos trascurridos y sus su virtud de hacerse verso, del amor a una mujer que persiste con insistencia de las estaciones, en estar junto al poeta.
Prueben a leer en voz alta este poemario, escuchen esta amalgama de palabras saliendo de vuestras gargantas como un torrente de sol, bramando belleza desde los pulmones hasta vibrar en el aire. Dos cosas se consiguen con esta sencilla experiencia, el sentido rítmico de la puntuación y respiración y la belleza y disfrute da la pronunciación de las palabras en sí mismo. La cercanía del texto a lo que es absolutamente bello se experimenta con esta interacción física con las palabras. Aquí es cuando se nota más el trabajo de reescritura y elección de las palabras. Como fetichista literario, poder asomarme al manuscrito corregido y vuelto a corregir, sería una de esas experiencias cruciales de disfrute y aprendizaje.
Texto versátil, amplio para multitud de lecturas y relecturas, la vuelta Gimferrer y su “Rapsodia” evidencian el magnífico estado de forma del poeta. Alguien como Octavio Paz dijo de sus poemas que “se encuentran entre los mejores que se escriben en España y América” y eso, dicho por el mexicano, no es poca cosa.

Las niñas y los libros.

Ahora para dormir no solo tienen que tener la luz encendida sino que también necesitan un libro. El hábito las corroe, ahora, sin practicar un poco el vicio de leer antes del sueño, no se duermen. Las niñas van cogiéndole cariño a los libros y su papá se siente muy orgulloso de ellas.
Lucía lee mucho y bien. Entona, hace las pausas siguiendo con exquisito rigor la ortografía, interpreta. Le gusta Lengua y escribe por allí, a escondidas, un diario secreto haciéndose pasar por un personaje que le gusta mucho y también pequeñas ficciones que me hacen reír. Yo le corrijo las historias y va aprendiendo el oficio. Ya sabe qué es “adjetivar” y ha prometido no hacerlo.
Aitana todavía no sabe leer pero juega con su hermana a las bibliotecas: “tenga señora, su libro” y Aitana se lo lleva, se sienta en su “casa” lo lee y lo devuelve. Hace unos meses, cuando aun iba a la escuela infantil, pasamos por delante del bibliobús y exclamó “¡mira papá es como nuestra casa!”. Tantos libros, tantas aventuras. En la FNAC le pasaba lo mismo, siendo más pequeña se sentaba en el suelo a ver todos los libros que tenía a su alcance “¡ya lo leí!” gritaba al llegar a la última página.
Tienen el hábito, la magia las seduce, las letras las van intrigando. El libro no es un ser extraño sino un amigo que invita y promete mucha diversión y, más adelante, hasta lágrimas de amor o de dolor.
El otro día le hablaba a Lucía de “Los Miserables” de mi querido Víctor Hugo y que sale dentro de poco una película basada en el libro. Le dije que el ejemplar que tengo de la novela, de una vieja colección de Literatura Universal (qué grande suena eso), sería para ella cuando yo no estuviera. Aitana lo escucha y me dice “¡y yo qué!”. Menos mal que tengo “Los Miserables” por duplicado y le ofrecí a mi hija pequeña su propio ejemplar. A veces, cuando no la miro, los saca para verlos. La regaño. Me contesta que le dije que son suyos. Me los devuelve y los pongo en su lugar y no le quito la razón: serán suyos algún día, aunque espero que esté muy, muy lejos.

01 diciembre, 2012

Antes del futuro imperfecto. Reseña

El cuento en España tiene un nombre que viene de lejos cultivando el género, rodeándolo, poniéndolo patas arriba con un sello personalísimo y dejando tras de sí y sin pretenderlo, un magisterio para los nuevos cuentistas, un espejo donde hacer mirar los cuentos que uno escribe.
Ese nombre es, sin dudarlo, el de Medardo Fraile que publica nuevo libro en Páginas de Espuma, pero nuevo libro a medias. “Antes del futuro imperfecto” es un acto estético que provoca el aplauso espontáneo del que los lee. No puede uno evitar levantarse del sofá o del asiento en el Metro y aplaudir. La de Medardo Fraile es una escritura serena, profunda, que mima la palabra y que consiente como a un niño la metáfora, el discurso y la anécdota.
“Antes del futuro imperfecto” consta de dos partes: “Antes de del futuro imperfecto” (Los cuentos de las aulas), y “Fuera de sí” (Cuentos del Futuro Imperfecto) y “Fuera de sí”. En la primera parte asistimos al Colegio, al recreo al instituto y a la universidad. Cuentos todos ellos ya incluidos en “Escritura y verdad. Cuentos completos” Edición de Ángel Zapata (Páginas de Espuma, 2004), excepto cuatro de ellos. La segunda parte es inédita y nos lleva a las consecuencias de esas aulas en las que aprendimos o no pero por las que pasamos todos de un modo u otro.
Fraile  recuerda y hace recordar, lleva al lector, no de la mano, para qué sabemos donde habita el recuerdo, sino en alas de su personalísima mirada que se convierte en el medio de transporte o detonante de la memoria.
El desfile de personajes, de recursos técnicos, de escenarios, de temas y tramas en un deleite técnico, estético y emocional que asegura más de una lectura y que entusiasma a la hora de recomendar este libro. Si quieren leer cuento, compren este libro y si quieren regalar cuento y quedar bien, no duden en regalar este libro prodigioso.
Vamos a destacar dos cuantos de cada una de las partes del libro. De la primera, “Punto final” es una hermosa puesta en escena del temor último del que escribe: el olvido. Lo trascendental de las palabras que se hilan hasta convertir se en un texto que se aprecia para que termine siendo borrado por el olvido, como poco, inquieta. Por medio de un personaje tierno, Fraile consigue comunicar la rudeza de unos sentimientos que persiguen al que escriba. Por otro lado, “La hora” es un soberbio cuento que en su breve recorrido, apenas tres páginas, nos pone delante de las contingencias, para bien o para mal y nos sugiere la fragilidad del destino. Basta una clase de Filosofía, las ganas de que la hora del final de clases se materialice y el tema de la contingencia del ser en San Agustín para que el autor nos toque con su talento. Todo un reto bien resuelto que les recomendamos.
De la segunda parte destacan, por ceñirnos a los dos que prometimos (pueden ser más e incluso todos), “El chori” con el que se reirán a carcajada limpia y terminaran invadidos de una enorme pena por el personaje y “Abel” un texto que ilustra como cierta creencias de la infancia nos persiguen más allá del colegio enseñándonos que definitivamente la infancia nos marca más de lo que creemos.
Textos que nos ofrecen un inteligente viaje al fono de los recuerdos, este “Antes del futuro imperfecto” es un antídoto contra el olvido, hilo conductor de muchos de estos textos (les recomiendo el microrrelato “Fuera de sí”), que están escritos para hacernos volver al recuerdo, para espantar los fantasmas de la desmemoria.

