26 octubre, 2009

Por los Senderos con... José Ovejero


José Ovejero (Madrid, 1958) es de esos escritores de raza que no renuncian a su buen hacer literario. Viviendo a caballo entre Bruselas y Madrid, nos concedió esta entrevista en el Café de las Letras en Madrid y conversamos con él sobre “La comedia salvaje” (Alfaguara, 2009) una novela sobre la Guerra Civil que es diálogo, reflexión y que viene a dar una perspectiva distinta de aquella contienda que nunca debió ocurrir.

1. ¿Cómo llegaste hasta la “Comedia Salvaje”?

Pues no lo sé muy bien porque la verdad es un libro atípico en mi producción. Hasta ahora mis libros eran más bien sombríos, duros y de pronto empezó a interesarme esta posibilidad de escribir sobre la Guerra Civil intentando hacerlo de una manera distinta, no por afán de originalidad que es siempre un poco banal, sino porque me daba la impresión de que se podían decir otras cosas que no se estaban diciendo.
Y la novela empieza con esta idea de un personaje, que todavía no sabía muy bien ni quien era ni como se llamaba ni que hacía, recorriendo España con mirada alucinada preguntándose si él está loco o si se ha vuelto loco todo el mundo a su alrededor. Y claro, inmediatamente se me planteó el paralelismo con Don Quijote recorriendo también España o parte de ella diciéndose “en qué mundo estoy” y sin saber muy bien de qué lado está. Y de pronto escribí la primera escena de este tipo gritando “¡todo es mentira y la realidad no es esto!”. Y empecé a desarrollar y a escribir escenas y empecé a disfrutar enormemente el intentar acercarme a la Guerra Civil desde la comedia, desde una comedia que intente no respetar nada. Al fin y al cabo la comedia es un modo de explorar los límites de lo que está permitido y lo que no, los tabúes, lo vulgar, ir más allá de lo que debieras y empecé a tocar distintos aspectos que tenían que ver con la Guerra y poco a poco fue cuajándose el libro.

2. ¿Comedia o surrealismo? Porque en muchos aspectos nos recuerda un poco a “Amanece que no es poco” de Berlanga. Porque hay momento que son absolutamente hilarante por lo que tiene de extravagantes.

Es una comedia que yo no sé si es una comedia de carcajada, quizás no, es una comedia más bien de esa sensación de extrañeza que tiene uno ante el absurdo, incluso ante el absurdo cruel y brutal, y lo onírico o esa especie de surrealismo viene de que aunque las situaciones son absurdas el tratamiento del contexto es absolutamente realista. Es un poco como en los sueños en los que ocurre algo absurdo pero lo ves todo con una gran claridad, con una gran precisión, es todo muy plástico y por eso creo que se tiene la sensación de sueño porque todo es muy real pero al mismo tiempo no es posible.

3. Tú vives en Bruselas y vienes de fuera a reírte, por decirlo de una forma, de todos estos mitos tan sagrados, y sobre todo hoy día con esto de la memoria histórica, y llegas y en vez de “besar el santo” lo empujas…

Quizás me haya ayudado a hacerlo el vivir fuera, esa especie de distancia que además necesitas para la comedia, porque en la comedia tienes que distanciarte de alguna manera lo mismo que con la ironía, tienes que desdoblarte, tienes que verlo, acercarte a ello y alejarte para poder reírte de ello. Probablemente en eso influye el hecho de que viva fuera y claro, escribir una comedia para satisfacer al público, para que se rían los que tienen que reírse, para que tu bando, digamos, encuentre muy gracioso porque pones a caldo a los demás no tiene sentido. Yo creo que la comedia, si lo digo va a sonar a provocación gratuita, pero de alguna manera la comedia tiene que ofender al que te está leyendo en el sentido de que quien te está leyendo tenga que plantearse también sus propios tabúes, aquello en lo que cree y ver que alguien se está riendo de lo que cree y ver cómo reacciona. En el fondo es como un diálogo con el lector donde se cuestiona lo que hace gracia y lo que no.

4. Visto desde fuera, y cada español emigrado o no tiene su bando, da la sensación de que hay un exceso de esa memoria, de continuar constantemente con ese rencor que debemos supera de alguna forma.

