25 julio, 2009

Todo por una chica (Reseña)

Ser joven no es fácil y Sam lo tiene peor: es el hijo de dieciséis años de una madre de treintaidós divorciada y en busca del amor. Y la vida parece que se niega a darles un respiro. A Sam le gusta el skate, tiene un buen amigo Tony Hawk (un póster) y está loco por Alicia. “Todo por una chica” (Anagrama, 2009) la nueva novela del bueno de Nick Hornby (Maidenhead, 1957) es una suerte de memorias de adolescencia y novela de iniciación. En esta obra Hornby se sumerge en el mundo de los adolescentes y su relación con la vida a través de sus decisiones y deseos.
Por esta novela desfilan sobre todo sentimientos, situaciones, ironías que van fraguando diálogo a diálogo la peripecia vital de unos jóvenes que podrían ser los nuestros. La novela no renuncia a ningún tópico, riza la maraña de la realidad y hace un nudo fuerte para que nadie se olvide de que hacemos cosas que pueden cambiar nuestras vidas aunque seamos muy jóvenes.
Sam comenta su vida diaria, la consulta, con el poster de Tony Hawk al cual idolatra y del cual ha leído su libro Hawk: Occupation: Skateboarder, que para nuestro protagonista es su biblia. Cuando Sam habla con él, las respuestas sinceras y profundas pero sobre todo ajustadas a sus necesidades, salen del citado libro. Para el joven Sam, carente de referentes masculinos en su vida, adopta la figura de la estrella del skate como su ejemplo a seguir.
No vamos a desvelar el misterio de la novela, dejemos que la lectura de cada uno le lleve hasta las reflexiones necesarias que Hornby plante sin moralismos de politiqueos baratos. Se limita a dar vida a unos personajes que nos acompañan a lo largo de una novela que arranca de carcajadas y arranques de ternura por unos chicos a los que el mundo se les viene encima y que lo afrontan con la inocencia de su edad.
Ya se sabe que la temática de Hornby es básicamente la perpetua adolescencia de los hombres y como las mujeres la asumen con lo que tiene todo ello de tronchante y triste. Su técnica de personajes sólidos, casi de cine, hacen que sus novelas sean una delicia verlas llevadas a la gran pantalla. No se extrañen ustedes de que dentro de poco la veamos en el cine. Pero esta novela es especialmente dirigida a los adolescentes en particular. Es una novela que como ya hemos dicho no pretende moralinas, se sirve de los hechos para construir una historia que es la de muchos jóvenes hoy.
Nick Hornby lo ha vuelto a hacer. Ha escrito una novela sólida, irónica y divertida, muy urbana, en la que los lugares nos suenan y los diálogos entre los adolescentes suenan frescos y nada impostados: una novela de adolescentes que todos debemos leer.

22 julio, 2009

Por los senderos con... Gema Fernández Esteban

1. Como llegó el primer cuento.

Del desamor.

2. Cuanto de catártico y balsámico hay este libro de cuentos.

Mucho, más de lo que quisiera. Tras escribirlos me queda la sensación de que han sido ellos, los cuentos, los que me han escrito a mí y han ido por donde han querido. Me gustaría tener más control, más dominio sobre lo que escribo. Estoy en ello.

3. Técnica sencilla y certera ¿bajo qué influencia literaria te reconoces a pesar de tener tu propia voz?

Salinger, Bernhard, Monzó, Carmen Laforet.

4. La disposición de los cuentos es del final al principio ¿eres una escritora optimista?

Depende del momento vital, aunque supongo tiendo al pesimismo. Repito mucho sin darme cuenta “qué desastre”. Tengo una visión existencial bastante negra de las cosas y supongo se trasluce en lo que escribo. Los principios que he situado al final del libro, si te fijas, no son muy optimistas que digamos. Intento utilizar el sentido del humor en el contar para suavizar ese pesimismo.

5. Muchos de los cuentos son de “amor brutal” y desquiciado ¿crees que el amor es una locura?

Sí. Un tipo de amor desde luego que sí. Algo químico, sin razón. Como una droga. Te puede tocar vivirlo o no, supongo que si no lo vives puede resultar difícil de creer. Y de cara a narrar, donde esté un amor de esos de novelón ruso…

6. Debajo de “Pirámides” se esconden profundos sentimientos. ¿Cuál es la historia detrás del cuento?

La muerte. La muerte antes de la muerte. Lo ortopédicos que solemos ser los humanos al enfrentarnos a la muerte. Ese dar importancia a cosas que no importan desatendiendo las que importan.

7. Hombres y mujeres recorren tus relatos ¿se entenderán algún día?

Como en el Túnel de Ernesto Sábato, entenderse del todo diría que nunca, pero a veces se abren ventanas.

8. Que lee en estos momentos Gema Fernández Esteban.

En casa leo “El asesino ciego” de Margaret Atwood, pero como es de tamaño Canadá, en el bolso llevo “Trenes rigurosamente vigilados” de Bohumil Hrabal.

9. “Escaleras” es el cuento que más me ha divertido de todos ¿de dónde vino?

Surgió porque verdaderamente bajo las escaleras del metro muy deprisa. No sé dónde leí que a todos se nos da bien hacer algo, que era cuestión de descubrirlo y yo descubrí que era buena en semejante idiotez. Pensé que era algo triste y surgió el cuento.

10. ¿Con qué proyecto literario andas despeinada por estas fechas?

En un cuento infantil que va a ilustrar una amiga arquitecto, “La niña pez que quería ser mono”, y en escribir cuentos “más peinados”, más técnicos, que tengan menos de catarsis y más de literatura.

11. ¿Recomiéndanos un libro?

Mejor tres y de mujeres, por compensar.
Para sorprendernos y divertirnos, “Ni de Eva ni de Adán” de Amelie Nothomb. Para quitarnos el sombrero “Cuentos completos” de Katherine Mansfield.
Y para emocionarnos y abandonar estereotipos “Persepolis” de Satrapi.

12. Tus cuentos tienen un ritmo específico, consigues con el libro varios cambios de velocidad. ¿Qué le debe a la publicidad tu literatura?

