30 septiembre, 2009

Habana flash (Reseña)

Cuba es una casa llena de vistas. Acoge en su historia tantas tristezas y tantas alegrías que se trata de una suerte de álbum de fotos de la vida. Cuba también ha sido por muchos años destino preferente para muchos españoles a la hora de emigrar para buscar un futuro mejor. No es un secreto que muchos gallegos cruzaron el mar para hacer “las Américas” y esa América fue para muchos la isla de Cuba.
Xavier Alcalá (Ciudad Real, 1947) traza en esta novela de viaje el camino de vuelta que se suele hacer en busca del espíritu de nuestros antepasados pero cumplido este fin “Habana flash” es un retrato de la Cuba actual, de su miseria y de sus mentiras institucionales. Crónica de unas vivencias modernas que evocan el pasado que definitivamente fue mejor, este libro-álbum nos pondrá en perspectiva sobre cómo fue la inmigración gallega a Cuba.
La Habana es un paisaje contradictorio. La suntuosidad del “Floridita”, el lujoso hotel de Hemingway contrasta con edificios que amenazan caerse o con autobuses que se enganchan a la cabeza de un tráiler. Y contradictoria es la visión de normalidad de esas estampas porque para el cubano casi siempre la cosa ha sido así. Así las cosas la visión que el autor nos ofrece pone de relieve una circunstancias que ya lleva muchos años dándose.
La narración es lineal, va paso a paso y sentimos la presión de los vigilantes de inmigración, la persecución de los pedigüeños pasando por los ofrecimientos clandestinos en la puerta de la habitación del hotel de “compañía”. El autor nos permite con trazo delicado vivir con los personajes sus emociones en la Habana.
Xavier Alcalá dosifica bien la “cubanidad” y la “negritud” con la “galleguidad” en la que cree, en la que creemos, para dejarnos un texto fresco que nos pone delante un historia que se repite en tantos hogares españoles: la del abuelo que se fue, la de los familiares en el extranjero que aunque no hayan vuelto siempre han añorado su tierra.
El espíritu de abuelo Remigio puebla y tensa la marcha de la historia nutriéndola de emoción humana. Apenas podemos creer nos que Cuba haya sido como era y que ahora sea como es. Choca que la revolución no haya logrado más que miserias y una letanía que se alza al son del “guaguancó” y la “salsa” y que se mezcla con la música de Serrat y Elvis Prestley.
Es entrañable ver como los gallegos que no regresaron hablan de “sus tierras”, escuchar la mezcla de opiniones que se vierten de allí y de aquí. Sienten ambas “tierras” de cerca, tiene sus dudas y sus reparos pero sobre todo tienen un espíritu de superación que los llevó hasta donde están para encontrarse con su parte de futuro.
“Habana flash” no va a dejar a nadie indiferente. Su sencilla crónica, su cálida emoción va a traernos recuerdos y suscitar reflexiones. No es un libro para criticar a nadie aunque lo haga más de una vez, no es un libro para alabar a nadie aunque lo haga: es un libro escrito con el corazón que requiere para su lectura un mojito y el mar de fondo para ponernos en situación.
Conmueven sobre todo los niños que piden, alfabetizados eso sí, pero que piden por las calles a los turistas por que no tienen otro remedio. Niños y niñas a los que les espera el futuro. Este libro toca el corazón, aguza el recuerdo y reclama nostalgia mientras nos entretenemos en sus fotos. “Habana flash” hay que leerlo cuanto antes para comenzar a digerirlo y a discutirlo.

29 septiembre, 2009

Muere el ex-presidente panameño Guillermo Endara Galimany

A Guillermo Endara lo recordaré siempre, con cariño, como “Pan de dulce”, así le llamaban cuando yo era joven. Se parecía mucho a la abuela de unos amigos míos que vivían en Río Abajo: “tu abuela se parece a Endara Paquito”, les decíamos y ellos que no. Un día vi a la señora y era cierto: Endara tenía su doble en Río Abajo.
Pero Endara pasará a la historia panameña como el primer presidente de la democracia panameña después de la Invasión a Panamá. Encabezó la revuelta civilista y su terna con Billy Ford y Ricardo Arias Calderón pasó a la Historia como la cara visible del deseo de democracia en Panamá. La campaña de aquellos años tenía la banda sonora de los días que en España se pedía democracia también con el tema de Jarcha “Habla pueblo, habla”. Las cosas cambiaron después pero ese es otro cantar.
Asumió la presidencia en Fort Clayton y siempre dijeron que fue un títere de los gringos pero las elecciones del 89, impugnadas por el dictador Noriega dijeron lo contrario.
Muere una figura clave de la Historia reciente de Panamá, un hombre al que me habría gustado entrevistar para ver por sus ojos tantas secuencias de nuestra vida republicana que hoy se pierden con su fallecimiento.

Senderos recomienda... La Biblioteca Imaginaria

Senderos retorcidos quiere recomendar esta semana “La Biblioteca Imaginaria”, una página web que nos presenta reseñas de libros, novedades y los que ya no lo son, con el único propósito de promover la lectura de calidad y acercarnos a sus autores por medio de entrevistas (en diferido o en directo) que nos muestran la trastienda de los escritores más relevantes del panorama literario.
Pulsando aquí podéis acceder a “La Biblioteca Imaginaria” y ya estando allí disfrutad de todo lo que ofrece esta brillante iniciativa que Cristina Lucía Monteoliva García dirige desde Granada y que cuenta con un grupo de muy buenos colaboradores que disfrutan con lo que hacen.
Los contenidos de la Biblioteca Imaginaria se renuevan dos veces por semana y tenéis la oportunidad de suscribiros al boletín con las últimas incorporaciones. Cuenta con una sección para promocionarse, enlaces de interés y puedes comentar los contenidos. Una página imprescindible si queremos estar informados de las mejores novedades literarias. Pasen y lean.

28 septiembre, 2009

Por los Senderos con... Javier Menéndez Llamazares


Javier Menéndez Llamazares autor de "El método Coué" (pincha aquí para leer la reseña) nos concede una entrevista en la que nos habla de su novela publicada por la Editorial Funambulista y que nos situa al final de la Segunda Guerra Mundial. Una novela que es sin duda una de las mejores publicadas este año.


1. ¿Cómo nació esta novela? Dices en la dedicatoria que a tu madre le habría gustado escribirla.


Me gustaría poder decir que fue un lento proceso de decantación, que la historia estuvo en mi cabeza hasta adquirir forma de novela y que salió por sí sola cuando finalmente estuvo lista. Me gustaría, pero realmente no fue así. Y no lo fue, porque hubo un momento que desencadenó la escritura. Esa chispa surgió cuando nos vimos obligados a desmontar la antigua casa de mis abuelos, y cada miembro de la familia quiso quedarse con algún recuerdo material. Yo tenía muy claro lo que quería: la antigua fotografía que tenían en el salón. Y cuando la tuve en mis manos, mientras miraba a aquellos dos desconocidos tan familiares, no tuve otro remedio que contar su historia. Algo que mi madre también habría querido hacer, por supuesto. Para ella era algo aún más personal: había conocido a los protagonistas y era, en cierto modo, parte de la historia.


2. ¿Cómo fue la etapa de documentación de esta novela? Son muchos los datos que manejas.


Larga, muy larga. E intensa. Pero es que hay que entender que los datos que yo manejaba eran realmente escasos: apenas una historia de trasmisión oral, que puede resumirse en diez minutos, y un puñado de testimonios personales teñidos de nostalgia y leyenda. Más el hecho de que yo no sabía prácticamente nada del marco histórico. Afortunadamente, pertenezco a una generación que ignora alegremente los grandes desastres del siglo XX. Así que me planteé ambientar la novela del mejor modo posible, y dediqué casi un año a investigar los entresijos de la guerra civil, de la postguerra, de la Alemania nazi, del intramundo falangista, de la aviación de la época, etc. Pero lo realmente complejo fue utilizar después todo ese corpus de información, ir dosificándola para no lastrar demasiado el ritmo de la historia, y no convertir el libro en un compendio de curiosidades.