Es una cuestión muy delicada porque superarlo no es olvidarlo. Entonces toda esta historia de la memoria histórica en el fondo es algo muy manipulativo porque te impone una serie de recuerdos, es decir, cómo tienes que acordarte de aquello porque la historia se supone que es objetiva, la memoria totalmente subjetiva ¿cómo conjugo eso?, y al final es el poder el que te dice como tienes que recordar las cosas y depende de quien está en el poder tienes que recordarla de una manera o de otra.
Yo creo que “La comedia salvaje” lo que intenta es escapar a esa imposición de “cómo tengo que recordar”, entre otras cosas, es algo que se dice muy poco, porque yo no me acuerdo, porque yo no vivía y la mayoría de los que hemos escrito sobre la Guerra Civil no la vivimos. Entonces lo que yo hago es acentuar esa subjetividad e incluso romper con verosimilitud y el libro no empieza por casualidad con la frase “¡Es mentira! ¡Todo es mentira!”.

5. El hecho de que el protagonista se llame Benjamín comunica una idea de que el último en llegar o el más pequeño es el que viene para “salvar a la patria” por decirlo así ¿Crees que somos nosotros, los últimos en llegar, los llamados a salvarnos de estos recuerdos?

No sé por qué elegí el nombre de Benjamín, es totalmente casual, no hay una razón real ni he pensado en un símbolo. Lo que si me gusta de él es que, como le dice Azaña al principio, es un “personaje insignificante”. Al final no nos salvan los grandes héroes sino que nos salva la insignificancia. Y este hombre efectivamente es el menos adecuado para hacer nada heroico y de hecho no lo hace el pobre. Me gustaba este individuo que no entiende lo que sucede a su alrededor y que sin embargo tiene que sobrevivir en ese mundo enloquecido y poco a poco va sobreviviendo con ayuda de esta mujer que es un paralelo de Sancho Panza que devuelve a su amo a la realidad, pues ella devuelve a su compañero a lo práctico, a escaparse de las balas, a escaparse cuando les tienen encerrados.

6. Podemos reírnos sin olvidar. ¿Crees que es posible esta combinación con la Guerra Civil? Porque reímos al leer la novela pero esto definitivamente pasó ¿Tuviste algún reparo por poder herir alguna memoria?

Los tuve pero me impuse la tarea de olvidarlos. Porque, primero, es una novela. Porque cuando decimos “es la realidad”, no es verdad, fingimos que es la realidad. El problema que yo le veo a buena parte de esta literatura de la memoria histórica es que se inventa algo pero intenta convencernos de que eso es lo que sucedió. Entonces, surge la paradoja de la ficción que pretende contar algo objetivo. Y yo lo que hago aquí es una vez y otra recordar al lector “¡Es mentira! ¡Todo es mentira!”, esto es una invención. Benjamín de pronto desaparece: estamos operando no con la realidad sino con las representaciones que el lector se hace de la realidad. En ese sentido no me parece inmoral.
Por otra parte, la comedia con mucha frecuencia opera sobre la tragedia. Mi experimento es ¿ha pasado suficiente tiempo para que podamos reírnos o todavía no? y si todavía no ¿por qué? Esa es la cuestión. Podemos reírnos de una guerra del siglo XVI y no hay ningún problema moral a pesar de que el sufrimiento era tan real como el de la Guerra Civil.
Debemos aprender que la Guerra Civil empieza a ser ya parte de la Historia y no podemos convertirla en un presente continuo, y que de alguna manera se imponga continuamente a nuestros recuerdos, a nuestra vida política, a nuestras posiciones políticas. Creo que es el momento de ensayar a ver si me puedo reír de todo esto. Lo he intentado, probablemente se ofenderá alguna gente, qué le vamos a hacer.

7. En “La comedia salvaje” derribas mitos. Dos de ellos dentro de la Guerra Civil son los nacionalismos catalán y vasco. Llegas a decir de los catalanes por ejemplo: “Ser catalán es un misterio profundo” y de los vascos: “Si te digo la verdad, prefiero a los moros; los moros saben lo que quieren; los vascos sólo saben lo que no quieren, así que no dejan de quejarse”…