Supongo que algo por mi formación y 15 años trabajando en ello. Pero tampoco demasiado porque trabajo en publicidad pero en la parte más “gris”, no en creatividad. Trabajo en investigación de mercados, análisis de consumidor, de audiencias, de medios.
Creo que me influyen otras mil cosas más (dejando de lado los libros): la pasión por el cine, los comics de mi hermano con los que crecí, la luz de Madrid, los desamores del de al lado, los propios, las salas de quimioterapia, Los Soprano, la bosanova, los tangos, los madrugones, el metro, Billy Wylder…

Despeinadas (Reseña)

Anhelos, deseos incumplidos, frustraciones, muertes inminentes, despedidas necesarias mujeres despeinadas. Todo esto y mucho más se encuentra desgranado y convertido en cuentos en “Despeinadas” (Gens Ediciones, 2009) de la escritora madrileña Gema Fernández Esteban (Madrid, 1968) y aunque suene esto a anuncio de crece pelos como los de antes no duden: es la suya una voz fresca y certera en el panorama literario actual que no debemos perdernos.
Sus cuentos se cuecen en los fogones de lo cotidiano y su técnica se ha fraguado en los talleres del trabajo concienzudo del oficio de escritor. Gema Fernández Esteban va tensando la trama de sus personajes hasta hacernos contener el aliento porque lo que pensábamos que sería no es, dándonos una lección vital de que las cosas no suelen acabar siempre como creemos.
Amores brutales, descubrimientos de la realidad, obsesiones, pueblan este libro. Uno de mis cuentos favoritos es “Escaleras” que narra la historia de un hombre que es el mejor y más rápido bajando las escaleras del Metro y desea comprobarlo con un contrincante de verdad. El registro técnico es impecable y la resolución de la historia tienen que leerla en “Despeinadas”.
En “Pirámides” la historia es muy distinta: un hombre se está muriendo y su mujer narra esos días últimos y su afición a la egiptología. Cuento denso y de sentimientos profundos, “Pirámides” ofrece al lector una experiencia del deterioro paulatino de una vida que se extingue y la entereza con que una mujer recuerda aquello y cumple el deseo del marido que se marcha. Un cuento sobre las cosas importantes que poco a poco se van dejando de lado.
“Muerte de un caballo” es un “cuento de iniciación” que muestra cómo no es la vida la que se escapa sino la inocencia, cómo lo que de pequeño soñamos va cambiando y el tedio y la vida hacen que vayamos cediendo a la realidad, que soñar no está permitido, que “tenemos” que ser como los demás.
Los personajes de estos cuentos podemos ser todos o el vecino de arriba o nuestro padre. Son personajes bien construidos, llenos de vida, creíbles y la atmósfera de todos ellos (lean “Estocolmo”, magnífico) tienen peso y fuerza para sustentar la historias. Todos ellos están muy bien construidos. Se nota que nuestra autora los ha sabido tomar las herramientas de las que dispone para ponerlas al servicio de su escritura que tanto tiene de original y de propia.
El libro está bien compensado, va del final al principio, principios que recogen los cuentos que son menos optimistas, cuentos resueltos con cierto humor e ironías que la vida nos pone en el camino para que salgamos al paso de las circunstancias más grises. Ese equilibrio del libro, su dosificación, hacen de él una experiencia total tanto de forma como de contenido.
Cuentos radicalmente honestos, que no conceden lágrimas ni quejas a la vida, son cuentos con un nivel de verdad que asombran y extrañan. Una voz fresca y original la de esta madrileña que tiene que seguir escribiendo, que tiene que seguir empujándonos con su escritura precisa al extrañamiento de la vida cotidiana.

Consejos para cuentistas


Me decía Bolaño los otros días que tenía unos consejos para darme sobre el arte de contar cuentos. Me dijo que le siguiera y echó a andar. Me advirtió además que eran consejos tan arbitrarios como los de todos los demás.
Ponlos entre paréntesis me dijo y continuó caminando. Primero, me dice serio: no escribas cuentos de uno en uno. ¿No?, puse cara de espanto. No: terminarás escribiendo el mismo cuento hasta el día que te mueras y no queremos eso. Negué con la cabeza dándole la razón y me saltó con dos: mejor escribirlos de tres en tres o de cinco en cinco. No pongas esa cara, paro la marcha y me miró de frente. Si te ves con fuerzas escríbelos de nueve en nueve o de quince en quince. Yo no salía de mi asombro.
Me leyó el pensamiento lógico y par que tuve y me dijo con tono de adivino: tres, cuidado: la tentación de escribirlos de dos en dos es tan peligrosa como la de escribirlos de uno en uno. Me sentí pillado. Además, seguimos caminando, esa costumbre lleva en ella el juego pegajoso de los espejos amantes: una doble imagen que produce melancolía. Seguí a su lado manteniendo el paso en silencio.
Leer, Pedro, leer. Cuatro: a Quiroga y a Felisberto Hernández y a Borges. A Rulfo, claro y a Monterroso. Ahora te digo una cosa: un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Cela ni a Umbral. ¡Qué!, me salió del alma, lo que oyes: a Cortázar sí y a Bioy pero en modo alguno a Cela y a Umbral. Quise meter baza, intentar hablar por Umbral pero me dijo, quinto: por si no he sido claro a Cela y a Umbral ni en pintura. Me resigné, si él lo dice… y recordé lo de los consejos y su arbitrariedad intrínseca.
Íbamos por el seis, seguía a su lado, un cuentista debe ser valiente me dijo, es triste reconocerlo pero es así. Me sorprendió con esto y le di la razón. Arriesgamos poco los cuentistas pensé y me hizo una pregunta rara ¿sabes quién es Petrus Borel? Ni idea le dije y no le extrañó. Siete: muchos cuentistas se jactan de haberle leído y es más algunos incluso pretenden imitarle. La verdad es que no tienen ni idea sobre él, deberían imitarle en el vestir. Le pedí que me repitiera el nombre para anotarlo y buscar algo sobre él. Te digo más, siguió embalado, ocho: que lean a Borel, que se vistan como él pero que lean también a Jules Renard y Marcel Schwob y de él deben pasar y tú también me señaló, a Alfonso Reyes y de ahí a Borges.
Nueve, que ya casi estamos llegando: la verdad de la verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra. Había releído hace poco todos sus cuentos y me sentí satisfecho. Me volvió a leer el pensamiento: diez: piensa en el punto nueve dijo, piensa y reflexiona, de ser posible de rodillas. Casi estamos aquí: once: libros y autores altamente recomendables, apunta: De lo sublime, del Seudo Longino; los sonetos del desdichado y valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters; Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas y Mientras ellas duermen de Javier Marías. Quise opinar sobre lo de Marías pero Roberto apretó el paso, quería llegar.
Por último, doce: lee todos esos libros y lee también a Chéjov y a Carver, uno de ellos es el mejor cuentista que ha dado este siglo. Sobre esto nada que opinar.
Ya habíamos llegado al borde de una mesa con un ordenador con la pantalla en blanco. Mi mesa. Ahora escribe, me dijo, y recuerda lo más importante: el cuentista debe ser valiente. Me senté a la mesa y me puse a escribir. Desde la portada de su libro “Entre paréntesis” Bolaño mira a la cámara y parece que se asoma a lo que hago. Por arbitrarios que los consejos sean allí están para el que los quiera escuchar.