3. Haces una advertencia al principio, antes de comenzar a leer la novela. ¿Por qué la creíste necesaria? ¿Para los lectores habituales el hecho de que sea una “novela” no es suficiente?


Me costó mucho poder incluir ese caveat lector; el editor mantenía precisamente esa opinión, la de que las novelas son, por definición, ficción. En este caso, sin embargo, yo había mezclado voluntariamente hechos ficticios con personas de carne y hueso. Creo que el lector tenía derecho a saber que ni todo era verídico, ni todo era inventado. Especialmente en este caso, pues todos sabemos cómo funciona el mercado editorial, y yo era perfectamente consciente de que, en algún momento, aparecería una frase promocional asegurando que se trataba de una historia "basada en hechos reales".


4. La novela arranca con la vuelta de Manuel Llamazares como héroe a su León natal ¿Tan esperpénticos éramos los españoles en el año 1944?


No, éramos aún peores. Durante la investigación me encontré con un dato muy revelador: pese a la idea, tan extendida, de que en aquellos años se pasó hambre por culpa de la pertinaz sequía y de las consecuencias de la guerra, lo cierto es que las cosechas fueron muy buenas. Lo que falló es que el gobierno no conseguía combustible, y no podía abastecer a la población. Contado así, parece cómico, pero sufrir aquel tiempo tuvo que ser grotesco. Claro que habrá opiniones para todos, porque no faltaba a quien le iba realmente bien en medio de aquella miseria.


5. ¿Crees que a los españoles nos cuesta vernos como héroes de guerra (o identificarnos con ellos) en esas fechas cuando parecía que todo heroísmo a nivel mundial lo habían acaparado los aliados?


Hay que tener en cuenta que España se acostó germanófila -por no decir directamente "pronazi"-, y se levantó aliadófila. En aquel momento no interesaba ya resaltar nuestros "pecadillos", sino ponerse a bien con el vencedor. Un proceso que, por cierto, tuvo que resultar muy difícil, pues los aliados no dejaban de ser los mismos que nos quitaron Cuba y los que ocupaban Gibraltar, dos heridas muy sangrantes en aquella época. Hoy día, y sin entrar en consideraciones ideológicas, podríamos estar tentados de pensar que a aquellos españoles se les robó la gloria. Pero ya sabemos que la historia siempre la escriben los vencedores.


6. ¿Cómo te encontraste con el método de Émile Coué y como llegó a convertirse en el nombre de tu novela?


Hay dos rasgos fundamentales que definen, como personaje, a Manuel Llamazares: la testarudez y el optimismo. Y eso es precisamente lo que ofrece el método Coué: la esperanza de cambiar la realidad mediante la voluntad. Cuando Émile Coué hizo públicas sus teorías, no se le tomó muy en serio. Yo las descubrí precisamente por eso: en una monografía alemana de los años cuarenta encontré una mención muy despectiva a la "teoría de Coué". En cuanto investigué sobre el tema, quedé absolutamente fascinado por la propuesta de Coué.


7. ¿Qué le debe “El método Coué” al cine? Muchas de las escenas tanto las bélicas como las de cercanía de personajes son muy cinematográficas.


El cine y la literatura utilizan lenguajes que son parcialmente intercambiables. Y ambos toman del otro cualquier elemento que les pueda beneficiar. No ocurre sólo entre estas dos disciplinas: también la música o el cómic interactúan con la literatura, porque todo es válido a la hora de contar una historia, que es de lo que se trata. Lo que no se puede pretender es ignorar los recursos que están a nuestro alcance, y escribir como si todavía viviéramos en el siglo XIX. De todos modos, no creo que sea un fenómeno que me afecte sólamente a mí: a todos, en mayor o menor medida, nos influye la dialéctica de lo audiovisual, porque forma parte de nuestra realidad cotidiana. Y no es ni bueno ni malo; simplemente, es así.


8. Manuel vive su particular “guerra” con el amor y parece que al final ganó ¿Te parece el amor un conflicto?


No creo que sea, exactamente, una guerra. Manuel persigue la felicidad, y el amor es uno de sus componentes fundamentales. Y le pasa lo que a todo el mundo: a veces sale bien y a veces no. Pero, si el mundo a tu alrededor se ha vuelto completamente loco y se ha entregado a una orgía de autodestrucción, entonces el amor se vuelve más necesario que nunca. ¿El amor como conflicto? Bueno, cada uno tiene sus intereses, sus expectativas y sus preferencias. Lo complicado -y lo mágico- es conseguir que dos personas encajen.


9. Cuando Manuel se instala con “La chica” en aquella “mancebía”, con cámaras y micrófonos típicos de la Gestapo dice de los escritores que es mejor “no llegar nunca a la persona. Porque siempre, siempre te decepcionan”. ¿Qué piensas sobre esto?


Imagino que le habrá ocurrido a mucha gente: lees un libro, escuchas una canción o admiras un cuadro y automáticamente piensas que el autor debe de ser una persona excepcional. Y luego, cuando conoces al creador, te das cuenta de que tiene defectos, o incluso que es un ser despreciable. Y es que proyectamos las virtudes de una obra en la persona que la ha creado, lo que es una atribución errónea. No es que opine que todos los escritores sean unos cabrones, si no que hay que acercarse a ellos como a cualquier otra persona, dejándose de reverencias.


10. Cuéntanos un poco de la historia de cómo llegó “El método Coué” a Editorial Funambulista.


De la manera más inesperada; yo había terminado el libro pero no tenía editor. Mientras buscaba uno, puse en mi blog un anticipo de la novela, los primeros cinco capítulos, que cualquiera podía descargarse. Entonces, por cuestiones laborales, tuve contacto con algunos editores literarios, y en mis correos electrónicos solía incluir al pie, junto a la firma, un enlace a mi blog. Sorprendentemente, un día me escribió Max Lacruz, el director de Funambulista; había descubierto el avance de la novela y me pidió que le enviara el resto del manuscrito. En tres días me llamó por teléfono: no había acabado el libro, pero quería publicarlo. A mí me sorprendió tanto que le dije que mejor lo leyera entero, por si acaso luego se arrepentía. Unos días después, me envió un mensaje que decía "El final también me gusta", y que adjuntaba un contrato de edición.


11. Tus personajes fluyen con la historia, entran y salen sin forzar la historia, no se imponen se presentan y viven ¿Bajo qué influencia literaria dirías que te encuentras?


A mí me gusta pensar que estoy dentro de la (reciente) tradición de narradores leoneses. Mi forma de narrar y mi afición por lo insólito tienen mucho que ver con la pasión de los libros de Juan Pedro Aparicio y José María Merino. Creo que hay algunas conexiones entre mi libro y "El año del francés", por ejemplo. Y hay una tendencia irrefrenable hacia la ironía que creo que me la ha contagiado Luis Mateo Díez, es el escritor en castellano que más me ha influído. Pero también me siento deudor de otros muchos autores, por supuesto: adoro a Giovanni Guareschi y a Tabucchi. Y he aprendido mucho de John Irving. Más allá de estas influencias, no me veo en ninguna corriente literaria. Además, todo eso me sobrepasa; no sé que es el afterpop ni el ciberpunk ni nada de eso. A mí me interesan los buenos libros, nada más.


12. Esta historia tiene su germen en la oralidad, viene de lejos en la familia ¿Cuál es tu relación con la oralidad?


Bueno, yo soy un chico de los ochenta; cuando me hablan de filandones, de tradición oral, de etnografía y cosas así, me suena todo muy lejano. Nosotros crecimos con la tele y la LODE. La relación con lo literario es practicamente siempre a través de la escritura. Sin embargo, la oralidad nunca desaparece del todo: está en las leyendas urbanas, en los chistes... en todos los recursos sociales que escapan del control mediático. Pero esta historia, como ocurre con todas las que se conservan por tradición oral, tenía tanta fuerza que fue capaz de llegar hasta mí, aunque lo hiciera nadando contracorriente.

