19 febrero, 2011

Por los Senderos con... José Alberto Arias




1.¿Puede la traición de una mujer provocar tanta maldad?

La traición de una mujer, de un ser amado, es capaz de provocar eso y más. Tengo la teoría de que el amor es odio vestido de atenciones, esto es, es fácil amar a alguien pendiente de ti, de tus necesidades, de tu vida. Cuando esto cambia, puede causar indiferencia, cierto, pero el dolor de la pérdida pesa más y nos hace decantarnos por el odio. Por eso, yo siempre defenderé a Peter, la gran víctima.

2. ¿Cómo nace la idea de crear una contranovela? Dices que fue una promesa pero ¿en qué momento se encendió la chispa?

La idea es la siguiente: a una amiga le gusta Peter Pan; a mí, contarle historias de miedo. Una tarde le prometo la historia de terror sobre Peter Pan, pero tenía que escribirla. Al principio era sólo una historia de terror, una exageración de algunos síntomas que ya aparecen en la novela original de Barrie. Luego recordé el final, la promesa y a Ismael Serrano, que hablaba de “la traición de Wendy” y de cómo se ven obligados a crecer. Y seguí su disco canción por canción hasta acabar pervirtiéndolo todo.

3. Defino tu novela como una obra de fantasía terrorífica ¿estás de acuerdo?

Estoy de acuerdo, pero creo que en esencia se trata más de una historia de amor narrada como una novela de terror. Pretendía ser una fantasía terrorífica, pero las circunstancias de la vida hicieron del amor el eje que lo movía todo.

4. ¿Qué le debe tu literatura al cine?

Honestamente, mucho. Hay en la novela escenas calcadas de películas (American beauty, por ejemplo) y series de televisión (entre otras, Buffy cazavampiros). No es ya sólo una cuestión de intertextualidad. Creo que todo está en comunión: hay referencias también a canciones (Vetusta Morla, Nina Simone…), a otros libros… Es un pastiche. En cualquier caso, creo que mi vida en general le debe mucho al cine.

5. ¿Cuándo llegaste a la convicción de que eras escritor?

Creo que no me he atrevido a definirme como escritor hasta este año, aunque lo tenía claro desde hace tiempo. Es una necesidad. Pero hasta este año, entre presentaciones y encontrar mi libro en tiendas, no me lo he creído. Después de todo, aún tengo 23 años…

6. En un momento de la novela (p. 155) se dice que hace falta estar muerto o tener mucha imaginación para llegar a Nunca Jamás. Tú que has estado allí y nos lo describes ¿Eres un zombi o tienes mucha imaginación?

Tengo mucho de zombi, me despierto tardísimo y mal. Si de mí dependiera, viviría en la cama. A veces hace falta morir un poco para llegar a Nunca Jamás; lo cierto es que algunos capítulos de la novela fueron un auténtico descenso a mis infiernos personales, y creo que esto queda plasmado en la atmósfera y protagonistas.

7. ¿Qué lee en estos momentos José Alberto Arias?

Ahora mismo estoy absolutamente enamorado de Ricardo Menéndez Salmón, pero en mi mesita están El camino de Kerouac y El resplandor, de Stephen King. Le estoy metiendo también bastante caña a la poesía, aunque sobre todo en la red de redes.

8. ¿Es el “Nunca Jamás” de tu novela un retrato de nuestro tiempo y nuestros dirigentes?

Lo cierto es que no pretendía que mi Nunca Jamás fuera un reflejo de nada, aunque, como vengo diciendo, acaba siendo un recuerdo de una etapa que está grabada a fuego en mi vida. Tendrá miles de lecturas, por supuesto, pero me gustaría creer que nuestro tiempo tiene más luz que el País Donde No se Crece.

9. ¿En qué trabajas en estos momentos?

Estoy metido en demasiados proyectos. Trabajo principalmente en una revista cultural, La cuerva, que verá la luz en diciembre. También estoy metido en varias antologías de terror que organiza Nocte, la asociación española de literatura de terror. Y los proyectos literarios más ambiciosos son una novela, Queridos niños, y el poemario El abrazo del koala. Todo esto además de colaboraciones con colegas escritores, mis distintos blogs (a quienes han leído La traición de Wendy les interesará la bitácora que creé para el libro, http://latraiciondepeter.blogspot.com/) y revistas donde publico artículos y… creo que debería rebajar el ritmo.

La traición de Wendy (Reseña)

Todos conocemos a Peter Pan de un modo u otro. Para los lectores de ficción es la novela de J.M Barrie, para los psicólogos es el nombre de un síndrome derivado de la propia obra. Pero para todos es un hecho: Peter Pan es uno de esos personajes universalmente conocidos y más aun si alguien como Michael Jackson reconocía tener algo del niño que no quería crecer e incluso vivía en un rancho llamado Nunca Jamás, Never Land, la tierra y escenario de las peripecias de Peter y sus amigos.
Pero ahora ocurre algo siniestro: la aventura del niño que no quería crecer y su amiga Wendy no se acaba donde Barrie puso el punto final. La aventura sigue y toma matices siniestros. En “La traición de Wendy" (Editorial Berenice, 2010), José Alberto Arias consigue situarnos al borde de la locura con un ajuste de cuentas de tintes universales.
Wendy dejó a Peter pero ¿cómo le afectó este rechazo? ¿Habría en Peter una reacción violenta por este abandono? José Alberto Arias cree que sí y desarrolla en esta novela inteligente una trama que no les dejará indiferentes.
Peter Pan, despechado, convierte la Isla de nunca Jamás en una suerte de territorio del horror, violento en donde las muertes terribles de los niños que allí llegan se convierten en la tónica natural, un lugar al cual se llega de una de dos maneras: o por la muerte o por la locura (pág. 155).
Pero que esta sucinta descripción del marco de la novela no les despiste. En el fondo tenemos en esta brillante novela una historia de amor que termina derramándose de manera terrorífica y angustiosa. Esta obra es un excelente catálogo de la transformación del ser humano, del cambio que se opera cuando lo que más queremos falla.
José Alberto Arias construye unos personajes muy bien definidos psicológicamente. Aquí lo fundamental es la supervivencia y la actitud ante la adversidad es un punto a favor para los que han caído en las garras de Peter. No se detiene el autor ante las consecuencias de una personalidad oscura y atormentada, no se arredra ante la brutalidad de un ser humano traicionada y abandonado, con el poder absoluto sobre los que le rodean.
Las imágenes del sufrimiento en Nunca Jamás son brutales. Horrorizan las posibilidades de la maldad. Pero en esta novela no son un ejercicio de autosatisfacción artística de un autor sádico: se trata de dejarse llevar por la personalidad de un Peter Pan que se lleva a sí mismo y a los lectores hasta las últimas consecuencias de su lógica vital. Por todo ello estamos ante un autor hábil, consciente de fidelidad que se debe tener con la manera de ser de sus personajes y que no fuerza situaciones que convertirían la historia en un mero conjunto de palabras.
Kate y Ruth son las otras protagonistas de esta novela, hermanas y muy inclinadas a la lectura, sobre todo la mayor, Ruth. Un personaje de mucha fortaleza y valentía, elementos del carácter que le salvan la vida después de todo. Todo es lo que debéis descubrir sin falta. No se arrepentirán, o sí…
Esta es una novela atrevida, que mira a Barrie y su mito y busca si revés sin renunciar a nada, a ninguna posibilidad. Atrevida y muy plástica, “La traición de Wendy” está llena de grandes momentos cinematográficos dignos de Tarantino, los Cohen o el mejor Alex de la Iglesia. Un acierto que lo premiaran con el Andalucía Joven de Narrativa 2009 y un acierto será seguir de cerca la carrera de este joven valor de las letras españolas.
Créanme, nada será igual después de leer “La traición de Wendy”: los sueños serán pesadillas y dormir se les hará más difícil. Pero no se fíen cuando despierten y parezca que todo ha pasado: una sombra suelta puede andar rondado por el dormitorio.