28 noviembre, 2012

La muerte de Montaigne (Reseña).

Michel de Montaigne es, por antonomasia, el padre del ensayo  moderno y si nos apuran del ensayo en general pero ¿Quién fue este hombre? ¿Qué podemos saber de él y de su vida? De la  mano de esta maravillosa novela homenaje en forma de historia-ensayo por entregas “La muerte de Montaigne” (Tusquets, 2011), se centra en los últimos años de vida del ensayista y su autor Jorge Edwards (Chile, 1931) lo hace como nadie, como sólo los buenos admiradores y conocedores de una obra pueden hacer.
Pero no se echen para atrás a la hora de meterle mano a esta novela: Edwards, como siempre, aprovecha cualquier resquicio de la ficción o de la realidad para llevarnos al escrutinio de los días que vivimos.
Por toda la obra se intuye y se rescata la actualidad, se viaja desde el pasado hasta el futuro para resolver, si cabe, este presente continuo que nos ha tocado vivir.
Jorge Edwards vuelve a la actualidad para regalarnos su prosa siempre elegante y precisa, que nos vuelca ante las circunstancias que vivimos con una fina ironía no exenta de precisión de orfebre.
Montaigne entabla una relación sentimental con Marie de Gournay, una admiradora de su obra. A partir de este hecho Jorge Edwards se lanza en una sucesión de capítulos breves a una búsqueda del hombre detrás de su obra y nos hace desfrutar de un texto rico, con altas dosis de cultura universal.
En su torre, viviendo no muy lejos de su amada amante, Montaigne escribe y lee a placer, atiborra su mesa de gruesos volúmenes. Vive una etapa de su vida que se puede etiquetar de placentera absolutamente. Edwards especula con el personaje, lo explora, lo expone nos hace pensar. Enciende en el lector las distintas posibilidades de tocar la obra del francés y la suya propia.
Pero “La muerte de Montaigne” es también la crónica de una búsqueda personal, la que emprende Edwards detrás del francés. Asistimos a sus lecturas, a sus reflexiones en torno a la obra del autor de los “Ensayos”, a la reconstrucción, como si se tratara de una investigación criminal, del perfil del escritor que se admira y de la historia detrás de los textos que se disfrutan. No en vano nos dice el chileno que lo moderno de Montaigne está en Flaubert y de allí en Julian Barnes y que lo posmoderno del francés se encuentra en André Guide. Pasen, lean y denle o no la razón al autor de “Persona non grata”.
Sobre todo, los amantes de las buenas letras disfrutarán de una construcción literaria sencilla, precisa, elegante y que les esconde grandes sensaciones de placer. Una celebración de la cultura y la vida es esta novela que se lee con deseo, que se goza y en la que laten unas profundas ganas de vida y disfrute.
Al final Edwards vuelve a la realidad y se confiesa, nos confiesa su pasión por este personaje y se despide de la escritura de esta magnífica novela que le deja una sensación de pérdida. Y al lector también le queda esa sensación sólo que nosotros tenemos la suerte de releer pero el autor, ay, ya seguro que no se mete en el vértigo de la reescritura.

Y en Día D... "A piedra y lodo": Cuentos de terror "made in Panama"

Nueva entrega de mi serie de artículos "A piedra y lodo" que publica el suplemento Día d del periódico panameño Panamamerica. Esta vez con una reflexión sobre lo que nos asusta en Panamá y sobre los cuentos de terror. Y un hallazgo: "Mitología panameña".  Para ir al artículo pinchad aquí.