26 septiembre, 2009

Cinefilia congénita I

Paula, Palita. Así se llamaba mi tía abuela que leía la revista Ecran de cine, revista chilena, y que fue la primera cinéfila de mi familia (del lado panameño) en plan formal, cinéfila de ir al cine con frecuencia y lectora de revista técnico-popular sobre el tema, una teórica del séptimo arte que estaba muy puesta en la materia según el testimonio de mi abuela Chela que ya hace años se fue de este mundo.
Pero la teoría del cine que fue construyendo Palita tenía en su centro neurálgico una costumbre lectora que siempre me hizo gracia por lo rotundo: nadie podía leer la Ecran sin que ella la terminara primero. Así las cosas cuando mi madre iba a casa de su tía tenían que preguntar, ante la soledad y abandono de la Ecran sobre una mesa o en el sofá: “tía ¿ha terminado de leer la revista?” A lo que mi madre me cuenta con una sonrisa de memoria feliz que casi siempre ella le contestaba con un mohín de fastidio “no la he leído toda”. Palita tenía ese sentimiento de amor a lo virginal, a lo nuevo, a aquello que nadie había tocado y, ya que ella había comprado la revista, se sentía en la obligación de ser la primera en dar cuenta de ella.
A aquella cinefilia incipiente en mi familia se sumó también mi abuelita Chela que era una amante del cine de “miedo” como le decía ella. Yo en aquella infancia mía era un cobarde, me aterrorizaban las películas de miedo. Pero mi abuela no me abandonó con mi miedo para que me sintiera peor, sino que me contó una anécdota que reveló que lo mío era hereditario.
Resulta que mi abuela quería ver “La momia” (Karl Freund, 1932) en el mítico Teatro Tivoli en la capital de Panamá. Mi abuelita Chela pagó su entrada y la de mi mamá con la emoción del buen cinéfilo que se enfrenta a una película de las grandes. Se sentaron en sus butacas y arrancó la cinta con los aires misteriosos que se le suponen. Todo iba bien hasta que la Momia (un maravilloso como siempre Boris Karloff) salió de su letargo de 3.700 años para asustar a media humanidad, incluida mi mamá, que se refugió detrás de sus manos con sollozos contenidos. Mi abuela vivía con entusiasmo su película, la disfrutaba, pero la hija aterrorizada le cortaba la conexión con el film. “No mires”, le decía a mi mamá y ella entre dedos miraba sin querer las escenas en las que la momia aparecía precedida por la música “in crescendo” hasta que el monstruo aterrorizaba a la audiencia. “Y así se tiró toda la película tu mamá”, terminaba el relato mi abuela ante el cual me sentí más acompañado en la nómina de los miedosos. Disfruté durante años de las películas de miedo, y de las que no eran de miedo, junto a mi abuelita Chela.
Pero Palita era la que leía el Ecran, ella era la cinéfila por definición. Un día un tío mío me preguntó por lo de mi cinefilia, le parecía raro tanto hablar de cine y de actores y películas que no correspondían a mi época. “Cinefilia congénita”, le contesté, y le recordé a su Tía Paula la primera cinéfila de la familia. Se rió y me contó una anécdota que sigue despertando las risas de quien la escucha tantos años después.
Resulta que mi tío es el más pequeño de los seis hijos de mi abuela Chela. Un fin de semana en el que mi tío se iba con Palita a su casa a pasar la noche con su primo, pasaron por delante del ventanal abierto del único vecino que en el barrio tenía televisor por aquellos días. Palita se percató que el mismísimo John Wayne caminaba hacia la pantalla y se detuvo a ver la escena. El legendario vaquero dijo su frase y Palita le comentó con sorpresa a mi tío: “oye, yo no sabía que John Wayne hablara tan bien en español”. Me reí y aprendí aquel día que a los cinéfilos se les puede escapar cualquier cosa y que parece mentira pero hasta la cinéfila venga vía genes. Pero… continuará.

23 septiembre, 2009

Entre el XX y el XXI. Antología poética andaluza.(Reseña)

El libro que el lector tiene en sus manos es una antología. Parece una obviedad pero no es una antología buena. Sin necesidad de ser expertos Francisco Morales Lomas (Jaén, 1957) integra en esta antología textos representativos de los poetas andaluces necesarios. El propio antólogo hace en el prólogo un pliego de descargo sobre las antologías y una promesa de formalidad literaria a la hora de escoger a los poetas y sus poemas. Estamos ante un texto que plantea como estímulo para el lector una poética redactada por cada autor en la cual revelan parte de su mundo literario.
Este libro es también el complemento de un primer volumen y es a su vez la continuación de un proyecto que la Ediciones Carena ha encomendado a Francisco Morales Lomas: hacer una antología de todas la Comunidades Autónomas, lo cual entusiasma y hace presagiar muy buenas antologías para el futuro. Antologías que serán imprescindibles para adentrase mejor a la obra de nuestros poetas.
El disfrute paralelo de la poesía y de las poéticas hace este recorrido andaluz un hallazgo de palabras como soles, metáforas e imágenes como los de un descubrimiento. Los petas no rehúyen sus filias y sus fobias. Trazan con destreza unos límites que para ellos son inherentes a su obra y oficio. Escriben desde distintas perspectivas pero nuestro antólogo ha hecho un buen trabajo recordándonos sus puntos de cercanía regional o académica o sus años y fechas de publicación. Todo esto para hacernos ver la vigencia de estas voces que huyen de estereotipos generacionales y se vuelcan con la poesía en la vida cotidiana.
Luis García Montero, Antonio Enrique, Aurora Luque, Dominio F. Faílde, Antonio Jiménez Milán, Rosa Romojaro, Alberto Torés, Álvaro García, José Sarria y Fernando de Villena, son los poetas que para este segundo volumen de Entre el XX y el XXI Antología poética andaluza (Ediciones Carena, 2009) ha seleccionado con tan buen criterio Francisco Morales Lomas.
Quisiera destacar dos poéticas. Una que me ha llamado la atención en tanto que expresa la labor del poeta es la de Fernando de Villena cuando nos dice lo siguiente: “Existe una realidad más hermosa o más terrible detrás de muchas cosas junto a las que pasamos. El hombre vive demasiado velozmente. El poeta debe detenerse a indagar esa otra realidad y, aunque nunca pueda explicarla, podrá transmitir la emoción que le sacude durante su búsqueda”. Esta idea se aplica a cualquiera de las formas de búsqueda literaria. Es el compromiso del escritor transmitir esa emoción. El hombre hoy más que nunca necesita que se le comunique serenidad. Por eso en sus poemas “Cementerio” o “El día de todos los Santos”, nos lleva otra vez muy cerca a la emoción que suscita el conocimiento de luto y de la muerte.
Otra poética que sorprende por su brevedad y en la línea del oficio del poeta es la de Aurora Luque. En su poética nos dice en “Nuevo caso de hybris (2): “Arte: una letra de a-mor y tres de mue-rte”. Aquí tenemos el combustible del poeta, amor y muerte, el combustible del escritor.
Los poemas, una vez se adentra uno en el camino sinuoso de su lectura, son un cambio constante de paisajes, son un caminar por un sendero hecho de versos vivos, con un cielo de claros y oscuros. Cada poeta y su obra representada son una puerta para llegar a estos autores andaluces necesarios. Una delicia para los sentidos y el paladar literario. Un acierto de antólogo y de Editorial. Un libro que abrirá muchos más.

21 septiembre, 2009

Por los Senderos con... Miguel Ángel Muñoz


Miguel Ángel Muñoz es uno de los grandes cuentistas de una generación que pide paso a fuerza de buen oficio y de una lectura certera del mundo que les rodea. Editor del ya mítico blog “El síndrome Chéjov” dedicado al cuento y a su entorno nos responde en diferido a las preguntas que le proponemos a propósito de la publicación en Páginas de Espuma de su nuevo libro “Quédate donde estás.