13 febrero, 2011

Y en Papel en blanco... Dos españoles, héroes de la II Guerra Mundial

Encontré el otro día, hurgando en mi biblioteca, un viejo texto de Juan Cabal, nada menos que del año 1977 del pasado siglo por la Editorial Juventud. El libro en cuestión se llama ‘Los héroes universales de la literatura española’ y en su día lo compré porque incluye entre los grandes héroes literarios a uno de carne y hueso, el Cid Campeador. La posibilidad de que un ser humano se convierta en ficción me pareció muy interesante, sobre todo si comparamos a El Cid con Don Quijote. Pero ese es otro tema.

Los héroes han cambiado, no en su fondo teórico pero sí en su forma de presentarse ante nosotros como personajes de ficción, en su empaque como es obvio. De allí que vayamos a visitar a dos españoles de ficción tan reales como cualquier lector. Ambos nacen del trabajo de dos grandes novelistas: Ignacio del Valle (Oviedo, 1971) y Javier Menéndez Llamazares (León, 1973). Ambos coincidieron en 2009 publicando historias de héroes españoles durante la II Guerra Mundial.

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Memorias (Reseña)

Las memorias se escriben para dejar testimonio por escrito de lo que fuimos y de donde nos encontramos al escribirlas. Son también una catarsis pero sobre todo son testimonio de nuestro paso por este planeta. Si el que recuerda es un personaje público y relevante entonces sus memorias se convierten en luz que disipa dudad sobre detalles de la historia que nos es común.
Eso pasa con estas emocionantes memorias de Teodulfo Lagunero (Valladolid, 1927) que publica Umbriel-Tabla Rasa (2009) y prologa la novelista Almudena Grandes. Memorias que concretan hechos difusos, pone acentos donde debe y que despoja de brillo inmerecido ciertas afirmaciones que no son del todo ciertas sobre la historia de la Transición española. Son unas memorias llenas de ternura, firmeza y lucha.
La memoria de Teo va hasta su infancia cuando la Guerra Civil y sus horrores perturbaron la paz de un país y lo sumió en una dictadura larga y negra. Los días de juventud rebelde, la búsqueda de su lugar en el mundo, el nacimiento de un brillante hombre de negocios. Teo se llega a codear con los mismísimos príncipes de España, Juan Carlos y Sofía, y vistiendo un traje caro que llevó para verles y comiendo con su hija en Maxim’s en el corazón de París, se topó con un hecho que cambiaría su vida: una manifestación del 1 de mayo de 1967. Es allí cundo Teo vio “la luz de esas banderas”, banderas republicanas y rojas. Aquí cambia la vida de Teodulfo Lagunero que se entrega a la lucha contra el régimen desde dentro.
Las luchas, los documentos, cartas imágenes, conversaciones, tiene que venir a verlas el lector interesado en la Historia de España. Teodulfo Lagunero recuerda contra el olvido y llena de luz muchas estancias de nuestra reciente Historia. Estas son memorias que hay que leer para una mejor comprensión de esta España reciente y de cómo se gestó su nacimiento democrático.
Cabe destacar el cariño con que Teo recuerda a los poetas y amigos literarios que ha ido teniendo en su larga vida. Nos asomamos al afecto que tiene a Rafael Alberti con el cual vivió en Roma junto a María Teresa León y a los cuales trajo él de vuelta a España una vez las cosas estuvieron en su sitio. Una amistad de mutua admiración a la que Teodulfo Lagunero está muy agradecido.
Leemos también del deterioro del Partido Comunista, la salida de Carrillo y el desencanto que le sobreviene por estos hechos. Pero Teo no se hunde en la pena, sigue mostrando una energía y una convicción republicana sin fisuras que más de uno quisiera hoy para sí.
Como afirma Almudena Grandes, la vida de Teodulfo Lagunero podría ser perfectamente una interesante novela pero una vez más la realidad ha superado la ficción con creces y nos deja una vida para considerarla con sus hechos luminosos y sus grises como en toda existencia que se ejerce con libertad y rebeldía contra lo impuesto. Estas “Memorias” deben dar que hablar y decimos deben porque en una España desmemoriada como esta es posible que nadie se fije en ellas corriendo el riesgo de caer en la condena de volver a repetir la historia por no conocerla, por no ser agradecidos con todos aquellos que arriesgaron su vida para que hoy vivamos en libertad.

12 febrero, 2011

Lo inolvidable (Reseña)