Lo de los vascos, la segunda parte es pura maldad, lo primero es una cita. Buena parte de la novela está construida con citas. Lo que dice Azaña aunque suene absurdo está construido con discursos de Azaña. Lo que dice Ortega que está por allí levitando y separándose del suelo convirtiéndose en un fantasma, lo que dice son cosas de sus discursos políticos, de sus escritos.
El mito nacional ya sea el catalán, ya sea el vasco o español me parecen discursos desfasados. No rechazo el nacionalismo en sí, creo que tuvo un valor histórico, por ejemplo la emancipación frente a la monarquías absolutas, el ligar la tierra a la lengua, tuvo en discurso emancipatorio. Hoy a mí me parece que es un discurso conservador y retrógrado. Entiendo el nacionalismo de un grupo, en un territorio que considera que sus intereses no están representados y quieren que se representen de otra manera. Ahora, ese nacionalismo que habla, de la raza no porque está mal visto, ahora hablan del pueblo, después de la raza hablaron de la etnia ahora como aquello tampoco quedaba bien hablan del pueblo y todo eso me parece absolutamente ridículo. Iba a decir lo siento, pero no lo siento, me parece ridículo seguir hablando del “pueblo” como si hubiese una esencia del ser vasco, del ser español, del ser catalán. Utilizo discursos de la época que leídos desde hoy, pero que son la base de muchos discursos de hoy. Que el cráneo catalán es distinto del castellano está sacado d escritos de la época o que la tierra catalana absorbe a quien llega y todo el que llega se convierte en catalán a no ser que tenga mala voluntad como los castellanos. Me gustó la idea de jugar con todos esos mitos absurdos con los que todavía hay como una especie de tabú si eres de izquierdas, porque si eres de derechas eres anti catalán. Pues yo siendo de izquierdas me rio de ese catalanismo esencial, como me rio del españolismo esencial.

8. ¿Crees que la novela abrirá de alguna forma un nuevo camino para relacionarnos con aquellos hechos?

No lo sé. A mí me parece que entre otras cosas la novela es una invitación al diálogo, una invitación a la reflexión. Una comedia es algo muy serio o así me la planteo yo. No solo se trata de conseguir la carcajada del público, como dije no creo que sea una novela de carcajadas, sino más bien es una invitación al diálogo a través de aquello que nos hace o no gracia. Es como esos espejos que distorsionan la imagen, te ves y no te reconoces es España y no es España.

9. ¿Cómo se ve España desde fuera?

La verdad es que durante un tiempo España no me ha interesado en lo más mínimo y en mi literatura estaba muy, muy poco presente. No sé porque en los últimos años estuve dándole más vueltas al tema, quizá porque ahora voy y vengo más, comparo más. De alguna manera vengo a España, soy español, pero en muchos sentidos no me siento particularmente español y quizá por eso me está inspirando más para escribir aunque estoy seguro que la siguiente novela no va a tener que ver nada con España, no se trata ahora que me centre solo en ese tema.

10. Has dicho que “a pesar de que últimamente se habla del espléndido momento de la literatura española, yo creo que no es para tanto. Hay demasiada homogeneidad, demasiado poco atrevimiento”. ¿Podrías matizarnos esta declaración?

Es probablemente una exageración. Lo que pienso es que a menudo no solo la literatura española, los escritores nos hemos vuelto demasiado complacientes. Aunque todos maldecimos el mercado de alguna manera somos conscientes de él y estamos escribiendo para un público que nos aplauda y esa es la peor manera de escribir. Es preferible pensar que el público no va aplaudir sino a tirarte piedras pero antes de hacerlo piensa en lo que está haciendo. Sin ser un provocador, que no va en mi carácter, si busco una confrontación con el lector. A lo mejor no tengo razón pero dime por qué, dame argumentos, discútemelo y he allí el dialogo.

11. Recomiéndanos dos libros.

“Salir a robar caballos” de Per Petterson. Y “Ariadna en Naxos” de Javier Azpeitia.

La comedia salvaje (Reseña)