1. ¿Cuándo nace “Quédate donde estás” como libro?

No estoy seguro de que un libro nazca en el momento en que comienza a escribirse o cuando deja de ser escrito y comienza el proceso de publicación. O, es más, si nace como libro en el momento en que es por fin publicado. En todo caso, comencé a escribirlo antes de que se publicara "El síndrome Chéjov", y fui tranquilamente reuniendo los relatos que irían conformándolo. La guinda final fueron los microrelatos, los últimos en escribirse y en añadirse a la estructura del libro.

2. Aunque se afirma que el libro gira alrededor de la idea del equilibrio veo que existe una vertiente de desequilibrio en todos los cuentos, a saber, desequilibrio afectivo, emocional, profesional… ¿Será que el desequilibrio es el equilibrio de los personajes de tu libro?

Las historias e intenciones de los relatos del libro eran bien diversas y me parecía muy importante la disposición estructural de los mismos, su ordenación. Buscar que provocara los contrastes que yo deseaba para los relatos. La búsqueda del equilibrio es por tanto sobre todo formal. Respecto a ese desequilibrio que aprecias en las historias, creo que el origen de una tensión narrativa que resulte atrayente para el lector ha de nacer de la presencia de un conflicto, y cualquier conflicto bebe de una contradicción, una duda, una lucha contra algo.

3. En “Vitruvio” veo la figura del escritor como una especie de escarabajo, dotado de suficientes manos para hacer todo. Hay algo de escarabajo kafkiano en este cuento.

Es curioso, porque después de escribir ese relato, excéntrico y que escribí con mucha libertad, no he dejado de leer historias reales en prensa sobre trasplantes inverosímiles, de brazos o de cara, operaciones que hace unos años nos parecían de ciencia-ficción. Está claro que el cyborg está cada día más cerca y ese cuento puede llegar a ser literatura costumbrista de aquí a poco. Ya no nos sorprende nada.

4. Las vidas de los escritores son como las vidas de santos, muchos quieren imitarla y verse allí reflejados ¿le pasa algo parecido a Miguel Ángel Muñoz?

Creo que, al menos a mí, me parece que esas vidas tienen poco de ejemplares, y por eso las anécdotas que reflejo en mis relatos sobre algunos escritores -y que ocupan muy pocas páginas del total del libro aunque parezca lo contrario- muestran las miserias, humanas pero miserias, de escritores que viven en medio de una absoluta imperfección. Como todos, vamos.

5. Mi cuento favorito de este libro es “Los hijos hundidos”, me parece un cuento cuya atmósfera es técnicamente excelente, es decir, nos hace ver las fotos en la pared, nos oprime y desconcierta como si estuviéramos allí ¿cómo trabajas las atmósferas de sus cuentos?

El cuento vive de su atmósfera como el mago de los prolegómenos del truco. Lo importante no es la paloma, sino el que mientras el mago habla, esperamos la paloma. Me gusta intentar que el lector sienta lo que veo, y vea lo que pienso.

6. El más divertido para mí por lo cerca que me toca es “Profesor Amine”, microrrelato basado en hechos reales. Doy fe de los hechos ¿Cuándo te encontraste con el “viejo profesor”?

Sorprende ver que ese texto, prácticamente real y que muchos lectores habrán leído en los papeles que se reparten por la calle, es un texto que se reproduce una y otra vez, por distintos autores, y que basa su efecto, como en la literatura, no tanto en el anuncio del falso vidente, que todos fácilmente detectamos como una engañifa, sino en la credulidad de aquellos que finalmente descuelguen el teléfono y lo llamen. De poco sirve todos los intentos que hagas por seducir a un lector con tus historias si el lector no quiere ser seducido. Ahí está la belleza caprichosa y respetable del gusto: lo que a unos les parece buena literatura a otros no les dice nada. Unos descuelgan el teléfono y la mayoría no.

7. En una entrevista que nos concedió hace unas semanas Ignacio Martínez de Pisón le preguntábamos lo siguiente: “Cuando dices que frente a Poe has acabado prefiriendo a Chéjov ¿podríamos decir que Poe representa mejor la juventud (dices “trazo vistoso y enérgico”) y Chéjov la madurez (“dices pincelada sutil”)?”nos contestó que “desde luego lo representa para mí. Pero no creo que eso tenga un valor universal. Cortázar siguió escribiendo toda su vida magníficos relatos en la tradición de Poe”. ¿Qué te parece la apreciación habida cuenta de tu relación con Chéjov?

Estoy muy de acuerdo con lo que comenta Martínez de Pisón. Chéjov es un autor que puede no gustarte cuando adoras a Poe -a mí me ocurrió- y que sin embargo, cuando lo lees atentamente más tarde, no entiendes cómo en aquel momento no llegaste a entenderlo. Con Poe la pasión puede languidecer cuando los años pasan. A Chéjov nos lo llevaríamos incluso a la residencia de ancianos, para que nos ayudara a morirnos mejor.

8. “Ácaros” me recuerda a un texto que leí de Monterroso sobre “Cómo me deshice de 500 libros” ¿podríamos usar este cuento como una suerte de orden para deshacernos de libros y sus innatas alergias o con que quitemos el polvo nos vale? ¿Hay libros que contaminan más o todos son sospechosos?

¿Qué haríamos si nos obligaran a desprendernos, por el motivo que fuera, de nuestros libros? ¿Cuáles escogeríamos? ¿Cuáles serían los imprescindibles? La solución del relato es irónica, porque al final, el proceso es una cadena de proporciones enormes, que no tiene fin. La literatura que me interesa es una cadena sin fin, y un libro lleva a otro. Lo que menos me gusta del mundo del cuento es cierta endogamia y falta de curiosidad en sus lectores más entregados. Leer sólo cuento es algo parecido a probar un sólo alimento. Por mucho que nos guste, no es sano. Lo peor es cuando se entiende que el cuento, encima, ha de cocinarse de una determinada manera, y a un punto de sal que parece estar escrito en unas Tablas de la Ley de las que el autor no se debe alejar, cuando la belleza del relato como género es su versatilidad, y su libertad. Todos los libros, del género que sean, están relacionados.

9. ¿Recomiéndanos dos libros de cuentos que debamos leer?

Uno que aún no se ha publicado en España, y que espero que lo sea tras el revival Richard Yates: "Once tipos de soledad".
El segundo aparecerá en lo que queda de año, y es otra maravilla de Ángel Olgoso: "La máquina de languidecer".

10. Miguel Ángel Muñoz ¿se queda donde está o sigue escribiendo? En que andas metido literariamente en estos días.

Corrigiendo, corrigiendo, corrigiendo.