Eduardo Berti (Buenos Aires, 1964) llevaba sin publicar un libro de cuentos dieciséis años y la espera ha valido la pena. Con el miedo escénico justo y con la seguridad del trabajo bien hecho, Páginas de Espuma publica “Lo inolvidable” (Páginas de Espuma, 2010), textos que prometen a los seguidores de Berti en particular y a los amantes del cuento en general, horas de intensa belleza literaria.
El tema de fondo de estos once cuentos es la memoria, el olvido y sus múltiples maneras de convocarlos, de vivirlos y de mezclarlos. Un olvido o una memoria que los personajes de estas ficciones llevan hasta sus últimas consecuencias exponiéndose a ser transformados por la misteriosa fuerza y misterio de eso que llamamos memoria.
Técnicamente Berti nos tiene acostumbrados a la precisión, (léanse “Los Pájaros” y “La vida imposible”) al detalle manifiesto u oculto que hace saltar el aparato literario para que nos sobrevenga el disfrute estético. Los cuentos del argentino son un ejercicio de constancia y paciencia que se traduce en cuentos muy bien trazados, bien rematados, que dejan con un eco en la memoria, dejan algo perdurable.
Vamos a someternos a la injusta disciplina de comentar cuatro textos de este excelente libro, aunque les adelanto que los once están en un nivel muy alto de calidad literaria y de apego a lo humano algo que es muy difícil de conseguir. La emoción es uno de los factores que Eduardo Berti sabe tratar muy bien y que hace aparecer para en el momento justo para asustarnos, hacernos reír o llorar.
El libro comienza con un texto hermoso en lo formal y conmovedor, “El inicio”, que retrata el camino de un padre y un hijo de la mano rumbo a la escuela, en una sucesión de ambigüedades que llevan a un final intenso, con un fondo emocional que sólo se puede hacer en literatura.
En “Diario de una lectora de diarios” asistimos a la brutal y paulatina ruptura con la realidad, una forma elocuente de olvido. Una mujer, viuda, decide leer todos los periódicos llegando a una obsesión tal que la distrae de todo lo que le rodea y todo somete a esa obsesión, incluso su relación con su hija. Un cuento de una envergadura psicológica que describe muy bien el momento en el que alguien deja este mundo para perderse en uno paralelo que lo aleja del resto de los mortales.
La mentira o la verdad” juega con el tiempo y nos hace asistir a un engaño, simple dirán algunos, pero que arrastra a su protagonista a una culpa inmensa durante veinte años y que se pondrá de manifiesto el día en que celebra esa cifra de años casado con su mujer. Es un cuento perturbador, que en su sencillez nos encierra en una caja de cristal desde la cual no podemos advertir al protagonista de la que se le viene encima. Plantea si mentir o no, pone al protagonista en un brete que parece tener fácil resolución pero que no la tiene ni mucho menos.
Pero sin lugar a dudas, para mí, el que más interés estético y lúdico despierta es “Retrospectiva de Bernabé Lofeudo”, un interesante “programa de mano” de una retrospectiva dedicada este interesante director argentino cuyos avatares personales y cinematográficos vamos conociendo mientras leemos las críticas de sus películas, adelantadas a su tiempo en técnica y temática y que constituyen parte de la gloria cinematográfica argentina. Destacan de los personajes de este cuento Pascual Guidi, un boxeador argentino que quiere ser actor. Este cuento bien trabajado, construido con una precisión literaria y cinematográfica, que demuestran lo bien que maneja Berti el séptimo arte, hacen que sea uno de los disfrutes más intensos de este libro.
Falta espacio para destacar Los demás cuentos: la extrañeza de “Volver”, la tristeza de “Lo inolvidable”, la brutalidad de “Salvar a la Gioconda” o el inquietante terror de “Fantasmas” que cierra el libro, un libro que requiere varias lecturas, porque lo pide el cuerpo y la mente, porque el sentido estético de los buenos lectores lo requiere.
Sin duda alguna este libro de Eduardo Berti presagia más literatura, más cuentos, un texto que sólo Páginas de Espuma podía poner en nuestras manos con ese ojo experto para captar lo mejor de lo mejor del cuento hispanoamericano que se está haciendo en este momento. Un libro que sin duda va a ser uno de esos que dará que hablar y que convertirá a más de uno a la religión del cuento.

Por los Senderos con... Eduardo Berti


La habitación donde conversamos con Eduardo Berti está llena de libros y la decoración te transporta a un pasado en sepia. La Editorial Páginas de Espuma tiene ese prodigio instalado en su atmósfera. Berti es un gran conversador aunque esa tarde tenía la voz tocada de tanto hablar. Llegó el té, ofrecido por un anfitrión de lujo, y la conversación comenzó por la música, los hijos y la cultura popular para terminar hablando de Rubén Blades y José Luis Perales. Joaquín Sabina también fue mencionando. Pero entramos en materia, en la materia de “Lo inolvidable”.

1. Dicen los expertos en materia de memoria que en realidad el olvido como tal no existe, lo que ocurre es que guardamos mal la información. ¿Qué piensa el autor de “Lo inolvidable” sobre esto?

Hay una cita que repetía muchas veces Borges, que ya metaforizó mucho lo del tema del olvido y de la memoria con Funes, y que se la atribuía a Swedenborg que decía que Dios nos dio un cerebro para olvidar. Están tan íntimamente ligados y cuantas veces creemos que hemos olvidado algo y como dice, como no, el señor Proust, aparece en el momento menos pensado eso que creíamos olvidado. Está todo en el cerebro, lo que pasa es que el cerebro es un gran misterio. Este último tiempo estuve leyendo con enorme interés los libros de Oliver Sacks y pensaba que hoy no hay mayor “terra incognita” que nuestro cerebro. Si hoy día tuviéramos que escribir libros sobre las maravillas del mundo como hace miles de años uno de los prodigios que tendríamos que mencionar es nuestro cerebro. Conocemos el mundo, hemos pisado la luna pero nuestro cerebro sigue siendo un gran misterio. Cuando lees a alguien como Sacks te das cuenta que es literatura fantástica, es asombroso. La memoria y el olvido están allí.

2. Dieciséis años después publicas un libro de cuentos. ¿Hay presión, miedo escénico?

A la mayoría de los que escribimos nos pasa. El día antes de la publicación del libro tengo ganas de ir y confiscarlos todos. La seguridad absoluta es peligrosa. Ha pasado mucho tiempo sin darme cuenta. Escribí novelas, haciendo las antologías, me mudé de país. Me pasó como con “La vida imposible” que en un momento dado tuve cinco o seis cuentos que conformaban algo. Que serían todavía dos o tres más y que los otros quince o diez que tenía esos no iban bien. Entonces dije, ¿quién me apura? nadie y lo hice con calma, con ansiedad, claro, con ganas, con entusiasmo. Y cuando sentí que los cuentos que se iban sumando congeniaban… es un proceso difícil de explicar es como cuando ves que dos persona pueden ser amigos entre ellos, son afinidades difíciles de explicar. Los cuentos son distintos, los personajes, los ámbitos pero hay cosas allí afines, la memoria, cómo funciona…


3. El libro arranca con un cuento conmovedor “El inicio”, un cuento en el que un padre y un hijo van de la mano a la escuela…

Me parece que es un cuento que me confirma a mí, yo no escribo cuentos para probar ideas teóricas ni nada por el estilo pero finalmente uno tiene sus ideas sobre la literatura y escribe con su gusto, que entre lo trillado y lo singular a veces hay un paso muy pequeño, que no necesariamente hace falta bajar un elemento divino, que a veces puede ser un pequeño detalle, una pequeña epifanía, un cambio de punto de vista…

4. ¿Es escribir una manera de olvidar o de recordar?

Es todo. Escribir tiene que ver con la idea de lo memorable, lo que uno quiere dejar y salvar del olvido. Los libros, las bibliotecas son la memoria de la Humanidad pero al mismo tiempo cada novela, cada cuento, todo el tiempo en cada cosa que se narra, se tiene la opción entre lo que se dice y lo que no se dice, no se puede narrar todo sino volveríamos a Funes, o a esa otra cosa que decía Borges que es una variante de Funes que es los cartógrafos del imperio que hacen un mapa que es igual al imperio y la literatura no es eso. Cuando te pasa algo estás olvidando y recordando a la vez, privilegiando cosas, ese es el mecanismo todo el tiempo. También es verdad que las cosas inolvidables, aunque sean difíciles, son las que nos hacen escribir. Y también escribimos con la ilusión de que sea inolvidable, es como una ida y vuelta.