Panamá y España

Hoy es 28 de noviembre: nos independizamos de España hace 119 años y aun así muchas cosas nos unen. Esto parece una necedad ignorante pero a raíz de algunos comentarios que en el pasado se me han hecho sobre España y vivir en España, he querido aventurarme un día como hoy a repasar algunas de las cosas que nos vinculan con aquel viejo país que muchos siguen llamando la Madre Patria.
Lo primero que nos une es una historia terrible. El expolio, las conversiones forzadas y persecuciones del clero en nombre de su adulterada versión de Dios, los muertos en nombre de la civilización que sobrevinieron con la conquista y el miedo a lo desconocido. Eso nos vincula, una herida que pasados más de quinientos años aquí nos tiene y que algunos se empeñan en no ver cicatrizada.
De aquella barbarie, de aquel encuentro atroz al principio, resulta lo que somos hoy como continente y como nación. A pesar de las sombras del pasado una luz de futuro ha de animarnos a seguir juntos en estas horas difíciles a ambos lados del Atlántico. Somos, como decía Ortega y Gasset, la suma de todos los hombres y mujeres del pasado.
Pero nos vincula también una lengua, La Mancha y sus anchas fronteras quijotescas, una manera de decir la realidad con todos sus maravillosos matices, en busca de contarnos  historias que nos unan más de lo que nos separa. Tenemos en común a Cervantes a García Márquez a Jorge Manrique o a Vargas Llosa a Sinán o a Borges.
Nos vincula también el progreso y la cooperación, las ayudas mutuas, los miles de españoles afincados en Panamá y los que estamos afincados en España intercambiando producción, palabras, historias de sabor distinto, besos.
Nos vincula además el deporte, seguimos al Real Madrid y al Barcelona con fervor, como si viviéramos al lado del estadio, así somos de apasionados con el futbol y nuestro seleccionador nacional Julio César Dely Valdés jugó en España, en el equipo de la Vetusta de Clarín, en Oviedo, y hasta tiene la nacionalidad española. Nuestro querido y recordado Rommel Fernández también jugó en España y dejó tras de sí, en la memoria y la proyección de un gran profesional y sobre todo de buena gente. Su nombre en el estadio nacional puso en olvido los años de la dictadura y nos dio un modelo y ejemplo a seguir. Todavía hoy, estos panameños son recordados por estas tierras con cariño y hasta devoción.
Por esto y muchas cosas más, ante las poetizas pro caza de malinchistas allí donde no se habla de indigenismo o no se exhibe un rencor atávico, dañino y excluyente propongo una integración de todas las culturas, cubrir con un velo, como dice el himno nacional, el pasado (sin olvidos facilones, llamando a las cosas por su nombre y sin rencores) y que la luz de la concordia adorne el azul del cielo del presente y del futuro que nos va a tocar vivir de la mano.
La próxima Cumbre Iberoamericana será en Panamá el próximo año, a parte del Congreso de la Lengua y otros eventos de marcado orden internacional. Un año en el que también se conmemoran los 500 del descubrimiento del Mar del Sur de la mano del jerezano Vasco Nuñez de Balboa y que presta su nombre a nuestra “moneda” nacional y cuyo Nuñez acompaña el nombre de mi abuela que en gloria está. Y allí está otra vez el vínculo con España: le pese a quien le pese.

23 octubre, 2012

Senderos recomienda... Laboratorio de escritura teatral

Laboratorio de escritura teatral
Cómo escribir para la escena desde la música, el ritmo y el silencio
En Panamá



EXPOSITORES:

VANESSA MONTFORT (España) Dramaturga y novelista.

Comienza su carrera teatral como autora y directora con “Quijote Show” a la que seguirán: “Paisaje Transportado” y “Estábamos destinadas a ser ángeles”.

Entre sus obras de teatro se encuentran: "Flashback", "La mejor posibilidad de ser Alex Quantz" y "La cortesía de los ciegos" (traducidas al inglés).

Ha sido invitada en dos ocasiones por el Royal Court Theatre de Londres, donde asiste a talleres con los principales dramaturgos británicos, entre ellos: Harold Pinter, Tom Stoppard o Martin Crimp. En 2012 estrena la primera versión teatral de "La Regenta", actualmente en gira por España.

En su faceta como novelista ha publicado: "El Ingrediente Secreto" (XI Premio Ateneo Joven de Sevilla Algaida, 2006), "Mitología de Nueva York" (Premio de Novela Ateneo de Sevilla 2010), y "La isla

sin voz".

Otros reconocimientos a su trabajo son la ‘Orden de los descubridores’ otorgado por la John’s University de Nueva York y el Premio Nacional Cultura Viva 2009 al Autor revelación del año.

Forma parte del staff de profesores del Centro de Formación de Novelistas de Madrid. En la actualidad se dedica por entero a la literatura e imparte talleres dentro y fuera de España. www.vanessamontfort.com




LUIS ANTONIO MUÑÓZ: cantante, instrumentista y director español.

Desarrolla su labor como intérprete en diversas formaciones del panorama musical español como el Coro de RTVE y el Coro Nacional de España, al que pertenece actualmente.

Ha colaborado con diversas agrupaciones especializadas en la interpretación del repertorio antiguo de distintas épocas, entre las que se encuentran la Capilla de Música Antigua de Madrid, el grupo Alfonso X el Sabio, la Schola Gregoriana Hispana, el grupo Axivil Aljamía o el grupo Música Antigua de Eduardo Paniagua.

Desarrolla igualmente una labor de difusión de la música, como conferenciante y colaborador en diferentes actividades de apreciación musical (Univ. Complutense de Madrid, U.P.S.A.M. de Madrid, Sociedad Hispánica de Amigos del Arte, St John’s University de Nueva York, etc.)

Como director musical y arreglista ha trabajado en múltiples y variados terrenos que abarcan desde la música Pop hasta la dirección musical, adaptación y composición para obras de Teatro y audiovisuales.

 Asesor musical de producciones cinematográficas y teatrales, desarrollando actualmente una faceta dedicada a la comunicación y coaching de voz en entornos empresariales.


INFORMACIÓN GENERAL:

Fecha: Sábado 27, lunes 29 y martes 30 de octubre.
Profesores: Luis Antonio Muñoz y Vanessa Montfort
Duración: 3 días
Sesiones: Sábado de 9:00 a.m. a 1:30 p.m. Lunes y martes de 6:00 p.m. a 9:00 p.m.

Objetivos del taller: Descubrir y experimentar con las herramientas que nos da la música para escribir, a través de ejercicios de improvisación de escritura y análisis de textos teatrales en sesiones prácticas.

Perfil de los alumnos: Está indicado para personas que escriban, con o sin experiencia en el texto teatral, pero también para actores o directores que deseen la experiencia de entender el texto teatral con el que habitualmente trabajan desde otras perspectivas.


Programa:
Sábado (Mañana): Sesión de preparación para la escritura. Nociones básicas sobre la música, el ritmo y el silencio como parte del texto teatral. Primer ejercicio de improvisación y planteamiento de materiales para las siguientes sesiones.

Lunes (de 6.00 p.m. a 9:00 p.m.):
Ejercicios de improvisación con música. La música cómo inductora de estados de ánimo. La música como disparador de una historia. Aportaciones de la música al texto teatral.
Lectura de textos.