14 julio, 2009

Los demonios de Berlín (Reseña)

Catarsis, exorcismo. Arturo Andrade mira ahora hacia el fin de la Segunda Guerra Mundial para enfrentarse esta vez a sus propios demonios y a la vez nos enfrenta a nosotros con los nuestros. “Los demonios de Berlín” (Alfaguara, 2009), la nueva aventura de un personaje conocido para los lectores de Ignacio del Valle (Oviedo, 1971), es una novela que no va a dejar indiferente a nadie que se asome a sus 427 páginas. Tras años de trabajo y de una detallada documentación Ignacio del Valle construye de manera brillante la ¿última? aventura de Arturo Andrade: resolver la misteriosa muerte de Ewald von Kleist ocurrida durante los últimos estertores de la Segunda Guerra Mundial mientras en un bunker Hitler asiste al hundimiento del Reich.
“Los demonios de Berlín”, thriller, sin que esto la encasille en el género, aborda grandes temas muy cercanos para todos: el amor, la traición, la fidelidad a los ideales, la extrema megalomanía y habla de las almas, del perdón a uno mismo, de la maldad.
El proceso de documentación que permite al autor dar vida a sus historias dentro de la Historia, también le permite, como a los grandes escritores, saltársela, enmendarla, cambiarla si hace falta, al servicio de una trama de secretos, intrigas y derrotas que consiguen seducirnos para que sigamos con atención la peripecia vital del Arturo Andrade y su exorcismo berlinés.
En un momento de esta intriga a Arturo se le pregunta que qué hace todavía en Berlín desarticulada ya la División Azul. No se responde, se ve seducido por la guerra a la que denomina estado de conciencia y que “le mantenía atado a una sensación de misterio, peligro y belleza. Quizás”. En Andrade no hay certezas, si acaso una, que se desprende de nuestro peregrinaje con él a lo largo de la obra: necesita deshacerse de sus demonios, necesita paz.
El amor y la guerra se dan de la mano también en esta novela. Asistimos a una lucha dentro de otra lucha. La relación entre Arturo y Silke, una lucha que terminará en… lean la novela. Les sorprenderá que el autor no hace concesiones con ni con la Historia, ni con el amor.
Novela rápida, con muchas imágenes que nada tiene que ver con los efectos especiales, Ignacio del Valle va pintándonos los momentos, las almas, los pensamientos de tal manera que el lector se verá dentro de la novela participando, opinando y sufriendo con los bombardeos sobre Berlín, con la plomiza presencia de los demonios del protagonista y sobre todo veremos los nuestros porque, si bien es cierto que Arturo sufre durante la Segunda Guerra Mundial, todos estamos bajo los bombardeos de la vida. La guerra actúa como lienzo, como nexo común sobre el cual pintar los conflictos de todos. La guerra como situación límite, como experiencia vital que nos empuja a cuestionarnos la inmediata realidad es un elemento fundamental, es pieza clave en esta novela y en su comprensión. “Los demonios de Berlín” es metáfora del conflicto vital, ilustra la lucha que todos llevamos por dentro que no es procesión, que es conflicto, es deseo de catarsis o de exorcismo directamente.
Ignacio del Valle ha completado una gran novela y cierra con ella una trilogía pero no sabemos qué será de Arturo Andrade. Hay un hecho destacable, de esos que nos gustan tanto, en la página 29 cuando Maciá (descubran quien es) le dice a Arturo lo siguiente: “de hecho, usted no existe”. Arturo le responde: “soy consciente”. Arturo Andrade existe, Ignacio del Valle ha escrito su vida y esperamos que este héroe vital, este hombre en camino de resolver su conflicto, dé señales de vida en el futuro.
Esta es también una novela visual, cinematográfica. El autor consigue que los personajes vivan, actúen, padezcan. Crea un escenario, una atmósfera sólida y respirable que tensa bien con el amplio conocimiento de la época. Los personajes son perfectamente creíbles, para nada impostados, ni de cartón piedra: nos arrastran hacia ellos por pura verosimilitud.
“Lo verdaderamente importante significa proporción no tamaño”, recuerda Arturo Andrade en un momento de la novela. Ignacio del Valle no cae en este error. La novela tiene las proporciones necesarias para que no terminemos exhaustos por el viaje, nos dosifica y va haciendo crecer la trama para que al final terminemos con el intelecto satisfecho y el alma, porque no decirlo, un tanto más ligera, aliviada como la de Arturo.
El final cierra un círculo. Suena Bach y todo termina dejando en el corazón del que lee un pequeño atisbo de abandono, de cierta tristeza por llegar al final de una buena historia. Arturo Andrade sigue entre las páginas de “Los demonios de Berlín” y hay que decir, para ser justos, que envidiamos a los que van a leerla por primera vez, como los que van a hacer lo propio con Bach.

11 julio, 2009

Texto invitado: Inspiración, transpiración. Por Juan Gabriel Vásquez

HACE UNOS AÑOS, CUANDO SE abrió en la Universidad Nacional el máster de Escritura Creativa, un coro indignado de voces se oyó por todas partes: que cómo se les ocurre, que los grandes escritores nunca se han graduado de ningún sitio, que escribir no es algo que se pueda enseñar.
La pelea, que en el fondo es tan vieja como la literatura misma, se puso de moda hace varias décadas, cuando en Estados Unidos empezaron a nacer por todas partes los talleres literarios y luego las carreras de Escritura Creativa. Que la cosa haya tardado en llegar a Colombia se debe, en parte, a la naturaleza de nuestro país de poetas, donde la palabra tiene un carácter casi sagrado; pero se debe también a que este debate, más que enfrentar dos ideas de la literatura, enfrenta dos culturas: la anglosajona y la latina.
Cualquiera que conozca los dos ambientes sabe a qué me refiero. En el mundo latino, con distintas proporciones en cada país, sobrevive el culto de la inspiración, la idea de que el escritor nace y no se hace, la imagen de Rubén Darío visitado por las musas. En el mundo anglosajón, en cambio, la idea que se tiene de la literatura es más práctica, menos solemne y más terrenal, una idea donde el talento depende más del trabajo y de la técnica que de la inspiración divina. A los escritores anglosajones siempre les ha gustado apropiarse de la fórmula de Edison: el genio es uno por ciento inspiración y noventa y nueve por ciento transpiración. Faulkner, más irónico, decía: “Sólo escribo cuando estoy inspirado. Afortunadamente, estoy inspirado cada día a las nueve de la mañana”.
A mí siempre me ha parecido curioso que este debate sólo se dé en la literatura. A ninguna persona con dos dedos de frente se le ocurriría cuestionar la existencia de conservatorios, por ejemplo, o de academias de Bellas Artes; a nadie se le ocurriría cuestionar que se enseñe armonía y contrapunto a los que quieren ser músicos, o perspectiva y color a los que quieren ser artistas plásticos. Pero pretender que se puede enseñar a escribir ficción… ah, eso sí que no. ¿Por qué será? Tal vez porque, al contrario de lo que sucede en la música y la plástica, la materia prima de la literatura es algo que compartimos todos: el idioma. Y en nuestro medio, los que hacen arte con el idioma han sentido la imperiosa necesidad de decirles a los demás que no se confundan, que todos podemos leer y escribir pero que no todos somos artistas, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
Por supuesto que ni un máster ni un taller le garantiza a nadie escribir En busca del tiempo perdido. Pero es que ir al conservatorio tampoco convierte a nadie en Yehudi Menuhin: lo que sí hace, y es inútil negarlo, es mostrarle un par de herramientas técnicas sin las cuales ni siquiera Menuhin hubiera sido Menuhin. De todas formas, lo importante es otra cosa. Tampoco yo creo que se pueda enseñar a escribir, pero sí creo que estos lugares dan al aprendiz algo muy valioso: tiempo. Tiempo para discutir con gente seria y dedicada a los entresijos de un oficio que es por naturaleza solitario. Es cierto que por cada mil alumnos hay un Ishiguro, un Carver; pero uno oye a Carver o a Ishiguro hablar de sus escuelas y entiende que algo pasa en esos sitios. Yo no sé muy bien qué es, pero no me opongo a que otros traten de averiguarlo.