Quédate donde estas (Reseña)

El último libro de Miguel Ángel Muñoz (Almería, 1970) "Quédate donde estas" (Páginas de Espuma, 2009) es un juego de equilibrios. En medio de la lectura de cada cuento nos veremos haciendo malabares para no caernos de la silla. Si muchos libros son capaces de mantenernos al borde del asiento este, os lo aseguro, os va a tirar de donde estéis sentados. Cuentos compactos, directos y absorbentes, así son los cuentos que el lector tiene que leer a toda costa.
Como bien afirma la contra portada del libro estos cuentos están construidos alrededor de la idea del equilibrio, equilibrio formal. Yo añado que están escritos alrededor de la idea del desequilibrio, de ese momento justo en el que se va dar el paso hacia lo desconcertante, hacia la locura. Los cuentos de Miguel Ángel Muñoz están sólidamente elaborados: son cuentos contra los cuales te estrellas y te quedas aturdido, no como ocurre con otros cuentos con los que te das y resulta que son de cartón piedra. Tiene uno, mientras lee, la sensación constante de que el equilibrio se va a perder dentro de poco.
Con la idea en mente de “equilibro desequilibrante” hemos decidido dividir el libro en “cuentos de desequilibrados” (de escritores): “Quiero ser Salinger”, “Las dos hermanas”, “Vitruvio”, “Vaivén” y “Hacer feliz a Franz. “Cuentos de equilibrios” (los cotidianos): “Ropa de verano”, “Quédate donde estás”, “El reino químico” y “Los niños hundidos” y “cuentos desequilibrantes” (los microrrelatos): “Jabón de Marsella”, “Ácaros”, “Profesor Amine” y “Banda ancha”. Creo que si seguimos esta breve y exclusivamente didáctica y particular división, podremos acercarnos más a la esencia de este libro.
De entre los “cuentos de desequilibrados” quiero resaltar dos: “Vaivén”, el cuento dedicado a los seguidores del Blog del autor "El síndrome Chéjov", y que narra una interesante conversación entre Carver y Ford con Chéjov de fondo. Una pieza que esconde muchos sentimientos de escritor en las pocas páginas que tiene. Por otro lado está el inquietante y arenoso “Hacer feliz a Franz” cuento que nos revela el corazón de Kafka y su obsesión por la escritura. Una brillante y cargada atmósfera y un final certero.
De entre esos cuentos de escritores hay uno, “Vitrubio” que es un cuento de ¿ciencia ficción? Un hombre, un escritor, se trasplanta varios pares de manos para poder dedicar tiempo a todo lo que tiene que hacer ¿se atreven a imitar al protagonista? Un cuento libre, provocador y que mezcla en sí varios géneros y contiene muchas de las calladas obsesiones de los escritores. ¿No les parece un escarabajo kafkiano? Lean y juzguen.
De los “cuentos de equilibrios” merecen especial atención “Quédate donde estás” y “El reino químico” en los que una decisión va a cambiar por completo el curso de la vida. Miguel Ángel Muñoz elabora una cotidianidad amable, deseable incluso, parecida a la que podemos estar viviendo y poco a poco va introduciendo despacio, como si inhaláramos sin saber un gas tóxico, los elementos de una decisión que precipitará todo hasta un radical cambio. Es cierto que cada día nos enfrentamos a ello pero ver la secuencia completa desde fuera, como si de una película se tratara, inquieta. Allí está el éxito de estos dos cuentos, hacernos caminar hasta el cambio.
De los “cuentos desequilibrantes”, dos merecen una pequeña mención: “Profesor Amine” (doy fe de los “hechos reales”) es verídico y podéis llamar al teléfono que aparece al final del cuento y “Jabón de Marsella” que es como una cámara de fotos de esas que hacen cientos de ellas por segundo. Va leyendo uno y tiene la sensación de que con el solo olor del jabón la vida de la protagonista va pasando por delante de nuestros ojos como ráfagas de foto.
El más inquietante de todos es sin lugar a dudas “Los niños hundidos”, que va a caballo entre el sueño y la realidad. Un hotel inquietante con un camarero que da la sensación de ser un psicópata antisocial. Nuestro autor consigue crear una atmósfera inquietante en la que todo parece ser un sueño, o no. Un cuento del que desearéis despertaros.
Todo en este libro está a punto de ocurrir, necesitas tomar aire y seguir leyendo para ver que va a pasar. “Quédate donde estás” propone al lector perseguir sin cuartel a los personajes para saber hasta dónde van a llegar. La vida la creemos sólida pero basta una decisión, una palabra, un gesto para que el rumbo de la existencia se vaya por otros derroteros. Un libro que no nos dejará quietos donde estamos, nos hará ir un poco más allá.

20 septiembre, 2009

Un concierto para insultar


Juanes y Miguel Bosé junto a Víctor Manuel ya están en Cuba. Luis Eduardo Aute y Olga Tañón también estarán en el concierto para insultar a los cubanos y a los que de verdad aman la libertad y la paz. Juanes, metido ahora a gestor del término “paz”, dice que lo que necesitamos es “un mensaje de paz”. Claro, que se lo digan al tal “Pánfilo” un hombre acusado de "peligrosidad social predelictiva" por denunciar en un documental que en Cuba hay hambre. No se pierdan el término (“peligrosidad social predelictiva”) que suena a totalitario. Al tipo lo han liberado, menos mal, y le van a mandar a un psiquiátrico para curarle su alcoholismo. En fin, ya lo dice el refrán: “los locos, borrachos y niños siempre dicen la verdad”.
Ahora espero que los entusiastas de la ignorancia no nos tachen de “fachorros”, derechones, capitalistas o amigos del exilio cubano. Nada más lejos y nada más simplista. Lo que va a ocurrir allí es un insulto a los hechos, a la realidad totalitaria y dictatorial que vive Cuba desde hace cincuenta años. Los gestos necesarios hoy son dar la espalda al régimen no asistiendo o marcarse un discurso por la libertad y la democracia en la mismísima Plaza de la Revolución denunciando la situación de la isla. No lo harán, para qué, no se vaya a sentir insultado el pobre Fidel y su hermano Raúl que sí que no pasan hambre. Si no hacen lo dicho simplemente asistiremos a un insulto más a la realidad cubana y a su pueblo, a parte del insulto al sentido común y a la verdad.
Estos artistas se unen al insulto por ejemplo del director Oliver Stone que ya ha hecho su película del dictador Hugo Chávez que persigue periodistas, coarta libertades y amenaza a medio mundo mientras tiene a los venezolanos pasando hambre y trabajos. La prosperidad venezolana ¿dónde está? si los ciudadanos quieren irse de allí porque el prepotente del dictador no deja vivir a nadie que discrepe con él. Me gustaría ver a más de un “intelectual de salón” pedir la ciudadanía cubana o venezolana e irse a vivir allí y discrepar a ver dónde terminan sus huesos.
Lo del concierto es una aberración, un insulto. Los artistas que pasan por Cuba a levantar los brazos del dictador se vuelven a sus países porque seguro no soportarían vivir en semejante estado de opresión. Irán cantarán, a por una paz que los cubanos no conocen y se volverán dejando en la mente de los cubanos una horitas de música sabrosa que será por unos días la banda sonora de su miseria sin fin.
Hoy es impopular criticar a los Castro y su dictadura, lo mismo pasa con Chávez. Me da igual, mi vanidad está más que satisfecha. Lo que no podemos hacer es dejar de llamar a las cosas por su nombre. Cuando caemos en la frivolización semántica de la realidad, es decir, cuando llamamos a lo malo bueno y a lo bueno malo, estamos a punto de saltar por los aires como sociedad. Y ya hemos llegado a ese punto por el camino de la relativización de todo, de la ausencia de referentes y de esa terrible mentira que dice que todas las opiniones son respetables. Si así fuera, si todas las opiniones son respetables, equipararíamos lo dicho por Gandhi o Hitler y, como son opiniones, respeto a ambos “aunque no lo compartamos” escogiendo, con la fasecita de marras, el camino de la cobardía que es preámbulo de nuestro desastre como sociedad.