Martes (de 6.00 p.m. a 9:00 p.m.):
El ritmo interno del texto y el silencio en el texto teatral. Lectura de textos de ejemplo. Ejercicio de improvisación.
Lectura de textos. Conclusiones.

Precio Regular: B/.200.00

Precio Pre-venta: B/.150.00 (hasta el 20 de octubre)

Cupos limitados.

Más información al: 6031-6041

Email: escribepanama@gmail.com

22 octubre, 2012

Y en Día D... "A piedra y lodo": Recordando bajo el árbol.

El suplemento cultural del Panamamerica Día D publicará una serie de artículos míos bajo el nombre general de "A piedra y lodo". Allí espero que podamos recordar y reflexionar juntos. Les dejo el enlace aquí para que puedan leer el primero.

21 octubre, 2012

Días de ira: tres historias en tierra de nadie (Reseña)

Media distancia. Un género por el que han recorrido las letras de Juan Rulfo, García Márquez y más cerca en el tiempo y aquí en España, Andrés Barba. Distancia que también ha recorrido Jorge Volpi (México, 1968) y que Páginas de Espuma reúne en “Días de ira: tres historias en tierra de nadie” (Páginas de Espuma, 2011)  nos da la posibilidad de leer en un solo volumen tres extraordinaria historias que combinan personajes bien definidos, historias extremas y sobre todo provocan en el lector inquietud y asombro.
Un prólogo a modo de explicación abre este libro intentando poner ciertas bases de esa narrativa entre la novela y el cuento, suscitando en el lector una búsqueda de las obras que se citan para constatar los argumentos del escritor mexicano. Entre la monumentalidad de la novela y la placidez y agilidad del cuento, habita un género que tiene en su propia solución onomástica un enjundioso trabajo de definición. Un prólogo ágil e inteligente que comparte visiones para resolver el enigma de esta vieja medida literaria.
Las narraciones están ordenadas de la más antigua a la más reciente, todas ellas escritas a finales del siglo pasado y todas protagonizadas por una pareja, terreno este done los conflictos crecen y la narración se dinamiza en tanto que los problemas se plantean y son resueltos.
La primera de estas narraciones “A pesar del oscuro silencio”, que puede leerse en una suerte de clave de auto ficción. El protagonista, Jorge, entra en un proceso de obsesión enfermiza con la vida del poeta mexicano Jorge Cuesta al que estudia, disecciona de manera febril y al que de una forma termina viviendo en su lado oscuro. El conflicto se plantea dentro de su pareja que termina arrasada por la obsesión por el personaje y por cierta incomprensión del conflicto moral por parte de Alma, su pareja.
Días de ira”, segunda de las narraciones y la que presta nombre al libro, es la que más me ha entusiasmado. Una vez más Jorge Volpi hace un guiño a la literatura y esta vez va más lejos que en su búsqueda de Jorge Cuesta. Una novela, inocente, banal, insulsa, encierra una trampa mortal: una vez abierta, lector, todos estamos en ella.  Pero advierte el narrador que las trampas de esta novela, lo que guarda como una terror que asalta y provoca el protagonismo mas terrible del que lee, están puestas allí de antemano, que nada es casual, que el determinismo literario existe y que nosotros somos parte del terrible juego. El lector de “Días de ira” terminará siendo cómplice, junto con el autor y el protagonista, de un suceso helador y oscuro. Otra vez, la trama ocurre dentro de una pareja y sus aledaños.
Una tercera pareja protagoniza la última de estas narraciones. “El juego del Apocalipsis” quizá la más conocida por el público, arranca, con un inocente llamada que le regala a su protagonista un viaje a Patmos, la isla donde escribió San Juan el Apocalipsis (ya sé que saben dónde está Patmos). El viaje lo regala una fábrica de embutidos para recibir el año 2000 en la enigmática isla. Hasta aquí la cosa parece pintar bien pero ya saben cómo es Jorge Volpi: concesiones cero, historia absorbente al borde del tercer milenio, personajes que se van complicando la existencia hasta terminar en un asombro ante los escombros. El guiño a la literatura lo pone Andrea, una crítica literaria de cuchillo en los dientes y parche en el ojo, una demoledora de escritores que disfruta con su trabajo. Al final el Apocalipsis sobreviene y ya depende de ustedes saber qué pasó exactamente.

15 octubre, 2012

Carolina Grau (Reseña)

¿Quién es esta Carolina Grau? ¿De dónde viene? ¿Está viva? ¿Está muerta? ¿Es de aquí o del más allá? Carlos Fuentes (1928) juega con el lector a una búsqueda, casi una persecución, de este escurridizo personaje femenino tierno y a la vez misterioso que da título a estos cuentos “Carolina Grau” (Alfaguara, 2011).
Pero no es oro todo lo que reluce y aquí no vamos a desvelarles ni claves ni atajos. Sumérjanse en la lectura de estos ocho relatos y busque cada uno por donde transitarlos a ver donde terminan. Esta es una obra en su conjunto de pasadizos y sombras. Prueben.
Carlos Fuentes mezcla personajes y situaciones de antes con las de ahora, logrando tirar de nosotros para que le sigamos al siguiente enigma, al siguiente cuento, a la perdida de referentes entre lo onírico, lo fantástico, o lo real (¿qué es eso?).
Estos cuentos interrogan sobre el más allá, sobre el sentido de la vida y la continuidad de la existencia. Juega con el amor, con la densidad de la vida para ofrecernos su lado oscuro y es en la extraña persona de Carolina Grau en la que Fuentes encierra el misterio que hay que descubrir.
Este texto no es esta vez una novela hecha de cuentos como se nos dice en el título de “La frontera de cristal”, son cuentos independientes que juegan a acercarse aunque pueden alejarse en su autonomía y secuencia sin que se vean perjudicados.
Lo fascinante de los relatos de “Carolina Grau” es el trabajo del autor en los escenarios. Los personajes de estas ficciones resaltan por lo que tienen detrás, se agrandan por “dónde” se mueven. Distinto es lo que ocurre por ejemplo en “Inquieta compañía” (también cuentos del mexicano) donde los personajes “son” mucho más que “dónde” se desarrollan sus tramas. Ejemplos en este libro que reseñamos son “El prisionero del Castillo de If” como “El arquitecto  del Castillo de If” donde todo lo que ocurre tiene como fondo los escenarios de “El Conde de Montecristo” lo que lleva al lector a ver mejor el desarrollo de la historia con esta información que subyace al momento de la lectura.
Este juego de máscaras, este ser tantas personas a la vez de Carolina Grau hace que el libro quede inserto en la sección décima, “Los días enmascarados”, en la que Carlos Fuentes divide su obra cuyo título global es “La edad del tiempo”. Máscaras, porque al leer estos cuentos nada es lo que parece, nadie es quien dice que es cuando empieza un relato y por supuesto al terminar la realidad, o lo que eso sea, se transforma necesariamente en otra cosa, produciendo en el que lee un benéfico desasosiego.
Se van a encontrar con grandes momentos en estos cuentos. Certezas inciertas, zozobras que tranquilizan, fantasmas que liberan de monstruos, todo ello escondido, o no tanto, en la “figura” de una Carolina Grau que es tantas cosas a la vez y quizá ninguna porque todo es producto de la imaginación, del sueño o del horror.