10 julio, 2009

Arranca la Semana Negra de Gijón


Y yo que pensaba que se me había pasado. La semana pasada pasé por la playa del Arbeyal y me parecía que estaban recogiendo pero no, la estaban instalando.
La Semana Negra de Gijón arranca esta maña de viernes con una interesante oferta para los amantes del género. Durante los próximos 10 días y hasta el 19 de julio tendremos música, autores, libros y sobre todo mucha literatura. Una nómina destacada de escritores hará las delicias del respetable para acercarnos una vez más al género que creo está llamado a marcar los próximos años.
En estos tiempos decadentes, la novela negra será como siempre la que mejor hará un retrato de nuestra generación y de la situación de crisis en la que vivimos. Es en la figura del detective, del que resuelve los casos o los enigmas los que dejaran testimonio de lo que hicimos y de lo que haremos.
Si Poe tuvo a Dupin el resto de la humanidad literaria ha tenido a Marlow, Holmes, Maigret y el amplísimo marco de investigadores que más que eso son cuestionadores de la realidad cumpliendo así su función de reflejo de la sociedad en la que vivimos.
Pero basta de remilgos teóricos. La cosa es que la gran fiesta del género estará instalada en la playa del Arbeyal en Gijón y en la glorieta que está allí muy cerca de la gasolinera se han instalado unas letras gigantes (a los Hollywood) "Semana Negra". Ya está el recinto que arde de puestos libros y música porque habrá música.
El programa lo tenéis pinchando aquí. Que lo disfrutéis y por favor, no matéis a nadie que después me tocará investigar y ...

Cuentos de amigas (Reseña)

La amistad siempre ha sido materia de grandes obras literarias. Es una experiencia que enriquece a los implicados y lo más maravilloso es que se da en exclusiva entre dos personas. Igual pasa con los libros que apreciamos: un libro no es el mismo en manos de lectores distintos, como una persona no es amiga de las demás de la misma manera. Si lo dicho lo miramos desde la perspectiva femenina la cosa es distinta y enriquecedora. Y aquí matizamos: las perspectivas masculinas y femeninas son distintas y complementarias, enriquecedoras a su manera cada una y sobre todo necesarias ambas para comprender correctamente el mundo en el que vivimos. Distintas, no contrarias.
“Cuentos de amigas” (Anagrama, 2009) pone al alcance del lector una amplia gama de escritoras que tienen en su cuentos como tema central la amistad. La antóloga ya nos deleitó antes con “Madres e hijas” (Anagrama, 1996) y allí sólo participaban mujeres. En el prólogo Laura Freixas (Barcelona, 1958), explica el porqué los hombres se quedan fuera en esta antología exponiendo con rotundidad un argumento que puede estar más o menos cerca de nuestra perspectiva, pero lo hace de manera sólida y rotunda.
El libro está muy bien trabado, cuenta con escritoras de distintas épocas, estilos, edades y procedencias. Todas ellas nos traen su construcción de la amistad. Son textos a corazón abierto en cualquiera de los sentidos a los que podemos llegar a la amistad por el camino de las rupturas, encuentros, pérdidas o traiciones. Cuentos de distintas sensibilidades y realidades, las mujeres que participan en esta antología están realizando una carrera extraordinariamente coherete y en plena expansión (Flavia Company, Luisa Castro o Espido Freire) y otras que traen de lejos sus cuentos como Cristina Peri Rossi que no necesita presentación.
Tres historias merecen una especial mención: “Los mayorales exhaustos” de Paloma Díaz-Más, un hermoso relato de iniciación con una construcción afectiva absorbente. Tampoco deben perderse “Correspondencia” de Luisa Castro, una autora que hay que leer siempre y con atención sobre todo a como monta las atmósferas de sus cuentos como en este que recomendamos. El otro es Lúnula y Violeta de cristina Fernández cubas que sea posiblemente uno de los mejores cuentistas españoles. Su relato que pendula entre dos mujeres, en un ámbito rural y aquí ya no podemos decirles más.
Un libro de relatos es, no lo olvidemos, una construcción en sí misma. El antólogo no solo escoge un tema y llama a los cuentistas. Piensa, trama y ejecuta un libro colocando un cierto orden y marcando una cadencia. Para ellos y ellas este libro “cuentos de amigas” va a suscitar reflexión por el prólogo y una profunda satisfacción porque el cuento está más vivo que nunca y sus escritores (mujeres y hombres) lo están cultivando con sobrada maestría aquí y allá y esta antología es una muestra de ello y merece, ya lo verán, un volumen dos. No dejen de hacer amistad con este libro, no les defraudará.

09 julio, 2009

Proyecto de difusión Cultural para la República de Panamá. Parte 2


Difusión Nacional.