5. En “Diario de una lectora de diarios” una mujer, por la muerte del marido se encierra en el ambiguo mundo de la lectura de todos los periódicos elige lo que yo quiero llamar “la ficción” de las noticias y pasa de su hija…

Es raro. Yo en mi vida he visto gente que en su viudez se aferra a los hijos y también lo opuesto. Tiene que ver con el vínculo que tuvieron antes. En el cuento tiene un vínculo extraño, la hija tiene una relación rara con un tipo. Hay algo que en esas familias no está muy bien antes de la muerte del ser querido. Es un ambiente raro. Luego está mi experiencia como periodista y mi vínculo con las redacciones y haber estado un poquito de ese lado. Hay como un guiño y pequeños ajustes de cuentas y homenajes a esa etapa como periodista.

6. ¿Qué le debe tu literatura al cine?

Hay elementos de la cultura popular de las cuales podemos aprender muchísimo. Pero es muy raro porque a la vez uno lee a escritores del siglo XIX y hay técnicas del cine que ya están allí. Las descripciones, con todo lo moroso que es Balzac, en Papá Goriot, cuando describe la pensión, primero hace un travelling de izquierda a derecha, luego entra, sube la cámara, muestra el cartel, baja, entra, recorre todo el edificio, lo muestra adelante y atrás, es cine, está con el carrito, no sabía, no era Julio Verne. Hay cosas que el cine ha puesto en práctica, que ya existían registradas en las novelas y que hoy las vemos como cine. El cine enseña mucho.
Yo trabajé un tiempo haciendo documentales y durante cuatro años pasaba el día delante de un ordenador compaginando. Para mí lo más parecido a escribir es compaginar. Yo he escrito guiones pero lo más parecido a escribir novelas no es hacer guiones, es compaginar, es armar el relato, las secuencias y es tan gráfico, lo ves en los programas informáticos, es estructura pura y yo aprendí muchísimo: aprendí a ver cine, a leer de otro modo. Es una ida y vuelta entre el cine y la literatura.

7. En “La mentira o la verdad” se sostiene una mentira durante muchos años. ¿Se puede hacer algo así?

Yo creo que el protagonista tiene un miedo insensato, es como una bola de nieve que mezcla la culpabilidad llegando al absurdo, es una espiral, un crescendo, casi absurdo pero que en su miedo es lógico y coherente. Es el típico caso que visto desde fuera uno dice “por qué no reacciona” pero el que está dentro no tiene esa distancia. Después está el tema de la hija. De la mujer podríamos decir hasta que en un momento se da cuenta, no le importaría el hecho pero creo que a él le preocupa mucho la mirada de la hija porque parece que relanza la situación y sobre todo en esas fechas mágicas como un veinte aniversario de matrimonio. Él está atrapado en esta espiral absurda y, aunque es una tontería, ya es tarde.
Es un cuento difícil. Yo me pregunté qué efecto podría tener en el lector porque el riesgo podría ser que el lector dijera bueno no es tan difícil y tal vez sea su punto débil. Yo traté por todos los medios estar muy focalizado desde el narrador para tratar de lograr al máximo posible esa identificación aunque sea con una distancia crítica. Fue uno de los cuentos que más me costó desde el punto de vista de escritura, de concisión, y que en esa espiral se volviera reiterativo. Es el cuento que más me costó y el que más dudas me deja, pero valía la pena el riesgo.

8. De “Retrospectiva de Bernabé Lofeudo”, hay un personaje que creo que debes rescatar en otra parte y que a mí me fascina. Se trata de Pascual Guidi, que cada vez que va a entrar en una de las películas le pasa algo, el típico perdedor…

Hubo un actor muy famoso del cine argentino, pero muy famoso, Pedro, Pedrito Quartucci. El llego a ser boxeador olímpico y claro, es raro que los boxeadores lleguen a ser galanes de cine. Ya sabemos que Benvenutti, Monzón fueron actores, pero es raro, en general era el nadador, Weissmüller, pero no el boxeador. Este Pedrito Quartucci, fue peso mosca, era flaquito, de voz finita, elegante… Siempre me fascinó, era actor de cine en blanco y negro en los años cuarenta y cincuenta. Y allí está el homenaje.
Ocurre mucho que los personajes que nos hacen reír son los que se les suele llamar de efecto fijo, los que no son perdedores van cambiando mientras que estos insisten en perder.

9. En el cuento “Fantasmas”, que cierra tu libro, el protagonista tiene que encender la luz para darse cuenta si se ha quedado o elegir la oscuridad sin saber que ha pasado con los que le acompañan ¿Qué haría Eduardo Berti?

Creo que tarde o temprano la va a prender. Con esa pausa en el cuento le digo al lector, prenderla vos. Creo que la prendería porque la necesidad de compañía social y la curiosidad es más fuerte que todo. Me gustan estos cuentos que terminan en un gesto interrumpido. Es suspenso.
Yo aprendí lo que era suspenso literalmente en un libro que escribió David Lodge, el novelista inglés que siempre recomiendo. El hizo una serie de artículos para The Independent explicando en nada, en una página y media, conceptos: el narrador, verosimilitud, el suspenso. Y en suspenso el da dos o tres ejemplos donde literalmente un personaje queda suspendido. Viviendo yo en París fui a ver una película de Hitchcock, “Crimen perfecto”, en la versión tal y como la había filmado Hitchcock y en 3D. Hay una escena donde Grace Kelly queda suspendida arriba de todos nosotros, sobre las butacas con una tijera que casi te apunta a la cara y yo dije “esto es suspenso”, quedó suspendida literalmente.

10. ¿Cómo surgen los cuentos, cómo te van llegando?

Es muy inesperado. A veces es un personaje, una situación, a veces un punto de partida, un comienzo, o a veces, una imagen. Otras veces es claramente algo que he leído como en “Carta vendida”, que es un apunte en el libro de notas de Somerset Maugham. Lo leí y quise seguir, se me ocurrió algo y quise seguir. Es un misterio y a veces pasa como con el cuento “El color del ciego” que salió toda la historia y luego vino el trabajo formal de corrección. Con “Formas de olvido”, llegó un punto en el que lo dejé como por dos años y luego lo agarré como quien resuelve un problema de ajedrez y dije ¡ajá!, y quedó resuelto, pero es un misterio.

11 febrero, 2011

Tempus Fugit (Reseñas)