La gran novela Latinoamericana (Reseña)

Carlos Fuentes (Panamá, 1928) es poseedor de un extensa obra ensayística que viene a consolidarse, si cabe (siempre cabe), con este muy interesante “La gran novela latinoamericana” (Alfaguara, 2011) que dialoga con otro ensayo suyo “Valiente mundo nuevo” que se ve complementado y profundizado por este que ahora publica Alfaguara.
A Carlos Fuentes no le ha fallado en este ensayo la presencia de los que están, con lo cual podemos estar más o menos de acuerdo, pero clama al cielo la gran ausencia que sentimos mucho todos los lectores de novelas: la del chileno Roberto Bolaño. Ya no habrá tiempo para un siguiente ensayo del mexicano en el que nos descubra el misterio de esta gran ausencia o debemos suponer de entrada que la obra del chileno directamente no fue de su agrado.
Un libro como este no es más que un ejercicio de “placer de la lectura” convertido en literatura. Porque quienes gozamos del vicio de leer, de la pasión por los libros, podemos canalizar esa pasión y ponerla en limpio sobre papel para explicarnos primero a nosotros y luego a los demás, el por qué del asombro, el motivo del milagro de la ficción obrado en nuestro ser.
Fuentes, avisado lector, nos invita a sumergirnos en sus reflexiones sobre la ficción que se ha hecho en América Latina y confecciona una hermenéutica que ayude a la comprensión de un continente que sigue a la caza y captura de su futuro. Una visión de América, desde sus grandes novelas y novelistas, traza un perfil con mejores asideros para el lector con ganas de comprender mejor, no más, porque en Literatura más siempre es menos (o eso dicen que dice Quevedo). Asomarse a Latinoamérica no es cosa de cantidad si no de calidad.
Por supuesto, esta es la visión muy particular del lector y escritor Carlos Fuentes. Por “La gran novela latinoamericana” pasan muchos mexicanos, muchos argentinos, algunos cubanos, otros tantos colombianos sin dejar por fuera (y se agradece) a los brasileños. Hay peruanos y chilenos (entre ellos no está, ya lo dijimos, Bolaño). Por esta disparidad de criterio y arbitrariedad se excusa al final del texto Fuentes, pero es comprensible que cuando uno comienza su reflexión sobre algo de esta vida, lo haga por lo cercano y conocido y vaya avanzando hasta la frontera de las piezas más lejanas y no tan familiares aunque sean parte muy importante del discurso.
Yo destaco, por la cercanía con los escritores estudiados, el capítulo dedicado a Julio Cortázar, cercano al del ya citado “Valiente mundo nuevo” y que lo complementa. El que dedica a Vargas Llosa, en el que se traza una lectura sobre los dictadores partiendo de “La Fiesta del Chivo” y el dedicado a José Donoso, que me interesa mucho más desde que leí “Correr el tupido velo” de Pilar Donoso, su hija. Capítulos para disfrutar y discutir a partes iguales.
Sin lugar a dudas este ensayo les va animar a leer muchas novelas que no conocían o a releer algunas que tenemos oxidadas. Todos, eso sí es seguro, disfrutaremos de una lectura amena, que invita al debate y a estar en contra, si hace falta, de las tesis del autor. Un  texto que se visitará más de una vez además de confrontarlo con otros que también pretenden lo mismo.
PD: Sí, Carlos Fuentes es panameño de nacimiento, pero esa es otra parte de su historia.

04 octubre, 2012

Aire de Dylan (Reseña).