Ha de hacerse en dos frentes:

1. Las aulas: a todos los niveles: primaria, secundaria y la Universidad. La difusión ha de contar no sólo con los trabajos de los artistas sino también con su presencia entre los estudiantes. Que nuestros artistas vayan a las aulas dan una dimensión de realidad a la Cultura a la vez que actúa como un espejo donde las futuras generaciones se miren. Nuestros artistas pueden generar otras vocaciones artísticas. Además del hecho obvio de que desde pequeños, si les motivamos a la apreciación de la Cultura, tendremos a estos futuros ciudadanos consumiéndola y generándola. Estas acciones han de ser coordinadas a nivel nacional por el Ministerio de Educación y el futuro Ministerio de Cultura.
Cosas como estas se van dando en algunas aulas pero no cuentan con el respaldo del Estado que ha de ser consciente de que en materia cultural ha de estar presente. La motivación es esencial para el desarrollo del hábito de apreciar la Cultura. De allí que si conseguimos que el Estado anime y respalde con todos sus recursos a la Cultura conseguiremos llevarla muy cerca del corazón de los jóvenes panameños.
Una revisión a fondo de los planes de estudios y una correcta cooperación entre ministerios puede sacar adelante este proyecto. Escuelas y universidades están haciendo grandes cosas pero necesitamos la implicación del Estado en esta materia, necesitamos que el Gobierno crea que esto es bueno para todos. No podemos dejar que la imagen que se proyecte de nuestro país sea la de un lugar donde sólo se puede hacer negocios o venir de vacaciones.

2. Los medios. El Estado ha de arrancar un verdadero compromiso para la difusión de la Cultura en los medios audiovisuales. No se trata de un espacio exclusivo, una televisora dedicada sólo a la difusión cultural, sino que todos los medios han de convertirse en agentes difusores de lo nuestro. No es posible que un país como Panamá, que tiene una amplísima lista de escritores por ejemplo, no cuente con un programa de televisión dedicado exclusivamente a los libros. Es necesario.
No se trata tampoco, por otro lado, de que la Cultura panameña sea única y exclusivamente las manifestaciones folklóricas (danza, saloma, etc.), de las que programas televisivos ya dan buena cuenta al estar asociadas al ocio y a la fiesta. Hablamos de cocina, de pintura, teatro y el amplio etcétera que ya conocemos. Los medios, sobre todo la televisión, juegan aquí un papel muy importante en la difusión cultural. Tenemos que reconocer que lo que más sale por la televisión es lo que de verdad terminará por interesar a los ciudadanos. Esta estrategia publicitaria ha de ser tomada por el Estado para hacer ver que Panamá es mucho más que “el típico” a los propios panameños. Este es un esfuerzo que de no contar con la ayuda del Estado se hace muy difícil por lo costoso de los espacios televisivos.
Pasa igual con la prensa escrita. Tenemos muy buenos suplementos culturales pero necesitamos más difusión. Una revista como “Maga” debería tener una sucursal virtual atractiva y ser difundida masivamente por la Red. Debería ser distribuida en nuestras Embajadas por todo el mundo. Al igual la revista “Lotería” y otras que están haciendo un trabajo de difusión cultural muy bueno. El Ministerio de Cultura debería gestionar estos proyectos.

Difusión Internacional.

Panamá necesita optimizar sus recursos. Las Embajadas y representaciones diplomáticas panameñas en muchos países del mundo tienen un trabajo muy limitado y concreto. Estamos seguros de que tienen mucho más tiempo libre del que se esperaban tener. Es más, muchas de esas Embajadas cuentan con un Agregado Cultural. Estos deben ser los agentes promotores de la cultura panameña en el exterior trazando un plan de “asalto” a la sociedad en la cual están destinados. Si en cada Embajada panameña que cuenta con un Agregado Cultural este se moviera y organizara tres eventos culturales de gran difusión mediática, Panamá dejaría de ser una desconocida. Porque, no nos engañemos, Panamá no es un destino prioritario turístico en Europa por ejemplo. Eso puede cambiar si comenzamos a hacernos presentes allí donde estemos.
Tenemos que trabajar y multiplicar los recursos que tenemos. Un Agregado Cultural no se puede pasar cinco años de legislatura organizando clases de baile típico los sábados. Eso no es hacer patria. Necesitamos en esos puestos gente con un dinamismo y sensibilidad que les lleve a tomar esos años de trabajo como un reto. La recompensa será ver nuestra Cultura siendo considerada, habremos conseguido comunicar nuestro mensaje.
Panamá debería por medio de sus Embajadas promocionar a sus escritores. En muchos países de habla no española el Instituto Cervantes está haciendo una gran labor de acercamiento de nuestra lengua a esos países ¿por qué no trabajar con ellos? Daríamos más difusión a los nuestro. Igual pasa con pintores y escultores o diseñadores de moda, chefs o músicos: si el Estado no mueve estas cosas en los países de destino será muy difícil que se difunda lo que hacemos en Panamá. Esto no quiere decir que dejaremos de producir Cultura, lo haremos pero tendremos que reconocer entonces que el Estado panameño habrá fracasado en construir un país más sólido y desarrollado si deja de lado su política Cultural.
Está también la creación, por ejemplo, de los premios Ricardo Miró que se podrían dar todos los años en los países donde tengamos representación en ocasión de la celebración de nuestras fiestas patrias. Este galardón, que se podría completar con una visita a Panamá para los premiados, serviría para estrechar lazos con los países donde estamos representados y como difusión de lo que estamos haciendo en materia de Cultura.
Insistimos: hay que trabajar para eso. Sólo deberían ser agregados culturales hombres y mujeres con una dilatada carrera artística en cualquier orden y no los amigos de los cercanos al poder y sus aledaños. Debemos dejar la costumbre de nombrar a dedo estos puestos y ponernos a trabajar en serio, con gente que de verdad quiera hacer más grande a Panamá. Los agregados culturales contarán seguro con la inestimable ayuda de los panameños que ya vivan en aquellos países y que también quieren poner de su parte para que las cosas vayan bien.
Dicho esto último volvemos al fin y al fondo de esta discusión: necesitamos una verdadera política cultura. Si el Señor Presidente pretende vender turismo y un poquito de Cultura terminará por convertir al país en una especie de Disneylandia tropical y Panamá no es eso. Pero hace falta coraje por que las buenas ideas las vienen planteando distintos organismos culturales que son más eficaces y llegan más lejos que un Instituto Nacional de Cultura, demostrando que la institución es ya obsoleta. Lo que necesitamos ya es un Ministerio de Cultura dotado de un presupuesto alto y de unos gestores que estén dispuestos a llevar la Cultura panameña hasta donde se pueda. Hecho esto, el interés por conocer la tierra de los artistas, de los ciudadanos de un país donde tal o cual escritor o pintor nació, es cosa de tiempo. Porque el interés por Panamá ha de ser uno que trascienda la típica postal con guacamayo y playas al fondo, debe llegar al texto poético, a la escultura que desafía siglos, al ritmo de canciones y cantantes que dan su mensaje al mundo que los rodea.
Las salvedades son obvias en este tema: estos asuntos no se resolverán de la noche a la mañana pero no debemos rendirnos. Pase lo que pase seguiremos haciendo Cultura. Los que vivimos fuera de Panamá seguiremos hablando de nuestra tierra y cooperando en lo que sea desde allí donde estemos. Pero no debemos olvidar que de lo que estanos hablando es del desarrollo de nuestro país.