Por fin una novela sobre la Guerra Civil que nos pone a nosotros, no a sus protagonistas de uno u otro bando, ante el espejo. Una novela que parece imposible pero que es la que mejor retrata una época triste y absurda que nunca debimos vivir y que debemos superar.
En “La comedia salvaje” (Alfaguara, 2009) José Ovejero (Madrid, 1958) narra la peripecia del gran “héroe” nacional, Benjamín, que recibe departe del mismísimo Manuel Azaña un encargo fundamental para España: contactar con el General Cabanellas, que por error está al mando de los rebeldes, hacer que acepte escribirle una carta a José Ortega y Gasset proponiéndole la presidencia y llevársela él en persona. En una palabra: detener la Guerra Civil.
En su aventura tiernamente triste y absurda, muchas veces surrealista, le acompañará, a modo de Sancho Panza, Julia, una misteriosa mujer que no nos dirá de qué lado está hasta casi llegados al final de la novela, y que velará por él evitándole más de un mal mayor y colocándole del lado de la cordura. Pasen y lean.
Una novela que no narra vidas ejemplares, que no pone su acento en políticas distorsionantes ni en ideologías caducas. “La comedia salvaje” echa mano de la risa y el absurdo para retratar una España desconocida y cercana a la vez saltándose la Historia oficial para darnos los ángulos imposibles y desconocidos de una contienda que encierra todas las contiendas.
Una novela disparatada con tintes surrealistas que nos recuerda a la venerada “Amanece que no es poco” y que devuelve al lector pistas para encontrarse a sí mismo y posicionarse en el bando de los que quieren de una vez por todas reírse de aquello sin olvidarlo.
Por sus casi cuatrocientas páginas veremos cabalgar de nuevo a Don Quijote, nos toparemos con Cervantes y Valle-Inclán y conoceremos mejor a un Ortega casi fantasmal. Situaciones absurdas como la del churrero que monta su chiringuito al pie del paredón, no se lo pierdan, no solo nos colgara una sonrisa melancólica en la cara, debe ese absurdo y cómico personaje ser un paso más que nos acerque a la verdad.
Pero “La comedia salvaje” es también una novela sobre el valor y utilidad de la literatura, que experimenta con la idea de cruzar ficción con Historia saltándose todos los convencionalismos castrantes para desembocar en una narración directa, trepidante, que busca a la vez explicar su necesidad de contar. Una suerte de la verdad de las mentiras que nos enseña que aunque todas las novelas son mentira todas nos llevan hasta la verdad de una u otra manera. “La comedia salvaje”, construida como reflexión de la comedia como género y utilizando sus resortes, consigue darnos de reír y de pensar a un tiempo, fin último de la buena comedia, de las buenas construcciones dramáticas.
José Ovejero consigue con esta novela ponerse en el lugar destacado que siempre ha tenido dentro de la literatura española con un marcado cambio de registro que hará a más de uno partirse de risa, a otros les ofenderá y a todos, con todos, mantendrá el autor un dialogo desafiante y enriquecedor que no podremos soslayar.

15 octubre, 2009

Por los senderos con... Carlos Salem



Conversamos en diferido con Carlos Salem autor "argenñol" de "Sigo siendo el rey" que publica la Editorial Salto de Página. Nos habla de su novela, su oficio y la novela negra.


1. ¿Cómo nace “Pero sigo siendo el rey”?

Desde hace años quería escribir una novela que hablara de España, de la España que conozco y de la que formo parte, después de veinte años aquí. También llevaba tiempo con ganas de escribir el primer “caso” para mi propio detective, Txema Arregui, que camina desde hace mucho tiempo, esperando su momento. Un día esas dos necesidades se encontraron y surgió la novela…

2. Las situaciones de la novela me recuerdan mucho a la película “Amanece que no es poco”. Es totalmente surrealista todo lo que ocurre en la novela ¿a qué se debe este punto de vista para contar tu historia?

Me lo han dicho ya en varias ocasiones y suelo responder lo mismo: si la novela recuerda a “Amanece que no es poco” y yo quería contar mi España, será tal vez porque esa película define más de esa España que cinco tomos de sociología y cuatro de historia. En realidad, no creo que todo lo que ocurre en la novela sea surrealista. Hay una parte, la segunda del libro, que usa ese lenguaje para hablar de cosas de de otro modo sonarían a moraleja y coñazo: la España frenada a doscientos metros de muchas autovías, la guerra civil que sigue sin acabar para mucha gente, o la gloriosa sensación de país a medio hacer que te asalta en cualquier esquina. Todo esto visto desde dentro, con cariño. En mi primera novela, “Camino de ida”, uno de los personajes que también aparecen aquí, Soldati, señalaba que en España se sentía como en la Argentina, “porque acá también lo atan todo con alambre”. El surrealismo de la primera y la tercera parte del libro es de otro origen, es el que te encuentras cada mañana o cada noche si paseas por mi barrio, Lavapiés…

3. ¿Cómo se te ocurrió meter en este fregado al Rey?
Hay dos motivos básicos. Uno es que desde que vine a vivir aquí y, como periodista estudié la biografía de los personajes relevantes en la política y la cultura española, me llamó la atención del rey ese momento, cuando con diez años de edad, su familia decide confiar a Franco su educación, es decir su futuro. Me imaginaba a un niño de diez años, en 1948, que jugaba en la playa de Estoril y de pronto es nombrado príncipe de nada… También está el hecho de que el Rey formaba parte de la historia vital de Arregui, que ya dejé ver en “Matar y guardar la ropa”. Cinco años antes de la acción de “Pero sigo…”, un Arregui que aún era policía salva al Rey casi por casualidad de un secuestro, y eso le cambia la vida, porque el mismo día dos yonquis anacrónicos matan a la mujer que amaba para robarle el bolso. Así que cuando ideaba el primer libro de Arregui me dije, ¿por qué no hacer que vuelva a encontrarse con el Rey? Y el contraste entre el anciano con entusiasmo de niño y el hombre aún joven pero que ya comienza temer a la vejez, me pareció fascinante…