“Aire de Dylan” (Seix Barral, 2012) es el regreso siempre esperado de Enrique Vila-Matas  con una novela que hunde sus más profundas raíces en la relación entre un padre y su hijo puesta en escena como si de una obra de teatro se tratase, como si “Hamlet” se postmodernizara hasta su transformación en pura y leve vitalidad.
Cierto que es que Vilnius, el protagonista narrado por sí mismo, por su padre y por el escritor escogido y sin nombre encargado de reescribir o inventar las memorias transversales de Juan Lancastre, anda a la caza y captura de sí mismo, anda buscando quién es en relación con su padre y cada vez que se narra a sí mismo (o le narran) o a su padre lo hace en medio de una muy cuidada puesta en escena que no es más que la constatación literaria y ficcional de lo que ya sabemos en la “realidad”: la vida es teatro (comedia o drama) y cada acción una escena de esta obra a la que llamamos vida.
Pero Vila-Matas  no renuncia a su firma como si se tratase de un incorregible asesino en serie. Están las referencias a la realidad que se convierte en literatura, las citas de otros y las inventadas (este es unos de los leit-motive de la novela), las teorías que no se pierden nunca en la literatura vilamatiana (aunque una novela suya diga lo contrario en el título), abismos con personajes que los bordean, películas y personajes que son una categoría en sí mismos como Oblomov de la novela de Iván A. Goncharov.
Juan Lancaster, novelista de éxito y último de los de su generación, muere produciendo en Vilnius su hijo (muy parecido a Dylan cuando joven) una desazón que le trastorna por completo. Lancaster se mete, según el propio Vilnius, en su mente y le da órdenes, le enuncia teorías, le evoca recuerdos a los que el hijo se resiste en busca de ser original en contra de las máscaras que exhibió siempre su progenitor.
La relación padre e hijo pasa por todos sus estadios posibles: admiración, rechazo, odio, influencia no aceptada, búsqueda de la memoria del padre, deseo de destrucción de su figura. Vilnius se convierte poco a apoco en muchos momentos en quien más detesta del  mundo: su propio padre. Con una madre opresiva y destructora, la relación de familia se hace insostenible hasta el punto de que esta desprecia abiertamente a su hijo y le confiesa que ha sido ella quien ha matado al padre, un bicho malo de los buenos.
Vilnius cambia, se trastorna su búsqueda de identidad, le obsesiona tanto su padre que comienza a ser peligrosamente él.
Vila-Matas  narra a Vilnius a través de los ojos de sus puestas en escena, de sus teatros y de la escritura de las memorias de su padre a petición de este y su ex novia, Débora que termina liándose con el propio Vilnius y fundando una sociedad infraleve que opta por la inacción: la sociedad Aire de Dylan.
Personajes al borde del abismo, muy al filo de la navaja como diría Fitzgerald (que pulula por esta novela en muchos rincones) y sobre todo la búsqueda y planteamiento de teorías literarias y vitales que se van desgranando a lo largo de la obra. De fondo Barcelona, los cafés, las librerías, los cines… una atmósferas escenográfica que deleita la lectura y que empuja al peregrinaje hacia los escenarios (vayan a la Librería Bernat y pregúntenle a Montse por Vilnius a ver qué os dice).
Vila-Matas  regresa y nos deleita con otra profunda novela con el sello de casa, con la originalidad de siempre. Como dice el anónimo narrador y escritor de estas memorias de Juan Lancastre, “escribimos para mejorar” y Vila-Matas  lo hace con solvencia y dando un giro a su búsqueda estética que nos promete muchas más grandes ficciones.

09 septiembre, 2012

Y en Día D... Mis franceses favoritos

El suplemento Día D del periódico panamaeño Panamamerica publica un artículo mío aludiendo a la pasada y exitosa Feria del Libro de Panamá 2012 que contó como país invitado con Francia. Aquí, el enlace.

06 septiembre, 2012

Gutenberg, ese brujo prodigioso

De Gutenberg se ha dicho de todo, incluso hay una galaxia que lleva su nombre de brujo maligno que nos ha traído esta maldita manía viciosa de leer. Anejo a esto, la maldita manía de pensar y con ello la maldita manía de protestar, de reprochar y de querer cambiar las cosas y darnos otro rumbo.
Lo del adjetivo "maldito o maldita" lo ponen los entusiastas de la ignorancia a los que Gutenberg y su magia de tipos móviles les sigue pareciendo peligroso.
Todavía hoy y en países de los llamados civilizados (con las repúblicas bananeras no se metan) se siguen ocultando cuando no prohibiendo ciertos libros que amenazan la estabilidad del pensamiento único ya sea de derechas, izquierdas o de cómodos y a veces nada equilibrados centros.
Pero para este nuevo año 2012-2013 vamos a dejarnos engatusar una vez más por la magia que nos legó Gutenberg leyendo como locos y escribiendo si se tercia más historias que nos hagan partirnos de risa o tan sólo reírnos que con la que está cayendo no es poco.
Gutenberg me asalta en estos días porque de paseo por Vigo en Galicia me metí en una tienda de libros, discos y películas de segunda mano regentada por una amabilísima dependiera con acento argentino. Entre tantas cosa interesantes había dibujos de grandes personajes de la historia sacados de viejísimas enciclopedias. Estaban por allí Voltaire, Quevedo, Calvino (Juan, no Ítalo) y otros reyes y reinas a precios elevados. Pero apareció Gutenberg mirándome a tres euros y decidí hacerle huego en mi recién colocada biblioteca pendiente de inauguración. Le dije a mi mujer Marga Collazo que le buscaría un marco para ponerle por casa y se rió de mi romanticismo. "Definitivamente es culpa suya que vivamos con tantos libros", le dije, y se volvió a reír.
Gutenberg ya está en casa como responsable de la maravilla de tener libros, todos nosotros y sí, todos los que queramos o que podamos tener, gracia su prodigioso invento que le convirtió en enemigo público de los autoritarios y precursores del pensamiento único, en un brujo, en un tipo de esos que te agua la fiesta porque le grita a los invitados que los cubatas están envenenados.
Por cierto, el marco para Gutenberg no ha llegado aunque metido entre los libros parece no estar tan incómodo.
Foto, todos los derechos reservados por Kai Hogan

22 abril, 2012

El maestro de Alejandro (Reseña).