17 septiembre, 2009

La Metaficción y los vericuetos de la creatividad literaria. Por Enrique Jaramillo Levi

I

La metaficción, en cualquiera de sus múltiples manifestaciones, es una forma de entrar más directamente en los vericuetos de la escritura literaria reforzando, al mismo tiempo, el aspecto artístico del proceso de la creación a través del ingenio y el dominio del oficio con el que desde la obra misma se le indaga. Aunque siempre ha existido, y de ello hay abundantes pruebas en la literatura universal, su presencia como un tema estético de particular interés empieza a sentirse con más fuerza y constancia en el siglo xx.
Si la novela y el cuento son considerados obras de ficción, y por tanto aspiran a tener categoría artística, podría decirse que los textos metaficcionales son, por naturaleza, ficción a la segunda potencia; es decir: ficción de la ficción. ¿Por qué? Porque su materia prima es algún aspecto de la creación literaria, y a menudo la propia obra que ha sido escrita. En otras palabras: los contenidos de la ficción, y a veces también su forma, se ficcionalizan dentro de la obra en sí. Por tanto, cuando dentro de la obra en cuestión se le da categoría o rango propio y destacado a los personajes, a la trama, a la atmósfera creada, a la estructura del texto, al estilo o al tema mismo por encima del tratamiento anecdótico usual de historias de índole extraliteraria ligados a una realidad exterior, el hecho de priorizar uno o varios de esos u otros elementos que forman parte del texto hace que estemos frente a una obra de índole netamente metaficcional.
Debe entenderse, entonces, que en este tipo de obra hay una actitud indagatoria y, en más de un sentido, experimental, ya que la atraviesa una insistente reflexión en torno a la naturaleza del acto creativo o acerca de los componentes de la obra final que resulta de tal proceso. Pero es menester que esa indagación se realice más bien a trasmano, que se dé como de soslayo, y que fundamentalmente se nutra de los procedimientos propios de la ficción literaria, sobre todo tratándose de novelas o cuentos. Así, la ficcionalización del texto debe estar en un primer plano. El lector debe sentir que de una u otra manera se le está contando una historia interesante, que tarde o temprano surge un conflicto y que éste termina en un desenlace. De otro modo tendríamos más bien un ensayo, y no una verdadera obra de ficción, que es como se define a las novelas y a los cuentos literarios.
Todo lo anterior nos hace concluir que, lógicamente, no puede haber metaficción sin que antes exista ficción en una obra; es decir: simulacro creíble o recreación de una realidad, construcción de una verosimilitud a partir de un artificio artístico. Porque el término metaficción lo que sugiere es un ir más allá de la ficción, aunque en realidad lo que suele ocurrir es que mediante este procedimiento se penetra más a fondo en ella –en la ficción-, indagando su esencia, cuestionándola, a menudo desmenuzándola sobre la marcha, desde la raíz, mientras se la va construyendo. Se trata, pues, en algún sentido, de una suerte de endogamia creativa; de partenogénesis literaria, en la cual la ficción se pare a sí misma mientras se mira hacerlo: un fenómeno artístico en el que es posible visualizar un complejo juego de espejos; o bien la imagen de una serpiente hecha de ficción queriéndose comprender mejor a sí misma, y que termina mordiéndose la cola.
Todo lo cual puede sonar, por supuesto, como una exquisitez o entelequia abstrusa, como un exceso de intelectualización que añade complejidad a lo que, ya de por sí, no es algo sencillo de entender: la naturaleza, funciones y proyección de la ancestral creación literaria, la cual sin embargo siempre se está renovando; y más concretamente, de la ficción. Y, claro, para el lego en la materia puede que sea así; sin embargo, ¿cómo negar que el intelecto humano siempre busca ampliar sus horizontes, profundizando en las posibilidades de su materia prima? ¿Cómo negar que la capacidad del arte –y la buena literatura siempre lo es- resulta prácticamente infinita en sus ramificaciones, vericuetos, alcances?
En todo caso, el mundo de la ficción está ahí, virtualmente abierto a todo, sujeto en todo momento al escrutinio de la creatividad e inventiva de quienes cultivan el difícil arte de la escritura: los escritores; y es preciso estudiarla a fondo, función ésta de los críticos que algunos escritores también se apropian desde las entrañas de la obra misma, como parte integral de su estructura y su estilo. Y, como ya se ha dicho, eso es precisamente lo que hace la metaficción: abordar la ficción desde los meandros de la ficción misma, problematizándola.

II
Los trece cuentos que integran la colección que he titulado Escrito está, y que mereció el Premio Único de Cuento en la Septuagésima segunda versión de los Juegos Florales Hispanoamericanos de Quetzaltenango, Guatemala de 2009, congregan gran parte de las características antes reseñadas; sólo que al mismo tiempo son muy breves y concentrados, por lo que además de ser metaficciones a la vez son minicuentos. De ahí el nombre que le he dado a uno de esos textos, pero que perfectamente se le puede aplicar a todos: minimetaficción.
Acaso habría que agregar que se trata de textos híbridos, aleatorios, autoprocreativos, en los que literalmente la ficción se va haciendo sobre la marcha, como una reflexión sobre la narración, y en algunos casos como una narración acerca de una reflexión. ¿Y sobre qué se reflexiona y se narra? Sobre el acto de reflexionar narrando, o de narrar reflexionando; es decir, sobre el acto creativo en estado puro. Así, en estos minicuentos metaficcionales trato de construir historias carentes de historia, personajes y trama. Y mientras procuro hacerlo, me miro haciéndolo, me autoevalúo, expongo mis dudas al respecto…
Podría decirse, en todo caso, que la escritura es el único protagonista de estas historias que, al negarse a ser una suma de simples anécdotas tradicionales cuyo referente es la realidad circunstancial, se identifican a sí mismas y se asumen como protagonistas. Quiero pensar que se trata de una escritura creativa, ingeniosa, lúdica; de una búsqueda de significado que, al plantearse como tal, se explica a sí misma y termina por encontrarse, anclada como está a la naturaleza literaria y en la propia indagación. Todo lo cual podría entenderse, en cierta forma, como la plasmación de trece variantes de una misma metáfora acerca del arte y la experiencia humana: la ancestral metáfora de la identidad, ahora plasmada en los 13 minicuentos que integran la colección: Escrito está.

Escritores panameños por los Senderos. Hoy... Enrique Jaramillo Levi


Con esta semblanza sobre Enrique Jaramillo Levi y inauguramos una nueva sección dedicada a los escritores panameños en la que reseñaremos algunos de sus libros y les entrevistaremos para darles a conocerles mejor. Más adelante haremos lo dicho con el propio Enrique.


Enrique Jaramillo Levi (Colón, Panamá, 1944) es una de las grandes figuras de las letras panameñas. Cuentista de raza es sin duda uno de los más prolíficos escritores panameños con una obra que toca todos los géneros literarios. Es además un “agitador cultural” de primer orden y un buen amigo.
Enrique ha dado a Panamá muchísimas cosas a parte de su obra literaria que está enraizada en la mejor de las tradiciones literarias de Hispanoamérica y construida sobre un profundo conocimiento del oficio de escritor.
El pasado día, el 12 de septiembre en Quetzaltenango, Guatemala, Enrique Jaramillo Levi recibió el premio único en la sección de cuento de la Septuagésima-Segunda edición los Juegos Florales Hispanoamericanos un galardón que no hace más que confirmar la excelente trayectoria de un cuentista imprescindible de las letras panameñas.
Además a Enrique se le ha concedido la beca “Charles Phelps Taft Memorial”, al ser invitado como “escritor e Investigador Visitante”, durante dos meses y medio, por la Universidad de Cincinnati (Ohio, Estados Unidos), otro reconocimiento a su obra.
Enrique tiene publicado aquí en España un libro de cuentos (no es el único) que reseñaremos más adelante “Luminoso tiempo gris” editado por Páginas de Espuma (2002) y que es una buena puerta de entrada a la obra de Jaramillo Levi.
Vamos a reproducir aquí con permiso del autor, el discurso de recepción del premio de cuento de los Juegos Florales Hispanoamericanos (pinchar aquí)

14 septiembre, 2009

Por los senderos con... Francisco Morales Lomas


Francisco Morales Lomas es un escritor completo. Crítico, poeta y novelista nos concede esta entrevista en diferido para hablarnos de su último poemario "La última lluvia", un texto que nos lleva de viaje por la geografía de la vida

1. ¿Cómo empezó tu relación con la literatura y la poesía?

Tendría catorce o quince años. La literatura fue el modo de encontrar un mundo comprensible. Todo me parecía absurdo, violento e hipócrita por entonces. España era un país ridículo. La literatura fue un refugio para expresar lo que públicamente (estábamos en la dictadura) no se podía hacer. Mis primeras lecturas corrieron parejas a la escritura, lecturas de cómic, Capitán Trueno, Comandos Guerreros..., luego toda la poesía, sobre todo Bécquer y antologías generales.