4. Novela negra-surrealista ¿te parece bien es denominación?

La verdad, no. Pero cuando uno escribe una novela no es dueño de la percepción que tengan los lectores. Y los críticos y los que escriben reseñas, al menos los que a mí me gustan, son ante todo lectores. Así que admito cualquier denominación que se quiera utilizar. Sólo me molesta un poco cuando califican mis escritos como de “parodia” porque no es lo que hago. De hecho, tengo escritas algunas parodias y en ellas no cabe la ternura ni la melancolía. En mis novelas publicadas, creo que sí. Otra cosa es que use el humor del absurdo cotidiano para contar, sin letreros indicadores, otras cosas. Por ejemplo, en esta novela hablo mucho del miedo a envejecer, del temor a que el tiempo nos frene, pero lo hago con algo de humor, para no resultar pedante. Suelo decir, y no para provocar, que el humor tiene muchos efectos secundarios positivos, pero el principal es que combate la solemnidad en la literatura. Y, desde mi punto de vista, la solemnidad mata al arte, o evita que se le ponga dura…

5. ¿Cómo llegaste a la novela negra como escritor?

La novela negra es el género más generoso que existe, porque no te pide nada y te da todas las posibilidades. Por lo general, sucede dentro de una situación límite, y ese es un escenario ideal para llevar al extremo a los personajes. En una crisis uno es quien suele ser, pero también todos los otros que ha sido o podría ser. Además, y en contra de opiniones más importantes que la mía, sostengo que la novela negra es, sobre todo, una novela de personajes. Es inevitable que reflejes. En mayor o menor medida, la sociedad en la que ocurre, pero para mí, lo que importa en una novela negra es el personaje y lo que le ocurre, que siempre está condicionado por su tiempo o por su historia. Hace poco releía “Ocho millones de maneras de morir”, de Block, y volvió a maravillarme, pero no tanto por lo que cuenta de la prostitución o de una ciudad como Nuevas York, en la que la vida no vale nada, como por la lucha de Matthew Scudder con la culpa y el alcohol, esa pelea desigual por mantener un código de decencia que sólo le vale a él, porque es el suyo…

6. No parodias pero retratas. En el fondo las rivalidades políticas, las sinfonías perdidas o el olvido del pasado ¿es todo parte del lado surrealista de la vida?

Sin ninguna duda, basta leer los diarios o asomarse a la ventana. En los veinte años que llevo aquí, España ha cambiado tanto que por momentos vuelve a parecer la misma de cuando llegué a Barajas por primera vez y tiré de la cadena del váter en el baño del aeropuerto, para ver si lo de Corilis era verdad.

7. Cameo prodigioso de Paco Ignacio Taibo II ¿Por qué?

Porque soy un forofo violento de su detective Belascoarán, que para mí es uno de los más logrados que he leído, a la altura de Marlowe o el injustamente olvidado Lew Archer de Ross Mac Donald. Y porque me gustaría llegar a ser como Paco: un tipo con docenas de libros, que sigue entusiasmándose con el nuevo que escribe como si fuera el primero. Además, lo de la capacidad para adivinar la procedencia de las cocacolas es cierto. Aunque yo lo exageré un poco en la novela, pero no demasiado…
8. Txema Arregui es el típico detective arrogante y gris ¿es necesaria tanta tristeza par ser un buen detective de novela negra?

Admito que, además de “Taibiano”, soy profundamente Chandleriano. Y Arregui es un sobrino vasco de Marlowe. Creo que su arrogancia es aparente, en realidad Arregui es un tipo brillante a su manera, pero que se siente gris por dentro. Un hombre frenado, como asume en un momento de la novela, que teme no poder seguir siendo el que eligió ser. El título, “Pero sigo siendo el rey”, va más por Arregui que por Juan Carlos. Soy un ferviente defensor del detective privado como figura literaria, porque encarna al vecino de al lado que hace lo que yo no me atrevo a hacer. Y no tiene el amparo de un cargo oficial ni el respaldo del Estado. Sólo sabe está seguro de cuatro cosas pero es capaz de llegar hasta el final para defenderlas…

9. Los disfraces son una metáfora de la propia pérdida de la identidad y su búsqueda en Txema. (el Rey por su lado disfruta por un lado siendo totalmente otro, perdiendo momentáneamente su identidad). ¿Qué opinas?