Proyecto de difusión Cultural para la República de Panamá. Parte 1


Hoy se debate en Panamá sobre “CULTURA Y DESARROLLO NACIONAL”. Desde aquí nuestro aporte para la discusión y la acción.



¿Qué es cultura?

Sin entretenernos en disquisiciones tediosas que solo nos llevarían a perder el tiempo en la discusión de ideas, el concepto “Cultura” lo encerraremos en unas muy breves palabras: es la expresión de la idiosincrasia de un pueblo. Es decir, es su manera de dar a conocer cómo ven el mundo desde su perspectiva de la realidad. Esas “expresiones de la idiosincrasia” se concretan en música, danza, literatura, cocina y un amplísimo etcétera que nos hacen visibles como entidad nacional y nos convierte en distintos del otro. Esa otredad no ha de ser vista como una amenaza sino como una necesidad, como un espejo. Necesitamos al otro para que vea lo que hacemos, para que reconozca lo hacemos desde nuestra perspectiva y para que valore lo que hacemos. Esto es comunicarse, interactuar, ser amigos. Tenemos entonces: 1. lo que hacemos, que es visto, 2. lo que hacemos que es reconocido como propio y 3. lo que hacemos que es valorado, estimado y tenido en cuenta.
Pero que al “otro necesario” le llegue aquello que es expresión de nuestra idiosincrasia pasa por la vieja teoría de la comunicación que tiene tres aspectos: mensaje, emisor y receptor. El mensaje es lo que somos y por tanto hacemos, nuestra Cultura, el emisor evidentemente nosotros mismos y el receptor, el otro. La pregunta que hemos de hacernos hoy es ¿cómo emitir el mensaje, es decir, lo que hacemos para que sea visto, valorado y estimado? Receptores siempre hay, no es ese el debate: quién tiene algo que decir lo dirá, alto y claro, con elegancia, de manera clara, pero esto no depende del otro, del receptor, depende del emisor. Hoy Panamá se enfrenta a un gran reto, a saber, la correcta gestión de su mensaje: su Cultura.
En días como estos, de cambios políticos y con tan terribles noticias como la de la supresión del INAC para convertirlo en dependencia del IPAT, se hace más necesario que nos juntemos no solo discutir sino llegar a la acción. Porque de nada vale hacernos la foto o difundir por todos lados lo que pensamos y lo que hemos concluido si de verdad no vamos a pasar a la acción. Dicho esto nos consta que muchos de lo que están aquí reunidos llevan “en acción” mucho tiempo y es justo que aquí se diga. Porque sabemos que pase lo que pase, Panamá seguirá generando Cultura, seguirá expresándose.
Pero esa acción de la que hablamos arranca de dos respuestas que tenemos que dar a dos grandes cuestiones:
1. ¿Existe una cultura panameña que difundir?
2. ¿Es necesaria, si esa cultura panameña existe, una política de Estado sobre este tema?

1. ¿Existe la cultura panameña?

Esta es una pregunta que afortunadamente tiene una respuesta positiva desde hace muchos años. La planteaba en los años cincuenta Isaías García A en su libro “Naturaleza y forma de lo panameño”. Y él no era el único. No es este el lugar para darle respuesta al texto aquel pero hemos de decir que la Cultura panameña, lo panameño, “la panameñidad”, existe.
Panamá es un ente vivo con su perspectiva de las los hechos históricos, con su opinión particular de lo que ocurre, con sus colores y paisajes propios en inherentes a su circunstancias sin olvidar lo que de prestado tenemos de muchas otras culturas, hecho este natural y que se repite en todas las demás nacionalidades. La marca “Panamá”, “panameño”, existe desde hace mucho tiempo y esto se evidencia en nuestra reciente historia republicana. Pero aun antes de ser independientes Panamá ya existía. No hay más que echar mano de la Literatura y de la Historia. Pero como ya hemos dicho, este no es el momento ni la coyuntura para exponer algo que todos los que estamos aquí entendemos y creemos.
Panamá lleva expresándose como sociedad mucho tiempo pero aun así hay quien cree que somos solo una amalgama de sentimientos y pareceres venidos de nuestra posición geográfica, una suerte de cóctel de unos y otros de los que pasan por nuestra tierra. Nosotros sabemos que esto no es así pero ¿y los demás? ¿Saben que existimos y que somos más que un Canal o un país donde estaban los americanos? Cuando uno va y viene y se encuentra con gentes de distintos países, con ideas totalmente desajustadas sobre nuestra realidad nos damos cuenta de que necesitamos difundir con claridad nuestra Cultura, nuestra manera de ver el mundo que nos rodea.
La proyección cultural panameña es nula. No vale decir nombres sueltos de deportistas o artistas. Hablamos de una presencia sólida de nuestra Cultura en otros países. Somos considerados casi invisibles. Cuando vemos desde el exterior la imagen que de Panamá se tiene nos damos cuenta de que en algo fallamos y ese algo no es, ni más ni menos, que el tener a la Cultura fuera de la idea de Estado y del desarrollo de nuestro país. Si miramos por ejemplo el stand que Panamá presentó en la Exposición Universal del año pasado en Zaragoza, España, es para poner el grito en el cielo. Había unas pocas molas y unos folletos como quien dice, nada del otro mundo, nada atractivo. En las Ferias Internacionales del Turismo que se celebran en Madrid, Panamá es un minúsculo punto al lado de Colombia o Costa Rica, sin atractivo, hundida en su concepción de “pequeñez” y en la desidia de la “autoridades” de Turismo. Esa es la proyección internacional. Pero nos venden dentro de Panamá la idea de que somos corazón del universo o puente del mundo pero nos falta mucho para llegar allí y creemos que la difusión de la Cultura es el mejor camino para ocupar ese lugar.

2. ¿Es necesaria una política gubernamental en materia de Cultura?

Absolutamente sí. Habiendo contestado positivamente a la pregunta anterior se hace necesario un Ministerio de Cultura como expresión gubernamental de su correcta concepción de la situación. Hacer menos sería dejar escapar una oportunidad largamente esperada y no responder a una necesidad evidente. Esta sería la mejor y más deseada constatación de que por fin en la mente del Estado la Cultura juega un papel fundamental.
Las acciones culturales que se vienen realizando en Panamá las están realizando agentes culturales que nada tienen que ver con el Estado. Esto demuestra que la sociedad se está implicando y que el Gobierno no tiene ningún interés por respaldar la Cultura. Cree el Gobierno que Panamá es solo una buena oportunidad para hacer negocios, que está bien, una buena oportunidad de vacaciones, que está bien, pero se olvida de que es necesario comunicar (para que esos negocios se den y ese turismo llegue) que somos un país que pinta, lee, escribe, monta obras de teatro y que ofrece una oferta de Cultura que edifica al que viene a visitarnos.
Debe el Estado cambiar su mentalidad y poner en marcha un Ministerio de Cultura. No podemos seguir dependiendo de un esfuerzo muchas veces atomizado y poco patrocinado económicamente lo que merma los esfuerzos y desanima. Es deber de Estado procurar esos canales de difusión y de creación cultural. Dinamizarlos es forjar una sociedad sólida, libre y desarrollada. ¿De qué manera? Planteando una red de difusión cultural en las dos vía que conocemos. Esto que planteo son ideas que espero que se puedan discutir. Estoy abierto al debate y a la construcción de puentes para resolver este asunto.