Es sin lugar a dudas esta “El maestro de Alejandro” (Roca Editorial, 2010) una novela histórica de las más completas de las que he leído. Su autora Annabel Lyon (Canadá, 1971), combina a partes iguales, ritmo, historia bien escrita, reflexión vital y mucha cultura.
Se narra la experiencia de Aristóteles como tutor de un Alejandro joven que sería reconocido después como Alejandro Magno. Este encuentro de dos de los grandes personajes de la historia clásica es puesto en su equilibrio preciso para que los lectores nos adentremos a un intercambio de saberes que sin duda han influido en la vida de todo Occidente.
Aristóteles viaja a Pella, capital de Macedonia para encontrase con un jovencito de apenas trece años. El trazo del carácter de Alejandro, de su filiación con el filósofo, es de una intimidad refrescante que invita a mirar sentado ante una obra de teatro, ante la vida misma para recrearnos.
Contraste evidente es el de la acción versus la reflexión. Alejandro en un joven rudo, con grandes dotes para la guerra, no quería estar inmerso en la teoría y la reflexión, quería la práctica y la acción. Elocuente es la escena (páginas 185-191)en la que Aristóteles toma un bote lleno de hormigas que vuelca delante de Alejandro para enseñarle lo que es el Estado. El joven estaba luchando con Hefestión que detiene su lucha para recibir la lección. Después del intercambio de argumentos, Alejandro vuelve a la lucha, algo que se le da francamente mejor que la reflexión. Pero es este el nivel de intercambios que se suceden entre maestro y discípulo en un sabroso ir y venir de puntos de vista cruciales para el ser humano.
La recreación de los espacios y atmosferas en los que se suceden los hechos suenan de verdad, no tienen sabor a cartón piedra como algunas novelas. El aprecio que tiene Annabel Lyon por la Historia y por estas biografías pesa sobre esta brillante puesta en escena que no defrauda.
“El maestro de Alejandro” explora una parte de la vida de Aristóteles de la cual se ha escrito muy poco según la autora. Una exploración que acerca al lector con las mismas preguntas que nos hacemos hoy sobre tantos asuntos pertinentes.
¿Cómo hubieran sido las cosas si Alejandro hubiese seguido las lecciones de Aristóteles? En un momento de esta novela los protagonistas sostienen este diálogo: "Puedes aprender sin conquistar", dice Aristóteles, a lo que Alejandro le replica: "No, tú eres el que puede". Había en Alejandro una pulsión conquistadora que le llevó hasta las primeras páginas de la Historia.
Contada desde la perspectiva de Aristóteles sin lugar a dudas les invito a buscar y leer “El maestro de Alejandro”, una novela que les va a acompañar más allá de sus 298 páginas. Entablarán un diálogo con la Historia que les devolverá reflexiones  con las que mirar de una manera nueva el mundo que nos ha tocado vivir.

10 abril, 2012

Todo está perdonado (Reseña).

Rafael Reig (Asturias, 1963) es uno de esos escritores a los cuando conoces ya te interesa todo lo que escribe. Su talento para tomar una situación recrearla a la vez que la reinterpreta y se ríe de ella y con ella mientras contagia al respetable, es de una altura estética que hoy en día pocos escritores alcanzan.
Todo está perdonado” (Tusquets, 2011), flamante obra ganadora del VI Premio Tusquets Editores de Novela, ha puesto como escenario central la historia reciente de España, proveyendo para los lectores una perspectiva fresca y distinta de cómo fueron las cosas y como hemos llegado hasta aquí.
La investigación de la muerte de Laura Gamazo es un pretexto desde el que se arranca este recorrido por loas años de la dictadura y la “Inmaculada Transición” (tal como la llama el autor). Se transita por un Madrid con canales y un malecón, un Madrid que tiene en Atocha un puerto y en Cibeles, una isla. Una suerte de supresión de los escenarios comunes para evitar que el lector se despiste de lo principal: las tramas de esta ambiciosa novela.
Reig es un respondón ilustrado que desea entablar un debate con el lector, que sabe que lo que cuenta es condenadamente cierto, aunque en la cara un sonrisilla pícara se le escape y termine contagiándonos para llevarnos a su terreno y hacernos cosquillas en nuestras cuadradas cabezas. Tal y como hizo con la Literatura en “Manual de literatura para caníbales” (Debate, 2006), Rafael Reig se ríe de la solemnidad mientras nos ilustra.
Otro interesante objeto de ironización es la religión, el catolicismo romano. En el fondo de la muerte de Laurita Gamazo hay una línea de investigación que es seguida por los detectives que tratan de saber que pasó: la teológica. De allí que Carlos Clot (personaje que se merece su propio espacio novelístico) fuese a consultar a un pneumatólogo, un experto en el Espíritu Santo, gordísimo, y que contrasta la carne con el espíritu en una conversación maravillosamente divertida e inteligente.
La novela negra y el cine negro encuentran en “Todo está perdonado” un homenaje en términos de influencia en el escritor y eso se nota en muchas escenas entre los detectives y los matones con ribetes épico-paródicos que se convierten en grandes momentos de la novela. A ver si algún director d cine inteligente se atreve con esta obra.
El fútbol, y he aquí su gran acierto, es junto a la religión, la terminología que utiliza el autor para dar vida a su novela: son ambos temas, columna vertebral e intelectual de esta revisión de la historia reciente de España. Si se fijan en el índice, las partes de la novela están acotadas por estos términos. Comenzando con la fase eliminatoria de la Eurocopa (examen de conciencia) y ya saben cómo terminó la cosa: victoria, penitencia. Busquen y lean.
Una excelente reflexión lúdico intelectual que les dejará con ganas de más. Grandes momentos estéticos, oscuras escenas de cama e intrigas unas tras otras, prometen acompañar a los que se atrevan con “Todo está perdonado”. Para los amantes del fútbol también hay sitio, Reig es un “futbolisto”, ya saben que en literatura todo son máscaras. Aquí se perdona todo, ya lo saben, menos que no lean a Rafa Reig: pecado mortal. Penalti y expulsión.

30 marzo, 2012

Cuarenta, el doble de nada.