2. En su conjunto, el libro me comunicó la idea de un viaje en el que salimos de las “Ensenadas” para caer a los pies de los “Ídolos” al final, que no son ni más ni menos que los otros, que nosotros mismos ¿qué opinas?

La antología de toda mi poesía se tituló Tránsito como homenaje a este viaje vital que es nuestra existencia. Un tránsito es para mí un espacio lleno entre dos vacíos, un viaje limitado y brevísimo. Sí, se lee así, como dices, y el agua de Ensenadas como origen de la existencia. Una existencia que se desenvuelve díscola e irreverente. Pero, no triste; sí natural y comprensible. Lo peor no es morir, sino no creer en nada. El secreto de nuestra existencia son los sueños, por eso hay que ir construyéndolos cada día, aunque se derrumben.

3. “El Sur”, en medio del viaje, es un homenaje a tu tierra ¿Un oasis en este viaje lírico?

Quise romper con el tópico del Sur. Algo de él ha habido en los romances. Antonio Machado y también su hermano Manuel (sólo en algunas ocasiones) o Juan Ramón Jiménez lo rompieron. Mi Sur quiero que sea de raíz, profundo, que suene más elegía, más a Lorca y García Baena.

4. El planeta Marte y el sueño de conquistarlo actúa como contrapunto a nuestro planeta y a los estragos del hombre sobre él ¿tan malos seríamos si conquistáramos el planeta rojo?

Creo que caeríamos en los mismos vicios, desigualdades y antinomias. Los seres humanos son más lobos que ángeles. Siempre me gustaron las películas de ciencia-ficción desde pequeño, sobre todo por tratar de indagar qué podríamos crear en un nuevo planeta. Pero todo acababa siempre mal. Creo que los seres humanos seguiremos siendo igual de bastardos en donde estemos. Los cambios sólo se producen a muy largo plazo y, a veces, hay un paso adelante y dos atrás.

5. “Náufragos en el misterio” es mi poema favorito ¿crees que es la mejor condición del hombre y que sin ella no seríamos en tanto que deseo de saber?

El naufragio siempre ha sido una forma indirecta de búsqueda. Perderse es un misterio que siempre engendra muchas posibilidades y la vida es ese misterio en el que nos vamos perdiendo y durante ella intentamos encontrarnos, en esa desventura del viento, en esa agitación del mar, en las tormentas. Pero esa singladura (no debemos olvidarlo) siempre acaba con la mar en calma.

6. ¿Alguien que sabe tanto de poesía es capaz de disfrutar de ella sin convertirla en objeto de estudio?

Yo disfruto escribiendo poesía pero sobre todo leyendo. Ya lo decía Borges, que se consideraba más lector que escritor. Leer es ir en busca de ese misterio y todos somos capaces de crearlo en algún momento. Ahí radica uno de los grandes valores de todos los seres humanos.

7. “La última lluvia” ¿por qué el título?

Acaso la última esperanza y su reflexión. La lluvia última como la reflexión postrera, aquello a lo que tenemos necesidad de engancharnos para no perder el norte ni la travesía.

8. “Tempus horribilis Fugit” ¿es esta la mentalidad correcta para estos días de crisis? ¿Aprenderemos algo de todo ello?

Si algo aprendía de la filosofía oriental es a tratar de que las derrotas y las victorias no acaben conmigo. La templanza. Por eso en épocas de crisis conviene también olvidar la desventura de los números y acceder a la ventura de que todo cambiará a mejor. Seguramente habría que decir con Groucho Marx que, partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de miseria. Así es, pero todo es susceptible de mejorar, incluso de empeorar para muchos millones de personas.

9. ¿Cuál es el estado de la poesía actual española?

Creo que se mantiene en un buen nivel. Probablemente sea la poesía que escriben las mujeres la que aporta más en estos momentos, aunque se escoren hacia mundos un tanto reiterativos y superfluos por persistentes. La libertad de la que goza la poesía actual es un buen síntoma.

10. ¿Qué tiene entre manos como proyecto literario Francisco Morales Lomas?

Acabo de escribir una novela, Puerta Carmona, que corrijo estos días, ambientada en los últimos años de Felipe II en Sevilla. Y como ensayo preparo un estudio sobre la infamia en Borges.

11. ¿Qué lees en estos días?

Varias cosas, la última novela de Andrés Neuman, "El viajero del siglo", y releo una obra esencial, "La región más transparente" de Carlos Fuentes.

La última lluvia (Reseña)

Un viaje por la geografía de la vida es la apasionada propuesta de Francisco Morales Lomas (Jaén, 1957) en su reciente poemario “La última lluvia” (Ediciones Carena, 2009), un libro lleno de sabiduría lírica y de un profundo dominio del oficio de poeta.
Desde las “Ensenadas” partimos en busca del otro y de nosotros. Parece el arranque del poemario ser el destino, el final, pero solo hemos comenzado y nos encontramos “Náufragos en el misterio”, el poema que más hondo me ha llegado, que tensa la realidad en la que todos nos encontramos, “siempre náufragos”, siempre en busca de una barca en la cual partir hacia la búsqueda del otro.
Pasamos por el “Destino” pero aun no hemos llegado. Apenas se enuncia, se dimensiona. Tal vez sea la memoria el destino último, los recuerdos, la contemplación de ellos, los hospitales, las tristezas y el frío, “que son el andén en el que nos vamos/ alejando un poco más de todo lo querido”. Porque en esa memoria insistente, en esa visión pausada de lo que fuimos, está lo que alimenta la necesaria empatía que nos convierte en mejores, que nos hace tener al otro como hermano y amigo, porque todos hemos estado en ese andén, porque la tristeza y los hospitales y las pérdidas nos son comunes a todos.
De allí caminamos con el poeta hacia la certeza de que los malos tiempos son fugaces, “Tempus horribilis Fugit” lo que no deja de ser una invitación a la vida, a la creencia resuelta que después del otoño y del invierno, con su tristeza de arboles desnudos, viene una primavera que tiene la perfección única en su vuelta cíclica e inexorable, que comunica que la vida y la búsqueda del otro sigue y que no debemos jamás abandonarla. La primavera y su fin, que en lógica debe dar paso al verano, es en este punto sólo figura de la muerte, de la vida que se precipita a un invierno terrible. Aquí la primavera es símbolo, metáfora. “La consistencia de la noche” y su canto de recuerdo da paso a “Razones del mundo” (“siempre insólito”) y nos pone delante del nuevo comienzo “Una mujer y un hombre” vuelven a amarse a pesar de todo “para que las heridas del mundo no los ahoguen”, esperanza. Entonces se suceden dos poemas “Crearnos hasta la vida” que preludia un arranque nuevo, “comenzar desde lo imprevisto”. Luego “Luz” (“alienta en el dulce huerto/la esperanza del vuelo”) que pone en nuestras manos, en este viaje, el arcano, la herramienta, para salir del invierno en el que nos encontramos en esta búsqueda de los otros y de nosotros mismos. Cierra este pasaje el hermoso “Tempus horribilis Fugit”, “Cabe el invierno entero en un soneto” y la esperanza de mejores días brota como “el esplendor del cielo en las alturas”, va a amanecer, viene la luz y las ventanas abiertas.
En medio del camino, del viaje, Francisco Morales Lomas nos abre “El sur” como ciudad de paso y de posibles, de verdes esperanzas y de descarnadas certezas. Aparece el Sur como “…el río en el centro, abriendo el mundo/ con su lluvia de resplandores”. Un Sur evocado con sus sombras y sus luces, con sus olores y caminos de agua, con sus vencedores y con su sol que nos alienta para seguir el tránsito propuesto por el poeta.
Llegamos a “Descubrimientos”, claro, y al propósito del viaje y a su esencia fundamental. Nos preguntamos “¿Qué hay en el fondo de las cosas?” y descubrimos su poder sobre nosotros. Aquí llegamos al alma, tocamos humanidad, la propia y la de los otros. Miramos a Marte y a su conquista (“Y ahora quieran que Marte sea un sueño”) que sirve al poeta para advertirnos que hasta allí solo llevaremos lo peor de nosotros, que será otro escenario pero con el mismo ser humano, con sus terribles consecuencias, el protagonista de otra historia de terror: “más que hombres seremos una nueva raza”, nos dice el poeta y aquí se suscita la comprensión de que hemos de resolvernos entre nosotros aquí y ahora antes de mirar más allá de la luna. La guerra también se hace presente (“Ya llegó el amigo americano”) y descubrimos una voz crítica con una manera de pensar y de hacer que nos llevó a un fracaso de proporciones planetarias.
Llegamos a “Las orillas”, poemas dedicados a todos los que en estos momentos se sienten apátridas y perseguidos. Son poemas desde los que se otea un horizonte de esperanzas. “el negro ocupaba su pasado, /ya definitivamente muerto”. (“Apareció la barca como un nadador curtido”), “Amar la vida intensamente/ debe ser todo un oficio de hombres” (“Amar la vida intensamente”). Pero ese horizonte guarda dos grises necesarios con todo es tan simple y sé poco sobre dioses que reflejan como este poemario no ofrece una vida flotante en colores malva y sueños cumplidos, no: llegados a este punto el poeta nos hace ver los gozos y las sombras de una vida auténticamente humana, en la que “cae la sombra cada mañana” o la que confiesa “una fe ciega en el hombre/ y muy poca en sus obras”. La intensidad vital y sus esperanzas no cancelan las tragedias pero nos ayudan a enfrentarlas de un modo que llamaremos más luminoso.
“El regreso” es el último tramo del viaje. Siete poemas, el número bíblico de la perfección, (“Compases”, “Tarde”, “Canción del mundo”, “Sueño”, “Eternidad”, “Cadenas” e “Ídolos”) que evocan nostalgia, que fijan los deseos que el viaje nos ha suscitado. Les invito a descubrirlos, a que paladeen el final del poemario sin que aquí les revelemos ni un verso. Son una brillante reflexión final, la última lluvia que nos trae la tarde cuando ya vamos llegando a casa y allí nos encontramos con “Ídolos” el poema que cierra el libro que nos lleva a los pies de los otros y de nosotros mismos fin último de este viaje.
Poemas transparentes, certeros en su cadencia y en sus imágenes, profundos en su contenido vital. Francisco Morales Lomas consigue que le acompañemos por el viaje que emprende al centro del ser humano, al lado más sensible y desgarrador de la vida de los hombres. Un poemario que a los que no conocían la obra del autor les hará buscar más de ella y que a todos nos empujará a crecer y a crecernos ante la vida, a mirar de frente su lado más oscuro y a disfrutar, junto a los demás, de las tardes de primavera que la vida nos ofrece. Una última lluvia esta de versos la cual hay que salir a disfrutar sin paraguas.