Creo que sí, pero en Txema los disfraces son también una vía de escape para ser otro por un rato, una diversión de niño que no le pega nada al Arregui que rompe narices o se enfrenta a poderes mayores. Eso, como su falta de decisión para enfrentar el amor, son indicios de que este hombre fuerte y decidido es también un crío con miedo a despertar una mañana y descubrir que se ha vuelto viejo…

10. No puedo dejar de comentarte que “Buster”, el Ministro de Interior de tu novela le pega a la perfección al Ministro Rubalcaba. ¿Qué opinas?

Podría ser. Es curioso ver a gente de origen progresista al frente de un ministerio como el de Interior. “Buster” representa para mí al político que intenta no cambiar en lo esencial los ideales que lo llevaron hasta donde está, pero se vigila todo el tiempo en los espejos para ver si no ha cambiado sin darse cuenta…

11. ¿Tienes algún personaje más que vaya a crecer como lo hizo Txema Arregui?

Sí. Hay toda una serie de novelas en torno al Poe, un ex escritor borrachín y cínico al que se le pegan todos los locos que andan sueltos por Madrid, que acabará por cruzarse con Arregui y hasta puede que acabe trabajando junto a él en algún caso. Por lo pronto, aparecerá en breve como protagonista de la mayoría de los cuentos de mi próximo libro “Yo lloré con Terminator 2 (Relatos de cerveza-ficción)”.

12. ¿Qué lees en estos días?

Suelo leer varios libros al mismo tiempo. Ahora estoy acabando con la excelente “Sé que mi padre decía”, de Willy Uribe, y con “1969”, de Jerónimo Tristante, que también me ha fascinado. Y esta mañana terminé con “Oro ciego”, de Alejandro Hernández, que ya se ha ganado en lugar en la estantería de los libros que releo cada dos años, porque es una maravilla.

13. ¿La cuarta para cuando? ¿Volverá Txema?

La cuarta sale en enero, aunque no será negra, bueno, no del todo. Se titula “Cracovia sin ti” y es la novela con la que gané el Premio Internacional Ciudad de Seseña. Una historia de amor urbano nada ñoña, en la que Arregui hace un cameo importante. Me gusta mucho y espero que a los lectores les guste tanto como al jurado del premio. Es una historia contada a lo Jorge Amado pero transcurre en el Madrid que conozco y amo. Y Txema volverá pronto con novela propia, aunque no sé si será lo siguiente que publique. Trabajo ahora en tres novelas diferentes, una de ellas de Arregui, porque mi método de escritura es pésimo para la salud pero me divierte mucho: avanzo sin prisa con varias ideas que me gustan, dejándolas madurar, hasta que una mañana me levanto y digo: esta. Y me pongo a escribir y la termino.

14. Dos novelas negras para recomendar.

Iba a decir lo que digo siempre: “El Largo Adiós· de Chandler y “Triste, solitario y final” de Osvaldo Soriano, pero hay excelentes novelas negras y casi recién salidas que me gustaría recomendar: “Así murió el poeta Guadalupe”, de Cristina Fallarás, y “La mala espera”, de Marcelo Luján, que ganó el Premio Getafe de Novela Negra y es una incorporación brillante al panorama negro en español.

Pero sigo siendo el rey (Reseña)