Para los que les gusta las novelas futuristas aquí tienen una de esas que les va a interesar muchísimo y sorprendentemente viene de la mano de un jovencísimo escritor que a base de muy buen hacer a conseguido trenzar una interesante historia.
Javier Ruescas (Madrid, 1987) ha escrito una novela que va y viene en el tiempo y que nos sitúa en un cruce de caminos donde tres personajes convergen y tienen que resolver sus necesidades, sus búsquedas y sus circunstancias vitales y que nos arrastran detrás de ellos.
La vida en el futuro de esta novela se ve truncado por una plaga inexplicable de jóvenes que se van quedando en coma. ¿Qué es lo que pasa? ¿Quién es el responsable? Para más inri el mundo futuro sufre las consecuencias del desastre ecológico que estamos perpetrando hoy con el planeta pero el desarrollo tecnológico aun posibilita la vida.
Una opaca empresa Tempus Fugit pone a disposición de las personas las cabinas de “teleporte” per algo empieza a oler mal…
Novela futurista y de ciencia ficción, cosida con muy buenos personajes, “Tempus Fugit” (Alfaguara, 2010), da una llamada de atención a los de hoy por lo que pueda pasar mañana con nuestro mayor activo: la vida de este planeta Tierra y sus recursos. Esta es la más evidente de las lecciones que podemos aprender.
En ese mundo ultra avanzado, tecnológicamente y de nombre tenebroso, Nuevomundo, nos damos cuenta de una aspecto interesante y que todos los escritores de este género hacen irremediablemente: constatan que el hombre, sea el futuro que sea, sea cual sea su avance tecnológico, adolece de las mismas enfermedades morales, tiene las mismas necesidades afectivas.
Pablo, un chico que inexplicablemente viene del pasado (de la Edad Media) quiere volver a su lugar de origen. Hannah, inadaptada y distinta, busca su sitio en el mundo y arrastra un arcaísmo elocuente: va en bicicleta a todas partes. Y Kleid un hombre-robot al que se le encarga la misión de averiguar cómo Pablo ha roto la línea de tiempo.
Es en eso cruce que apuntábamos antes en el que sobre todo Kleid va cambiando en la medida en la que va conociendo mejor a Pablo y a Hannah.
Diremos que los grandes personajes y antagónicos son Hannah y Kleid porque Pablo se va desdibujando muy pronto en la novela siendo él el detonante de toda la acción. Aun así las cosas resultan atractivos y la resolución de sus conflictos es bastante solvente.
Sobre el ritmo, no os desaniméis: vale la pena pasar los primeros compases de la novela hasta llegar al punto en que la novela arranca de verdad pasada la presentación de los personajes y el conflicto.
Tiempo de héroes y de grandes restos, en “Tempus Fugit” encontramos acción, amistad, y cierta dosis de heroísmo. Leída en clave de viaje nos adentramos a la búsqueda de la propia identidad, a la necesidad de encontrar el camino de vuelta a casa y sobre todo encontramos el cuestionamiento del orden establecido. Busquen a una tal Omega, es otro personaje interesante al igual que Gustav Mellier.
No duden en embarcarse en esta aventura, fresca, bastante original y que revela a un escritor joven que tiene mucho que dar y sin duda lo hará. El futuro lo dirá.

10 febrero, 2011

Manifiesto arquitectónico para la Universidad popular (Reseña)

Pensar es concretar, o por lo menos debe ser así. Es decir: deberíamos poder encarnar nuestra manera de pensar y de vivir no sólo en hechos concretos si no también, y esta es la propuesta central del presenta ensayo, en objetos concretos.
Esto que parece un asunto que linda casi con el absurdo es lo que resuelve de manera breve y brillante Michel Onfray (Argentan, 1959) en este delicioso ensayo titulado “Manifiesto arquitectónico para la Universidad popular”, publicado por Gedisa Editorial (2010) dentro de una colección (Filosofía. Serie CLA•DE•MA) que por los títulos nos parece como poco muy sugerente. Comparte autoría del ensayo con el arquitecto Patrick Bouchain que transforma en materia arquitectónica las reflexiones que quieren convertir el proyecto de la Universidad Popular en algo tangible, en edificios que representen (concreten en el sentido más estricto del término) la filosofía de ésta, es decir darle consistencia material.
En este ensayo las ideas toman forma, la vocación de intelectual, filosófica, conceptual, adquiere una dimensión estrictamente física, que despierta nuestra mente a toda una disciplina como la Arquitectura, que es mucho más que diseñar edificios y ponerlos en pie.
Onfray nos centra en un concepto que él llama “una escultura de sí mismo”. Nos empuja a convertir lo que creemos en un edificio vital que nos diferencie de los otros. No vale aquí el “todos los fuegos el fuego”, que diría Cortázar, porque no son “todos los hombre, el hombre”: la necesidad de ser individuo “aportante” a la sociedad de una voz que avance el sentir de uno y de todos es vital en los tiempos que corren. En palabras de Soren Kierkegaard, debemos buscar habitar nuestra propia choza y no el castillo de otro.
En esta articulación, ciertamente atractiva, de conceptos, hay uno que es para mí una de las grandes lecciones a poner en práctica ahora mismo: la máquina de transportar la voz. Consiste en oponer a “la razón mediática” “la razón mediológica” es decir, privilegiar la voz, la palabra por encima de la imagen, dar un ágora nueva donde el pueblo (de allí lo de popular) tenga una voz que se imponga a la tiranía de lo que se ve, priorizando lo que se escucha, lo que se puede decir, invocando la necesidad irrenunciable de la persona y no su imagen.
Uno de los disfrutes con los que cuenta el texto, son los bocetos de Patrick Bouchain que ilustra y demuestra como estos conceptos que son varios (el jardín de Epicuro, el Circo, el Ágora) toman una forma concreta, son interpretados y puestos en pie por la mirada dinámica de un arquitecto. Bocetos que en unos años se podrán visitar y serán testigos tangibles de estas reflexiones que apuntan al centro de los grandes problemas de hoy: la falta de ganas de pensar, el borreguismo masificante que distorsiona la realidad.
En días como estos en los que la televisión nos repite hasta la saciedad los mismos argumentos huecos, Michel Onfray propone que el individuo sea escuchado de viva voz proyectando así el pensamiento popular, despojando al ser humano de su masificación alienante.

08 febrero, 2011

Unos días en Brasil (Reseña)

¿Practican ustedes el fetichismo literario? Es esa curiosidad constante por conocer la vida íntima de los escritores en particular y en general sobre la Literatura. Los fetichistas literarios no nos contentamos con leer a nuestros escritores de cabecera, queremos saber cómo vivían, cómo escribían, qué les quitaba el sueño o que les producía una inmensa alegría. La trastienda de las obras literarias es nuestro objetivo. Creo que esta actitud ayuda a enfocar mejor las obras y pone en una perspectiva más clara mucho de lo que leemos.
Dentro del fetichismo literario queremos colocar este “Unos días en el Brasil (Diario de viaje) (Editorial la Compañía/Páginas de Espuma, 2010) del gran escritor argentino Adolfo Bioy Casares (1914-1999). La historia del mismo es la siguiente: Bioy fue invitado a una reunión del PEN Club en Brasil, un Brasil que estrenaba (todavía estaba en obras su nueva capital, Brasilia. A pesar de no estar muy convencido en un principio y sin ser amigos de esa vida extra literaria, decidió embarcarse en el viaja y durante esos días escribió este aleccionador diario.
Vemos al Bioy humano, con sus dudas, sus filias y fobias y hablando y opinando con libertad de todo bicho viviente. Opina sobre los congresos de escritores, sobre el carácter de los brasileros y hasta se atreve con el carácter de los diplomáticos argentinos (lean sino las páginas 33 y 34).
Un elemento aglutinador de este diario es el deseo que tiene Bioy de encontrase con Ophelia, una chica brasileña que le robó el corazón en 1951 en París al escritor y le dejó, según el interesado, con una gripe de quince días. ¿La volverá a ver? ¿Se encontrará con ella? Este elemento que parece más narrativo, que parece más técnica que recuerdo, cruza el diario y nos va llevando hasta un final que vale la pena que disfruten.
Otro deleite para los sentidos de fetichistas o no fetichistas es la publicación junto con el texto de este Diario de las fotos que el propio autor sacó durante aquellos días. Fotos que muestran una Brasilia desierta y en obras. Otra oportunidad de poder ver lo que Bioy vio en aquel viaje tan innecesario que le llevó a escribir este texto.
El excelente posfacio de Michel Lafon, construido a modo de diario, tiene en sí una mezcla de rigor intelectual y profunda nostalgia del amigo ausente. Lafon conoce a Bioy, lo admira, le traduce, se hace su amigo. Cuando muere Bioy, como el mismo Michel Lafon dice, es difícil no escribir cada cosa sobre su obra con un acento de nostalgia que lo impregna todo.
Un acierto editorial de Editorial la Compañía/Páginas de Espuma, que nos ponen en las manos parte del revés desconocido de uno de los grandes escritores de nuestras letras. Una suculenta pieza de colección y de lección para los amantes del fetiche literario que no escondemos nuestros vicios a la hora de leer.
Pero me preguntarán y que pasó con Ophelia. Pues tendrán que buscarla en las páginas de este diario. Ficción o no, esta “brasilerita dorada y rojiza, de ojos azules”, impregna todo de ficción y vida. Un personaje a la altura de las grandes novelas del autor argentino que no defraudará a sus lectores de siempre.