Sigue Parte 2.

02 julio, 2009

Si un árbol cae (Reseña)

“La antigua Yugoslavia”. Con esta denominación el resto del mundo nos referimos a una entidad muy compleja que ha dejado en la Europa moderna ecos de muerte solo comparables en la Historia Moderna con la Segunda Guerra Mundial. “La antigua Yugoslavia” encierra como denominación nacional una nostalgia de lo que fue, de la supuesta tranquilidad que se vivía bajo aquella denominación que impuso Tito por la fuerza.
A muchos la terrible guerra de los Balcanes y sus consecuencias no les sorprendió. Muchos de los expertos que opinaban en su momento presagiaban que las cosas terminarían en un terrible desmembramiento de la zona pero, aun así los que nos volvió a sorprender fue la capacidad humana de ir más allá de las diferencias políticas para instalarse en los más bajos fondos de la maldad y el desprecio por la vida.
El libro que el lector tendrá en sus manos, compilado y bien dosificado por Isabel Núñez viene a dar una cara poco explorada de este conflicto: la conversación con muchos de los protagonistas intelectuales del conflicto, los escritores que mucho tuvieron que ver con la movilización de las emociones durante los días en que el infierno ardía mientras el resto del mundo miraba a otra parte.
“Si un árbol cae” (Alba, 2009) es un libro que suscita la reflexión y que apunta directo a la conciencia. La autora conversa con escritores y editores sobre aquellos días del conflicto, cómo lo vivieron, qué pensaron. Con la distancia que ahora dan los años e inmersos en una paz tensa, los intelectuales balcánicos abren su corazón y las conciencias a una testigo de excepción que firma un gran trabajo como compiladora y editora de estas conversaciones.
Los escritores generan emociones, exaltan hechos o los desprecian. Con su oficio son capaces de captar a unos y a otros para su causa. Aunque no es el momento lanzamos una pregunta ¿para qué sirven las artes y en especial la literatura? Este libro, de voces de escritores, da una buena respuesta a la pregunta.
“Escuchar” estas conversaciones no deja indiferente. La autora ha escogido muy bien las frases de otros grandes escritores e intelectuales para introducirnos en las entrevistas. Especial mención merece la conversación con Igor Marojevic y la frase de Thomas Mann que la abre: “El infierno es un lugar donde no hay reglas”. Nos sorprende la cantidad de novelas que se escribieron sobre la guerra en tiempos de guerra, según lo que leemos en esta entrevista y la directa pregunta de Isabel Núñez al escritor nacido en Vrbas: “¿cuál era su situación en el momento del bombardeo de serbia por la OTAN, a qué se dedicaba y cuál fue su implicación?”. Así de rotundas son las preguntas en este libro que no teme indagar y con unos entrevistados que no temen responder con el corazón y la conciencia en la mano.
Recomendamos el paseo que nos ofrece la autora por Pristina, Kosovo en busca de las respuestas de dos escritores. Caminamos por bazares, miramos su arquitectura, nos seguimos preguntando por aquella terrible guerra y seguimos con Isabel Núñez haciendo preguntas y sopesando respuestas. Al final. Al caer la última página tendremos la sensación de haber llegado de un largo y aleccionador viaje.
“Si un árbol cae” (el título se lo debe a una frase del escritor Marko Vesovic: "Una vez le dije a un periodista, andando por un parque, que si un árbol cae, nadie lo ve, no cambia la vida de los árboles. Y eso era exactamente la vida en Sarajevo durante el asedio, eso era el individuo en Sarajevo"), es un libro necesario, un libro para releer y aprender la lección única que la Historia nos ofrece a todos: no repetirla.

Más sobre la soledad



La nueva traducción de "La madriguera", de Franz Kafka, realizada por Ariel Magnus y publicada por La Compañía, revitaliza uno de los últimos relatos del escritor checo.


El siguiente artículo fue publicado por ADN Cultura/ La Nación (Buenos Aires) el pasado sábado 27 de junio de 2009.