Txema Arregui tiene una misión: buscar al “número Uno”. La orden le viene de “Buster”, el Ministro del Interior español. El “número Uno”, que no es ni más ni menos que el Rey Don Juan Carlos ha desaparecido dejando una extraña y elocuente nota: “Me voy a buscar al niño. Volveré cuando lo encuentre. O no. Feliz Navidad”. A partir de aquí, nada es lo que parece y todo apunta a una trama que tendremos que desvelar paso a paso junto a un grupo de personajes extravagantes y muy humanos.
“Pero sigo siendo el rey” (Editorial Salto de página, 2009), la tercera novela del escritor “argenñol” Carlos Salem (Semana negra de Gijón, Buenos Aires, 1958), nos ofrece una historia hilarante, tierna y trepidante donde a cada paso nos sale al encuentro una pista más que tenemos que seguir hasta llegar al desenlace de esta historia que os reconciliará con la novela negra si es que algún día tuvisteis alguna decepción con ella.
Carlos Salem rescata para sus lectores a Txema Arregui ahora ex policía de puñetazo en la nariz y disfraz rápido que tiene una honda pena por una mujer. Héroe nacional, distinguido por haber salvado casi por casualidad en una ocasión al Rey se le encomienda esta vez la difícil tarea de encontrar a Don Juan Carlos que ha desaparecido dejando la citada extraña nota.
Arregui lo encuentra (no os preocupéis que no os he desbaratado la novela) y el camino de vuelta a casa está lleno de extravagantes personajes en una España surrealista y tierna que nos retrata a la perfección y que nos hace pensarnos desde una perspectiva distinta. Recuerdan muchos pasajes de esta novela a la película “Amanece que no es poco”, otra joya que nos llama a pensarnos mejor. En esta novela resolver el caso no lo es todo: nos arrastra la curiosidad por saber por qué y para qué se ha montado todo este tinglado de vértigo.
La intriga que hay detrás de la desaparición del Rey está salpicada de matones, secuaces, amigos en los que confiar e inesperados traidores que nos llevan en volandas por la páginas de esta novela que nos anima a seguirle la pista a este escritor que va mostrando novela a novela ser un valor seguro de nuestras letras.
La maravilla de esta novela es por un lado el personaje de Arregui, un personaje bien dibujado, triste, leal y experimentado policía. Sentimos sus miedos, sus alegrías, su necesidad de afecto y su profunda tristeza lo que nos recuerda a los grandes detectives del género negro. Un personaje que formará parte seguro de la nómina de los inolvidables de la actual novela negra y al que echaremos de menos cuando terminemos de leer la novela. Por otro lado está la valentía necesaria del autor para echar mano de lo surrealista para narrar su España. El tono y las escenas que parecen mentira forman parte de un dibujo preciso de lo que es España, en lo que se ha convertido España en estos últimos veinte años. Al hilo de lo dicho, un capítulo de la novela que merece especial atención es el que dedica a la Guerra Civil (busquen y lean). Es la mejor radiografía, la mejor estampa, la mejor expresión que he leído hasta hoy de lo que fue y en lo que se ha convertido aquel conflicto que tanto nos dolió y nos duele.
“Pero sigo siendo el rey” coloca a su autor Carlos Salem como uno de los escritores del momento y la obra es una de las novelas que no debemos perdernos este año. Desearán los que no conocen a Carlos Salem leer su obra anterior y la que viene (que viene pronto) esperarla con entusiasmo.

09 octubre, 2009

Obama, Nobel de la Paz

Pues sí señores: Barack Obama es el Premio Nobel de la Paz 2009. El comité de la Fundación Nobel destaca "sus extraordinarios esfuerzos para reforzar la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos". Una vez más se les ve el plumero y lo único que buscan con este galardón es prestigiarse con el aun no estrenado Presidente Obama porque no ha conseguido nada más que dejarnos sus buenas intenciones en todos los frentes abiertos que tiene. Cuando tenga que arremeter contra los norcoreanos o contra los iraníes ya veremos cómo reaccionan sus entusiastas.
Este premio es un desatino muy riesgoso para la credibilidad de la Fundación Nobel y presagia que haga lo que haga en el futuro el Presidente de Estados Unidos estará aprobado y refrendado por su Nobel de la Paz por el cual le felicitamos pero, insistimos, no se merece. Por lo menos todavía no.

08 octubre, 2009

Ella es Herta Müller, Premio Nobel de Literatura


Pues ya está: el premio Nobel de Literatura es este año para la reconocidísima escritora rumano-alemana Herta Müller (Nytzkydorf, Rumanía, 1953). Escritora de gran relevancia internacional ha publicado la célebre "El hombre es un gran faisán en el mundo", "En tierras bajas" (Siruela) y "La piel del zorro" (Plaza&Janés).
Leída y discutida su obra en los principales foros la Academia sueca reconoce en Müller su capacidad para describir "el paisaje de los desposeídos". Una apreciación que tiró por tierra a los otros aspirantes al galardón ya que la dimensión de ellos era más bien irrelevante y sus descripciones de los desposeídos o no es un peñazo.
Fiel a su espíritu de premiar a los desconocidos, la Academia sueca descubre a esta escritora para deleite de los sibaritas como yo que sí que hemos disfrutado en el pasado con la vibrante prosa de esta imprescindible escritora europea y además seguimos su blog personal. (Chiste: aquí os reís de mí).
Vamos, que este año se han vuelto a exhibir los esnobs de la Academia sueca que hacen cada año, con sus decisiones, menos universal y literario el premio Nobel de Literatura. En Panamá existen desconocidísimos escritores que lucharon contra las dictaduras de Torrijos, Noriega y su pandilla e incluso alguno fue detenido y torturado y después ha escrito cuentos o algún ensayo. El año que viene que urgen por allí que creo que por alternancia toca América (perdón, que esto no es lo de las Olimpiadas).
A mí lo de premiar a los sufridos y perseguidos y no a los escritores y sus textos me va haciendo cada vez menos gracia. Recuerden al leidísimo Gao Xingian al que Sánchez Dragó presentó en su día aquí en Madrid cuando nos visitó. Peñazo de libro “La montaña del alma” aunque con momentos hermosos. Lo dicho, que nos aguantaremos un año más y aguantaremos a los listillos de turno que dirán en los bares o en las comidas con los amiguetes que ya habían leído algo de ella y que "desde luego Pedro que inculto eres con el tiempo que pierdes leyendo las novedades”.
Perdón por la ignorancia pero como sigamos así en un par de años el que lo recogerá seré yo. Lo he advertido.