06 febrero, 2011

La cúpula (Reseña)

Imaginemos nuestra ciudad, nuestro barrio, el lugar que a diario llamamos “mi casa”, el sitio habitual donde nuestras vidas discurren. Una mañana, súbitamente, una cúpula invisible rodea nuestra vida y seguridad dejándonos aislados del resto de los mortales. Sumen a eso que la cúpula es indestructible y que nos quedamos con muy poco aire dentro de ella. Encima súmenle vecinos que esconden algo y que al parecer no quieren que la cúpula desaparezca. Piensen en cómo salir de allí. Después de esta suma, llega el miedo.
Superándose una vez más y no resignándose a ser el autor de grandes novelas como “Misery”, “El resplandor”, “La milla verde” (“El pasillo de la muerte”) o “It”, Stephen King (Portland, 1947) firma una más de sus novelas que pasaran a la historia. Construida sobre un inquietante hecho insólito, el autor construye un edificio narrativo que dará de que hablar. Dicen que ya está en marcha una serie de televisión basada en esta intrigante novela.
La cúpula” (Plaza y Janés, 2010) narra la historia del apacible pueblo Chester’s Mill en Maine donde vive el autor. La mañana del 21 de octubre una cúpula invisible deja atrapado al pueblo. Una marmota partida por la mitad y una avioneta que se hace pedazos son los primeros síntomas de que algo raro está ocurriendo. A partir de aquí, comienza el miedo.
A estas alturas no hace falta decir que el terror de King es de los más difíciles: el terror psicológico, el sobrecogimiento que suscitan hechos tan cotidianos que disparan la maldad de lo seres humanos. No son sólo sustos con terribles villanos, sino que asustan también las actitudes humanas. En esta novela, la más ambiciosa del estadounidense, el catalogo de maldades en muy exhaustivo y aleccionador.
Constituye “La cúpula” una excelente metáfora de la humanidad. El reto de King es que nos aislemos con sus personajes y en esa reducida escala miremos acara a cara el alma del ser humano. Intereses oscuros, despotismo y violencia por violencia son unas pocas de esas actitudes que salpican “La cúpula”. La lucha por sobrevivir, la búsqueda de la verdad, la desesperación de los que querían volver y no pudieron y la horrible sensación claustrofóbica de los que se querían ir son detonantes de las grandes y más bajas pasiones humanas. En un momento de la novela Julia Shumway propietaria del periódico local que está publicando una edición “de crisis” y gratuita dice en un artículo “¿hemos quedado también aislados del correcto proceder y del sentido común?”. Una clave para leer la dimensión de esta novela para nada moralizante (lo que tampoco sería un problema).
Técnicamente hay que destacar la enorme labor de construcción de los personajes, labor extremadamente difícil sobre todo teniendo en cuenta que las voces no suenan repetidas, cada una tiene su textura y su fondo. El libro tiene una lista de los personajes y asombra la cantidad y la calidad de los mismos. Incluso, para los amantes de los animales tres perros son destacados en medio de esta tragedia. Sin quiere saber que hicieron para ser mencionados en la lista de personajes tienen que leer la novela.
Ha valido la pena leerse toda la novela y no compartir el tiempo de lectura con casi ningún otro libro. Les recomendamos que cojan la novela, se sienten a leer y no se salgan de ella con ninguna otra lectura. La atmósfera que crea King en la novela toma posesión de nuestro cerebro y nos hace partícipes de ella. Pensaran en las intrigas, se despertaran por la noche pensando en los “compañeros de aventura y se lanzaran sobre el texto para ver cómo va la cosa. Al final tendrán novela para seguir rumiando y créanme, las actitudes de muchos personajes les irán sonando y descubrirán con horror que ya estamos dentro de esa cúpula, que se llama planeta Tierra y que no es muy distinta de la ficción del maestro Stephen King.
Esta novela la abordó un joven Stephen King por allá por el año 1976. La espera ha valido la pena y con la experiencia y la sólida carrera que ha fraguado ha conseguido construir una novela que como ya hemos dicho se convertirá en metáfora y sobre la cual iremos más de una vez en la vida. Un lujo de novela que no les va a dejar indiferentes y que pasadas sus 1132 tendrán la sensación de que han asistido a un hecho reservado sólo para unos pocos.

05 febrero, 2011

Narración de la llovizna (Reseña)

