18 enero, 2011

Fumar

En el bar de debajo de mi casa la gente discute. Somos españoles. La otra noche dos mujeres, sus voces en off como en una de esas viejas películas, se gritaban quien era más guarra y golfa que la otra. “¡Otra vez!” nos dijimos Marga y yo y de pronto otra voz en off, la de un hombre interviene y zanja en asunto: “En mi bar no quiero estos dramas, además recordad que aquí se me deben dos consumiciones”. Fin del acto.
Pero con la ley anti-tabaco la cosa ha degenerado. Ahora, en la puerta del bar de debajo de mi casa, se discute: “los inmigrantes deberían volverse a su país”, dice un hombre, voz en off (se escucha claramente en el salón), “y si vuelven, con sus papeles” dice una mujer que luego tose a punto de echar la vida y los higadillos. “Nos vamos a morir de una pulmonía”, tercia otra y luego se hace un silencio. Vuelven a entrar al bar. Se morirán de una pulmonía o de cáncer, que más les da. La cosa es morirse de algo.

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