07 octubre, 2009

Yoon y la pulsera de jade (Reseña)

A Yoon su mamá le regala por su cumpleaños un cuento coreano sobre un tigre y una niña que era engañada por este y una preciosa pulsera de jade con su nombre en coreano grabado por dentro aunque ella esperaba que su madre le regalar una comba. Con estos sencillos elementos Helen Recorvits pone en marcha una historia preciosa sobre el valor de la verdadera amistad y el cuidado que tenemos que tener para que no nos engañen.
En “Yoon y la pulsera de Jade” asistimos a la experiencia de Yoon una niña coreana que se verá aplicando lo que ha aprendido en los cuentos a su vida real. Una historia ideal para que les expliquemos a los más pequeños cómo hay chicos que se aprovechan de otros y como debemos actuar con ellos.
Ilustrado con colorido y con dibujos muy sencillos por Gabi Swiatkowska tenemos un cuento para enseñarles a los más pequeños que la amistad no se compra y que los verdaderos amigos no te deben engañar. Que los maestros están para ayudarnos y que todos podemos aprender la lección del cuento del tigre y la niña.
Un cuento ideal para leerlo en varias noches y conversar con los pequeños sobre su mundo y sobre el valor que hay que tener para enfrentar a los tigres que nos acechan que a esa edad no son pocos.

El arte de perder (Reseña)

“Mujer solitaria busca” podría ser un buen resumen de esta novela pero “El arte de perder” (Planeta, 2009 y Premio Azorín de novela) está ambientada en pleno siglo XXI, cuando el auge de Internet y sus redes sociales y chats de búsqueda de pareja están a la orden del día. Hoy todos buscan, todos mienten en sus perfiles pero ¿se han preguntado los lectores por los sentimientos que hay detrás de las personas que los frecuentan?
En “El arte de perder” de Lola Beccaria (Ferrol, 1963) es un excelente retrato de nuestra sociedad en lo que a usos amorosos se refiere y pone de manifiesto que en el fondo el gran deseo de hombres y mujeres es que al final del día, allí donde vayamos a descansar, haya alguien que nos espere con una sonrisa de amor y unas caricias para paliar las heridas de la jornada.
Dividida por meses “El arte de perder” nos revela la historia de Sara, una mujer que desea encontrar el amor y frecuenta los chats de Internet en busca del hombre que necesita, que se ajuste a su visión del amor. Después de muchos intentos fallidos se topa con Enzo un hombre que también busca y que no termina de convencerse de que de verdad quiere a Sara y que con su parquedad de palabras juega con los sentimientos de ambos. Aunque el narrador omnisciente nos ofrezca la perspectiva de Sara nos hace ver cómo Enzo también es un alma en búsqueda, cómo sus afectos van cambiando hasta llegar a la convicción de que es Sara lo que desea aunque es probable que se dé cuenta demasiado tarde.
Técnicamente esta es una novela de género “emailico” y “smsino” (lo que antes llamaban los antiguos “género epistolar”) por un lado y el costumbrismo por otro en la que vemos los sentimientos vertidos de Sara en unas palabras que muchas veces envía a Enzo y que otras veces no se atreve a hacerlo pero que testimonian un perfil actual afectivo que revela que en contra de lo que se dice de cara a la galería todos creemos en el amor romántico más de lo que queremos reconocer, sino que se lo pregunten a Enzo que al final de la novela… Pasen y lean.
Lola Beccaria novela para sus lectores la crisis afectiva de este arranque de siglo, con sus vacíos y sus plenitudes, con una precisión quirúrgica y con una ironía muy actual que nos va a arrastrar por toda la novela hasta su inesperado final sin ser en exceso romanticona: es más bien un grito desesperado ante el encuentro de lo deseado y a la vez su imposibilidad de disfrutarlo.
Una novela de amor, de búsquedas y encuentros desafortunados y de pasiones brutales, “El arte de perder” nos deja con un regusto a realidad y a tristeza, a vida que conocemos y nos mete en el cuerpo la sensación de que la ficción está cada vez más cerca de la realidad.