Un paseo otoñal bajo una suave llovizna, así es el poemario de Antonio Orihuela (Moguer, 1965) “Narración de la llovizna” (Ediciones Baile del Sol, 2009), una poesía que cala en lo profundo del alma y decimos “calar” porque en este tránsito sin paraguas de la “Lluvia” hasta “La muerte” pasando por “La púrpura”, se nos va tejiendo en las entrañas una profunda levedad de la existencia, un cansancio reflexivo que evoca el viaje que estamos llevando a cabo mientras vivimos.
Distribuidos en tres partes (Lluvia, La púrpura y La muerte) Orihuela construye un universo que por otoñal y maduro no necesariamente presagia un inminente final. Palpitan en ellos la memoria y la nostalgia, la alegría y la esperanza en una sucesión de imágenes de gran calado estético que alcanzan momentos de intenso lirismo.
Hay en esta poesía una sólida construcción sobre la brevedad lo que dota de contundencia el texto que son disparos, “chuzos de punta” que se precipitan sobre el lector que persigue en esta narración tormentosa al poeta que se lee y se redacta ante nuestros ojos convirtiéndose por momentos en nuestro alter ego, sorprendiéndonos en cada esquina de sus poemas con unas instantáneas que tienen la familiaridad de los déjà vu.
Abruma el poema brevísimo sobre la página en blanco, que se convierte en desafío, como una mirada que se sostiene para que se le mire bien, como una invitación a concentrarnos para ser absorbidos por una súbita densidad que nos lleva a cerrar el libro y a pensar. Una muestra es el poema de la página 27: “Vienes de lejos, /lenta astilla que quedaste/atravesada en mi pecho”. Una rotunda imagen del leve picoteo que las circunstancias hacen en la piel de la vida y como esa herida nos acompaña
De las tres partes quiero destacar un poema. En lluvia destaca Las palabras… un canto a las palabras como elemento transformador de la realidad y de la vida. En la purpura este: callas,/ pero no hay paz/ en el silencio”, imagen de los conflictos que el silencio sólo subraya, los enconamientos que se roen callando. De “La muerte”, mi favorito, “Un país a nuestro dolor”, un canto a los que nos sentimos poco a poco extraños en nuestra propia tierra, una constatación de una muerte paulatina que tiene su única resurrección en el recuerdo. Es un poema directo al alma.
Un poemario cargado de limpieza, formal y estética, una apuesta por la vida y su conjuro de fantasmas y tristeza eso es narración de la llovizna que nos invita a buscar más de la poesía de Antonio Orihuela y su trabajo no sólo literario sino también ensayístico. Un poeta que apuesta por una poesía de altura y por otros poetas que están llevando a cabo una labor estética que merece ser apreciada. Sin duda los amantes de la buena poesía tendrán en este libro un encuentro con la poesía con letras mayúsculas, con un refrescante paseo bajo la llovizna.
PD: La foto de la entrevista es de Juan Sánchez Amorós.

Todos los sábados, Por los Senderos con...


A partir de hoy vamos a publicar cada sábado una entrevista con un escritor que tenga un libro publicado recientemente. Por los Senderos con... hablará con poetas, ensayistas, novelistas cuentistas y cualquier otro "ista" que, tirando de su buen hacer literario, hable con nosotros sobre su obra.
Van a pasar por aquí, Eduardo Berti, Miguel Rubio y Jorge Espina entre otros que van a recorrer estos Senderos conversando con nostros. Hoy abrimos con Antonio Orihuela, poeta, y la reseña de su poemario "Narración de la llovizna".
Esperamos que estas charlas por los Senderos nos vayan mostrando más escritores a los que leer y conocer un poco más.

Por los Senderos con... Antonio Orihuela.


Conversamos con Antonio Orihuela una de las voces poéticas que tienen mucho que decir dentro de la poesía española contemporánea. Trabaja ahora en un ensayo que veraá la luz muy pronto y es un entusiasta de las letras, la cultura y claro está, la poesía con mayúscula.



1. Rotundidad de lo breve. Así defino yo este poemario tuyo ¿Cómo has llegado a este tan difícil equilibro entre imagen, ritmo y palabras?

Pues no sabría bien qué decirte… pero espero que todo lo que escribo surja de esa síntesis. Me alegra saber que en este libro, a tu juicio, eso está conseguido. Saber que la editorial Baile del Sol vuelve a apostar por él, sacando una segunda edición, lo que ya es difícil en un libro de poesía, me pone tras la pista de que algo bueno han debido ver en él los lectores.

2. Tengo mi teoría aparte de la cita de José Mª Parreño pero ¿puedes explicarnos el título del poemario?

El título hace referencia a la lluvia como hecho poético, como realidad y como metáfora del pasado, que tal vez sea su parte más fértil, en él la lluvia se vuelve trasunto de un refrescar la memoria, de un limpiar con ella los muchos errores, sanar desde ella las heridas, los cortes, los trazos de la pasión, y festejar bajo ella la vida.


3. ¿Es este un poemario otoñal en la vida del poeta o todavía te quedan primaveras?

Biológicamente estoy, desde luego, comenzando el otoño de mi vida, y desde esa certeza trataré por todos los medios de prolongar la primavera que yo entiendo como un continuar abierto al asombro, a la ilusión y a las ganas de seguir trabajando en lo que creo.

4. Según el poema de la página 93 ¿es el dolor un mejor hilo para volver a la memoria o la alegría también es un hilo válido?

El dolor es un hilo delicado, desde luego, tienes que tener cuidado con él, mantenerlo tenso y saber que está ahí, siempre al acecho… el poemario con estas prácticas intenta conjurarlo, sanarlo y en la medida de lo posible, darlo por cerrado, transformarlo en un dolor que ya no duela.
Escribir sobre la alegría es lo más difícil del mundo, yo creo que a lo más que me he acercado es a escribir sobre un alegre dolor.

5. ¿Cuándo nació Narración de la llovizna como libro y que criterio seguiste para ir sumándole poemas?

Narración de la llovizna” se venía gestando desde el año dos mil y en el dos mil tres decidí darlo por cerrado, lo envié a una entonces desconocida y juvenil editorial canaria que había conocido en los EDITA, los encuentros de editores y escritores de Punta Umbría (Huelva) que lleva organizando Uberto Stabile desde hace más de quince años, y poco después lo publicaron ellos. El criterio que seguí para elaborar el libro fue ir desgajando, de lo que entonces estaba escribiendo, aquellos poemas que veía que no encajaban en otro libro en el que andaba: “La ciudad de las croquetas congeladas”, que también publicó Baile del Sol unos años después. Digamos que la dimensión pública de “La ciudad de las croquetas congeladas” contrastaba con los textos que finalmente engrosaron “Narración de la llovizna”, donde lo íntimo adquiría una potencia autónoma difícil conciliar más que consigo misma. A pesar de esto, continúo defendiendo que también lo privado, lo íntimo y lo personal es político, pero tenía claro que el ritmo y el tono estaban agrupando mi producción de esos años en dos libros distintos.

6. La cita de Manolo el conductor del autobús me llevó directo a “Los heraldos negros” de Vallejo, “hay golpes en la vida…” ¿qué opinas?

En efecto, eres el primero que percibe esta relación. Como poeta estoy siempre especialmente atento a lo que la voz del pueblo se deja hablar, y en esta ocasión, fue Manolo, el señor que conducía el autobús que nos traía de vuelta a casa después de un viaje de fin de curso con los alumnos del instituto el que provocó este pequeño satori, esta iluminación que recrea para mí, y para cualquier otro lector atento, los versos de Vallejo… Manolo se refería, claro está, al alboroto que los niños iban montando en el autobús a medida que nos acercábamos a casa, ellos habían pasado uno de los ritos de tránsito más hermoso, esa excursión que suele ser la primera que uno hace de adolescente y que, a veces, significa tantas cosas: alejarse del ámbito protector de lo familiar, explorar lugares desconocidos, enamorarse tal vez por primera vez, compartir con los amigos una aventura especial, etc. También es el fin del instituto y con él de la adolescencia, y el comienzo de algo que no se sabe bien a dónde los llevará: la universidad, el trabajo, la vida adulta, en suma, de algo que empieza a asomar y con lo llegarán, como decía Manolo, “los golpes”, las revelaciones, las frustraciones, los hallazgos maravillosos… Me pareció entonces que ningún chamán podría haber dispuesto mejor a sus neófitos para asumir la entrada en la vida adulta que Manolo con ese verso suelto… El conductor del autobús de la vida nos preparaba para el porvenir, con acento andaluz cerrado, y nos dejaba el regalo de este mantra maravilloso: “Niño, tené cuidao con loh gorpe”… El resto del conjuro es un deseo, dar, darse, no esperar demasiado, alegrarse por los regalos recibidos y no preocuparse demasiado de nada porque de todos modos el viaje se terminará antes o después, tarde o temprano.