Si, como dice la canción, veinte años no son nada, los cuarenta que cumplo son nada y menos. Eso, que tranquilo, que el tiempo se regresa por donde se fue. También dicen que la vida empieza después de los cuarenta. Ahí es nada. Tengo el cuenta kilómetros a cero. Mejor, siempre y cuando lo que dicen sea verdad. Sea como sea estoy en el año de mis cuarenta años un año que está siendo intenso, de muchos cambios y de muchas decisiones. A ver cómo termina.
Una de las grandes bendiciones (o maldiciones, ya me diréis) con las que cuento (a parte de mi familia y mis amigos) es la de poder leer. Mi casa está llena de libros, recibo libros para reseñar, me regalan libros mis hijas y mi esposa y mis amigos ya resignados a este delirio de papel impreso, converso sobre ellos, los discuto, los disfruto.
En este año de mis cuarenta años la memoria que tengo es de tantas historias leídas, de tantos personajes odiados y amados, de tantas técnicas, versiones y revisiones de clásicos modernos, de los de ahora, de los de antes, de tantas intuiciones de libros futuros, de locuras quijotescas y certezas en versos o en haikus. No me puedo quejar.
Quiero dar las gracias desde estos senderos a todos los amigos escritores, lectores, editores, libreros, periodistas pero sobre todo, todos ellos, grandes personas, que desde el lado de allá y del de acá me han ido dejando parte de ellos como muestra de afecto, no verosímil, sino verdadero.
En estos cuarenta años doy gracias a Dios por la herencia de allá, de Panamá, que me ha hecho lo que soy y que impregna con su tamborito de recuerdos y su alma de conflictos y aventuras aun por contar, lo que hago a diario como escritor y como lector. De allá vienen las primeras lecturas, la educación sentimental y la nostalgia.
Del lado de acá, de España, tengo los años de la primera adultez, las primeras grandes decisiones conscientes, los grandes fracasos, las aun más grandes amistades y el amor verdadero. Las letras se encarnan acá donde el oficio arranca, donde los escritores nos hemos acercado y donde la lectura se convirtió ya del todo en una obsesión sana, si es que hay alguna.
Pido cuarenta años más, por lo menos, para poder seguir leyendo y escribiendo, para poder ver crecer a mis hijas y seguir enamorándome más de mi mujer, Marga Collazo, que tantas cosas buenas me ha traído como si fuese de esas musas que muchos esperamos a que lleguen y nos pillen trabajando. Mi musa me trajo más de lo que esperaba y aun sigo descubriendo el tesoro.
Cuarenta años más para conseguir los sueños emprendidos y para que vosotros que seguís allí los veáis y para que los podamos compartir. Seremos, Dios mediante, unos viejos afortunados y reídos de la vida, satisfechos y listos para irnos cuando el de Allá lo disponga.
Por todos, gracias a Dios y, a todos, mil gracias por tanto derroche de cariño a pesar de recibir de vuelta muchas veces  más bien poco. Aquí sigo para lo que haga falta otros cuarenta años más.


06 febrero, 2012

Nochebosque (Reseña).

Ya os lo dijimos cuando reseñamos “El niño malo cuanta hasta cien y se retira”: el universo literario del escritor venezolano Juan Carlos Chirinos (Valera, Venezuela, 1967) merece ser frecuentado y para ello nos da una excelente excusa: “Nochebosque” (Casa de cartón, 2011) su nueva novela.
Aquí nos reiremos menos, nos aterraremos más, estaremos más inquietos y sobre todo gozaremos hasta el chillido de susto súbito porque la tensión al leer se palpa. Una construcción de atmósferas cargadas de tensión, una vuelta de tuerca a los cuentos de hadas donde todo parece seguro y nada lo es.
¿Qué ocurre en “Nochebosque”? Una joven, Paula Sorsky, es contratada para cuidar de Osip, un niño de once años durante un verano. Las cosas parecen sencillas, las cosas parecen brillar pero en realidad un resplandor oscuro se apodera de la novela a medida que se suceden los hechos de una trama inteligente, que sabe tocar los resortes del miedo.
Los sentidos juegan un papel importante en esta novela a la hora de leerla: tacto, gusto vista, son estimulados por un Juan Carlos Chirinos que se crece a cada página que pasamos. Le gusta jugar con el lector, le requiere como cómplice, le motiva a seguir, a estarse al borde de la novela para no dejarse atrapar por las ganas de dar un brinco, de mirar para atrás, de encender la luz.
Los personajes creados por Chirinos son difíciles de olvidar y para mí Osip es uno de esos que uno no se cansa de darle vueltas. Es un niño en cuya presencia todo se densa. Tiene algo del miedo que nos metió en el cuerpo Chicho Ibáñez Serrador en su película “¿Quien puede matar a un niño?”. Detrás de él hay algo oscuro, algo no resuelto, una inclinación inquietante que reclama una explicación que el lector debe darse.
Paula Sorsky se transforma, muta, se va dejando arrastrar y nos arrastra por sus recovecos de sensualidad y terror que poco a poco nos asaltan en un franco secuestro a favor del autor y su trama. Esta chica tiene algo que provoca, evoca y paraliza. Seguirla por la novela es exponerse al grito.
Luego está la atmosfera de la casa y el bosque de San Guinefort, el aire tranquilizadoramente volátil de los cuentos de hadas enfermos de realismo, expuestos en su revés más oscuro. Un homenaje en toda regla a esos cuentos de antes, los que ya se encargó de interpretar, vía psicoanálisis, Bruno Bettelheim y que ahora Juan Carlos Chirinos convierte, sus elementos cruciales, en materia de miedo.
Pero, volviendo a la novela, todo es raro en aquella casa. La madre del niño, su extraña viudez ¿Qué paso con su marido? Su círculo de amistades, el bosque que parece artificial, la casa, la casita… Nada es lo que parece y a medida que avanza el relato nos adentramos en un terreno boscoso e inesperado, nos van asaltando  las incertidumbres y los pavores. Con un magnífico dominio de la tensión y el suspense, Chirinos nos pone un trocito más de pan para que no nos perdamos del camino, para que le sigamos hasta la casita del bosque acompañados de Osip y su “osito” (el Señor Fenris) que ya verán lo que le ocurre en un momento terrible del relato.
Juan Carlos Chirinos lo ha vuelto a hacer: una excelente novela. A los amantes del suspense y del terror psicológico no dejen pasar “Nochebosque”. La literatura del autor venezolano promete nuevos títulos y nosotros estaremos allí para invitarles a que pasen miedo o a leer que, muchas veces, es lo mismo.