Por Ariel Magnus


Un escritor extranjero, sobre todo si escribió en un idioma bastante ajeno para el público argentino, no se mantiene vivo por la reedición de viejas traducciones, sino por la aparición de nuevas, que lo actualizan y reinterpretan. En el caso de "La madriguera", que acaba de publicar La Compañía, la actualización se da ya desde el título, que hasta ahora había sido traducido como "La construcción". Aunque ésta es la acepción más común del título original, Der Bau , la que le sigue, menos alegórica y pretenciosa, parece ser la más conveniente para una historia que tiene por protagonista la morada subterránea de un animal carnívoro.El relato "La madriguera" es el más extenso de Kafka luego de "La metamorfosis". Es también el último de los publicados póstumamente en sus Cuentos completos , y acaso el último que escribió. Fue entre 1923 y 1924. Por ese entonces, ya pensionado a causa de la tuberculosis, Kafka había decidido mudarse a Berlín, una decisión repentina y osada que él comparaba con la campaña de Napoleón a Rusia.Era la primera vez que el ex empleado de una compañía de seguros se instalaba fuera de Praga, lejos de su familia. También era la primera vez, luego de los frustrados romances con Felice y Milena, que compartía su casa con una mujer, Dora Diamant, a quien había conocido hacía unos meses durante unas vacaciones. Vivían en una habitación en Steglitz, un barrio en las afueras, sustrayéndose en la medida de lo posible al tumultuoso Berlín de los años veinte. Kafka no leía el diario, en parte para ahorrarse su importe, y casi no iba al centro de la ciudad, donde sentía que se ahogaba.Aislado de esta forma en su madriguera, el convaleciente pasaba sus horas escribiendo. La enfermedad no cedía, al contrario, pero él no quería renunciar a la independencia conquistada. "Si debo sucumbir a los fantasmas, mejor aquí que allá, pero todavía no llegamos a tanto", le escribe a su amigo Max Brod. Pero la aventura duró poco. En marzo de 1924, cuando su salud ya estaba muy debilitada, Kafka tuvo que rendirse y volver a la casa de sus padres. Poco después fue internado en un sanatorio cerca de Viena, donde murió en junio a los 40 años de edad.Antes de su fallecimiento, Kafka entregó a la imprenta el libro de cuentos "Un artista del hambre , que llegó a corregir, aunque no a ver publicado. El último texto de ese libro es "Josefina la cantora o el pueblo de los ratones", cuyo narrador es un animal y en el que se no contempla la presencia de seres humanos, igual que en "Investigaciones de un perro". También "La madriguera" comparte estas características, pero aquí no sólo se repite esa voz narrativa y la ausencia de personas, sino que ni siquiera aparecen otros animales. Un roedor impreciso, como el bicho en el que se ve transformado Gregorio Samsa (como en aquel caso el escarabajo, la crítica propone para éste el tejón o el topo), vive en completa soledad dentro de su guarida, obsesionado con su seguridad y con el ruido de un enemigo presunto. La transformación que de alguna manera había empezado en "La metamorfosis" (1915) llega en este relato póstumo a su último estadio: la soledad y el ostracismo de un hombre, expresados en su repentina conversión en un bicho, se transforman en la soledad y el ostracismo del bicho mismo. Un bicho, por lo demás, reducido a su esencia, al miedo a dejar de serlo, lo que, paradójicamente, acaba humanizándolo.Como ocurre en casi toda la literatura de Kafka, el cuento no tiene un crescendo notorio. Casi empieza por el final: "He instalado la madriguera y parece estar bien lograda". En vano buscar de ahí en más un desarrollo en el sentido clásico del término. El relato empieza en su pico de tensión y así se mantiene sin sucesos espectaculares, en lo que reside gran parte de su maestría. Con este laberíntico monólogo interior de un animal solitario, Kafka lleva su estrategia narrativa a su máximo grado de expresión. En ese sentido podría decirse que "La madriguera" es el más logrado de los cuentos de Kafka, el más kafkiano.Sin embargo, el hecho de que la anécdota se encuentre reducida a su mínima expresión no significa que el relato carezca de momentos trascendentes. La particularidad es que hay que buscarlos en movimientos más intelectuales que narrativos. Un quiebre dentro del relato, en sí una descripción perfecta de cómo funciona la paranoia, se presenta cuando el dueño de la madriguera sale y se pone a vigilar la entrada, sintiendo que se mira dormir desde afuera: "Se me hace entonces como si estuviera no delante de mi casa, sino de mí mismo mientras duermo, y tuviera la dicha de poder dormir profundamente y al mismo tiempo vigilarme con todo rigor".Que el texto empiece con la historia ya terminada le da a "La madriguera" su verdadero carácter ulterior, casi testamentario. Si bien se trata de un texto igual de maniático que muchos de los anteriores, los laberintos de su protagonista parecen tener una salida. La resignación y la impotencia que acostumbran dominar los textos de Kafka se transforman aquí en una suerte de nostalgia optimista, incluso de cara al fin inminente.Se supone, de todas formas, que en el relato hacía su aparición un segundo animal. Esto ocurría en las últimas páginas, hoy perdidas. Sólo queda de ellas el testimonio de Dora Diamant, tal como lo recogió Max Brod, según el cual no faltaba mucho para que tuviera lugar la "lucha decisiva" en la que "el héroe cae derrotado". Ese enemigo que parece avanzar desde el interior mismo de la madriguera sería, siempre según Diamant y Brod, la tuberculosis que aquejaba a Kafka, quien al parecer se refería a su "torturante tos" como "El Animal".La situación política de aquella época permite otras interpretaciones. Como soñó Ricardo Piglia en Respiración artificial , no es descabellado pensar que Kafka intuyó el horror que se estaba gestando en una prisión de Baviera, con un libro que se sigue traduciendo aún hoy. Y a la vez, en una lectura radicalmente distinta (y qué caracteriza más a un clásico que la multiplicidad de interpretaciones a las que da lugar), este relato tampoco resulta ajeno a la actualidad, pues a fin de cuentas también habla del deseo de vigilancia absoluta de quienes, obsesionados por la seguridad, viven encerrados en su propios miedos paranoicos y ven el mundo como una confabulación de peligros contra ellos, temerosos propietarios de una madriguera.

01 julio, 2009

Ya está aquí Ricardo Martinelli


Ricardo Martinelli ha sido investido presidente de la República de Panamá. Enhorabuena. Como diría Charles de Gaulle “ahora toca gobernar”. El país que recibe, como siempre, es un hervidero de caos, de pobreza y de necesidades básicas no satisfechas por ningún mandatario. Panamá se vuelve a ilusionar frente a un mar de promesas que veremos cuanto tiempo tarda en cumplir. Esperamos que no tarde toda la legislatura.
Uno de los grandes retos será la estúpida posible incorporación del INAC a la ATP (autoridad de turismo) Ver artículo sobre el tema AQUÍ. Los artistas panameños se reunirán el próximo día 9 de julio en la biblioteca nacional para tratar el tema de la cultura en Panamá y de sus conclusiones debe salir, si es inteligente el Presidente de la República, un plan de trabajo para lanzar la cultura panameña.
En la foto que vemos los honorables Diputados se visten de blanco para escenificar la transparencia de la ley o la paz que debe reinar entre partidos que representan a un pueblo libre, soberano, que elige a sus representantes. Esperamos también que dure mucho ese blanco tantas veces mancillado por políticos corruptos.
Panamá y los panameños, allí donde estemos esperamos que las cosas comiencen a ir mejor, que la pobreza sea erradicada, que los ciudadanos tengan un trabajo y prestaciones sociales dignas, que la Cultura no se esconda detrás del Turismo y que Panamá sea más conocido como sociedad y no sólo como un Canal y un montón de opciones de negocio. Panamá es mucho más que todo eso y necesita ser gobernada por alguien con visión de estado y con visión de futuro. El pueblo ha confiado en Ricardo Martinelli y deseamos que no se equivoque. Mañana, pasados los fastos, habrá que ponerse manos a la obra. En la calle se respiran nuevos aires de esperanza que no han de defraudarse. Ya lo cantaba el ya ex flamante Ministro de Turismo, Rubén Blades en su canción “Pablo Pueblo”: “Pablo Pueblo llega hasta el zaguán oscuro y vuelve a ver las paredes/ Con las viejas papeletas /Que prometían futuros en lides politiqueras/ Y en su cara se dibuja la decepción de la espera”.
El deseo de todos es que “Pablo Pueblo” no sufra esa decepción de siempre una vez más. El deseo de todos los panameños es que por fin despeguemos hacia la meta de ser una sociedad civil, madura y a la altura de los nuevos retos de la modernidad. Eso lo conseguiremos todos poniendo de nuestra parte y no perdiéndole ojo a la gestión presidencial. Porque es responsabilidad del pueblo velar la confianza que ha depositado en el que gobierna sino lo hace será manipulado y derrotado. Y eso, no nos volverá a suceder. ¡Felicidades Presidente!