7. En la sección “La muerte” incluyes el poema Un país a nuestro dolor. ¿Es la vuelta del exilio una especie de muerte, un suerte de pérdida de algo?

Sí, en efecto, el exilio es una especie de muerte, y volver genera una extrañeza inmensa; es la desazón del desubicado, y aceptarlo así es la única manera de permanecer en ese lugar sin volverse loco, con algo de sentido del por qué está uno allí si ya no es tu lugar sino otra cosa que tampoco termina de ser distinta.

8. ¿Cómo ves el panorama poético español y latinoamericano?

Del panorama español me apena el ver cómo las mejores voces y los mejores libros son sistemáticamente ninguneados y silenciados mientras que lo que se promociona desde los medios es la mediocridad en verso y el clientelismo más rastrero. Es triste que poemarios como “La marcha de 150 millones” de Enrique Falcón, “En las tierras de Goliat” de David González, “Las aventuras de Imperio Sevilla” de Daniel Macías Díaz, “Tierrafirmista” de Eladio Orta, “Con los ojos abiertos” de Jorge Riechmann, “Campo Nublo” de Antidio Cabal, “Con el paso cambiado” de Bernardo Santos, “Tres mil días y un cuervo” de Juan Sánchez Amorós, “La línea de fuego” de Uberto Stabile o “Estrategias y métodos para la composición de rompecabezas” de José María Cumbreño, todos ellos recientemente publicados, no tengan ningún eco, cuando son diez apuestas fundamentales no solo de escritura, sino del querer vivir de otra manera.
El panorama actual de la poesía latinoamericana, sinceramente, me es bastante desconocido, apenas llevo unos años interesándome vivamente por la literatura mexicana, sobre todo la que se hace en las grandes ciudades del centro y el norte del país, que creo que, sin menospreciar lo que se esté haciendo en otros lugares, es la que he visto con más posibilidades de trascender su ámbito local y conectar con una sensibilidad poética más radical y crítica, también más moderna y arriesgada, más innovadora y fresca. Ahí hay un filón de nuevas voces y nuevas maneras de decir que me interesan vivamente. El año pasado conseguí editar una antología “21 balas” que se ha editado en España y en México a la vez, es un adelanto de lo que comento, hecha tras la lectura de obra de más de mil seiscientos poetas mexicanos. También Uberto Stabile prepara otra, magnífica, sobre poesía norteña “Del otro lado”, que recomiendo busquen en cuanto salga.

9. Recomiéndanos dos poemarios.

Ya me he pasado, acabo de recomendar diez.

10. ¿En qué trabaja ahora Antonio Orihuela?

Ahora mismo estoy corrigiendo pruebas de mi último libro, que vuelve a ser, después de casi quince años, un libro de investigación, un libro en el que he buceado por las entrañas del franquismo, sus archivos, sus aparatos represivos, judiciales y carcelarios, sus asesinatos, sus fosas o el incalculable daño psíquico que consiguió hacer en una clase obrera que no ha vuelto a levantar cabeza desde la guerra y, cómo no, por la voz dormida de la memoria personal para reconstruir con todo ello la historia de un pueblo… los que lo han examinado dicen que también se puede leer como una novela coral, no sé, tal vez, la verdad es que por sus páginas dialogan o rememoran aquel tiempo de ignominia más de quinientas personas. Espero presentarlo a finales de abril, se llamará: “Moguer, 1936”.

01 febrero, 2011

Perder teorías (Reseña)

Para los que disfrutamos con “Dublinesca” (Seix Barral, 2010) y nos quedamos con ganas de más, nos llega el consuelo vilamatiano de “Perder teorías” (Seix Barral, 2010) que ejerce de anexo de la novela o más bien se trata de un texto que pretende explicar que hay exactamente detrás de la última novela de Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) o definitivamente, y este es mi parecer, se trata de una excelente novela corta.
Resulta que un doble de Vila-Matas es invitado a Lyon para dar una conferencia sobre las relaciones entre la ficción y la realidad. Nadie de la organización del evento se pone en contacto con el escritor y le dejan sumido en una situación de abandono que le convierte en protagonista de un cuento de Julien Gracq. Se siente como el mismísimo Julio Ramón Ribeyro al que le pasó algo parecido. En esa soledad impuesta, (y buscada, todo hay que decirlo), el escritor se dispone a escribir su gran teoría sobre la novela del siglo XXI. En ella se dan cinco puntos fundamentales (parece el Calvinismo) e ineludibles que debe tener toda novela y con esa teoría, escribir una.
Pero este viaje hacia la teoría encierra un mundo estatutico y técnico que de la mano de Enrique Vila-Matas enriquece muchísimo. No diremos nada nuevo si afirmamos que leer al Vila-Matas es abrir un extenso catálogo de referencias literarias, existentes y otras no, que, mezclados con la necesaria ficción, nos lleva por terrenos intelectuales y lúdicos de muy alto nivel.
Porque “Perder teorías” es una nouvelle, una pequeña joya que es hija de Dublinesca y que la convierte en cómplice de aquella. El texto de Vila-Matas extiende unas páginas más la magia de lo creado en Dublinesca y explica, esto también es ficción (o no), como fue concebida y construida. Esta novela también se puede leer en clave de viaje: “Viaje al centro del escritor”, “20.000 palabras de viaje hacia la teoría”, “El viaje a todas partes”, y un largo etcétera de títulos con los que expresar la búsqueda dentro del propio escritor de una teoría total de la novela de este nuevo siglo. Pero es en la llegada a la teoría, concluida su redacción, cuando el autor se da cuenta de que la vida va de precisamente lo contrario, de perder teorías, de no encasillarse, de optar por la libertad a tener que encerrarse en la paredes arrogantes de una estética y una poética impuestas.
Desfilan entre otros por las páginas de perder teorías, Liz Themerson, Rodrigo Fresán, John Banville y una tal Julien Gracq todos ellos personajes de ficción muy bien trenzados por Vila-Matas. O no, perdonen, son escritores reales que hacen un cameo en la novela, o somos nosotros los que hacemos un cameo al leerla o somos finalmente nosotros los que estamos escribiendo una novela que se llama “Perder teorías” y de la cual “Dublinesca” es un pequeño apéndice. Creo que me he perdido, estoy hecho un libro.
No dejen de leer esta pequeña joya, no dejen que se les escape la posibilidad de volver a entrar en el universo particular de un escritor que desdibuja barreras entre géneros, que nos sumerge en teorías, que nos arrastra a un juego de sombras chinesca del cual saldremos fascinados y divertidos, como debe salir uno de las buenas novelas, satisfecho y con una sonrisilla de gusto en la cara.