09 septiembre, 2009

Entre luz y oscuridad (Reseña)

Las cosas pequeñas, esas que casi despreciamos con nuestra indiferencia, esas que tejen la realidad, son las que inspiran la poesía de Harry Martinson (Suecia, 1904-1974) Premio Nobel de Literatura en 1974 y que en su poema “Elegí cantar a las cosas pequeñas” (publicado póstumamente) nos ofrece una especie de poética que resume su motivación artística.
Me sorprende esta sencillez poética. No son los sentimientos el único motivo para escribir. Martinson demuestra que son las pequeñas cosas de la vida (un río, una gota, una mariposa) las que generan las emociones que nos llevan hasta la poesía. Su posición artística parte del hecho de que las grandes emociones poéticas nacen de la sencillez que nos rodea, que se sostienen en ellas.
Hijo de una familia destrozada, el joven Martinson termina siendo marinero, viaja, respira mundo, se llena las pupilas y la mente del universo. Nómada por años, termina volviendo a tierra donde no sólo escribe sino que también pinta. Al principio se mantiene vendiendo sus poemas a revistas y viviendo en una tienda de campaña a las afueras de Estocolmo.
Esta edición que Nórdica Libros pone en manos del lector español es una amplia selección de la obra de Martinson que viene acompañada con un excelente prólogo que nos introduce en los aspectos más destacados de la vida del poeta sueco y en su obra. El trabajo editorial de Francisco J. Uriz, que es además el traductor, es toda una lección de buen hacer. Los lectores españoles estamos de enhorabuena por este acierto editorial que nos pone en las manos una obra poética que no debemos dejar de considerar.
Este no es un libro para leerse de una sentada: necesita su proceso, su digestión. Necesita de parte del que lo lee la paciencia del que mira por un microscopio o por un telescopio. La vida nos asalta en los pliegues de cada verso, si doblamos la esquina de un poema nos sorprende una nueva emoción contenida en una hoja de otoño o en una montaña. Este libro contiene la emoción de las cosas pequeñas.
Martinson consigue dar vida a las emociones dormidas en el corazón del hombre moderno sólo con señalarle con palabras las cosas que le rodean logrando así despertar su lado reflexivo. La obra de Martinson leída hoy después de tantos años conserva la frescura y la vigencia de la poesía más beligerante: una poesía que consigue que nos revelemos una vez más contra la incapacidad de emocionarnos.
Poemas como los de “Nómada” o los de "Poemas sobre luz y oscuridad" (1971), nos reconcilian con el arte poético, nos enseña a leer la sensibilidad en el paisaje que nos rodea, vuelve a dotar a la lucha por la libertad de un lenguaje excelso y motivador. Lean especialmente “Alguien dijo: el tiempo te llama”: “he vivido lo suficiente como para saber/ que siempre hay alguna forma de ultraje”. Soberbio verso, retrato de nosotros aquí y ahora.
Técnicamente es un libro limpio. Como se puede leer en la introducción, algunos de los poemarios de Martinson son sencillos, transparentes, economizan palabras y señalan su fin. No se regodean en las metáforas, van a la imagen, tocan la realidad para devolverla en forma de emoción al alma de los hombres. Martinson es un maestro de lo cotidiano.
Estamos ante un acontecimiento editorial en lo que a poesía se refiere: esta antología nos ofrece la oportunidad de exponernos a una obra que mereció el Nobel y que como la propia academia sueca dijo en su día de ella: “refleja la totalidad del Universo en una gota de rocío”. Léanlo: la academia no exagera esta vez.

08 septiembre, 2009

Niñas y letras

Por fin nació Aitana. La esperamos durante nueve largos meses mi mujer, Marga Collazo, Lucía nuestra hija mayor y yo. “Cuando va a nacer la hermanita” nos preguntaba Lucía casi a diario y el feliz acontecimiento se dio el pasado 29 de agosto.
Aitana venía cara arriba, eso complicó el parto, pero daba la sensación de que quería mirar la vida a la cara y al momento de salir al mundo lloró lo justo para que el aire de la vida pusiera en marcha sus pequeños pulmones.
Lucía es feliz. Tiene por fin a su hermana en casa y se afana por tenerla en brazos, por besarla y por decirle que no llore que hay que reír aunque lo que quiere Aitana es comer a cada rato. Yo las miro y me asombro. Tanta perfección, tanta ternura. Las palabras parecen querer brotar para llenar páginas en blanco con cariño.
Ahora que Aitana ha llegado tengo representadas las letras, por lo menos su tamaño. “L” mayúscula de Lucía y “a” minúscula de Aitana. La pequeña y la mayor. Una tontería de padre que me permitiréis. Las letras quedan consignadas a las miradas, a los gestos a las voces tiernas de mis chicas por la casa. Verlas juntas es como mezclar versos para que los poemas sean y para que las cosas, las circunstancias, ya no sean las mismas.