18 enero, 2009

En torno al conflicto árabe-israelí y sus comentaristas

Vengo de pasar una durísima gripe con sus ataques nocturnos de tos, sus flemas y mucosidades incomodantes que me han tenido apartado de mi trabajo de escritor. Las noticias se suceden y la actualidad se le escapa a uno, como en el ya citado verso de Ana María Martínez Sagi, por las esquinas del aire. Pero hay dos temas que no dejaré pasar este año: las demagogias político sociales que sobre la actualidad panameña va vertiendo por medio mundo virtual cierto poli titulado individuo, que para más señas es panameño, y el conflicto árabe-israelí. Si alguna objeción se encuentra en estas líneas estoy dispuesto a ser llamado al orden.
Dije en mis deseos para el nuevo año que “me gustaría que los que mueren en territorio israelí también salieran más en televisión, que hubiera un debate sobre el tema, amplio, serio, sin las demagogias de unos y de otros”. Expresé también que occidente debía dejar de posicionarse en este tema usando la terrible situación de los demás para hacerse atuendos ideológicos de salón (los de derechas pro israelíes y los de izquierda pro palestinos). En fin, dicho y hecho.
La izquierda se pone el pañuelo palestino y apedrea la embajada israelí en Madrid. Un ejemplo de paz. La derecha no se atreve a cuestionar la desproporción y dureza de la intervención israelí en la franja de Gaza, a pesar de que se puede comprender la necesidad de defenderse. Después me llegan mensajes de correo electrónico con unas declaraciones del embajador israelí (me las manda el paladín de la patria panameña, el poli titulado) que parecen ser las únicas crónicas bárbaras de los muertos judíos en este conflicto durante todos los años que llevamos padeciendo tanta maldad humana. Estúpido. (Les recomiendo La inteligencia fracasada de José Antonio Marina con urgencia).
Precisamente él comentaba el asunto con el equilibrio necesario en estas cosas. Dice en El Mundo del día 11 de enero lo siguiente: “¿Cómo debo pensar el conflicto Israel-Palestina? Me escandaliza la simplicidad con que muchos comentaristas políticos españoles se posicionan. Se enfrentan a complejísimos temas, enrarecidos por largas y cruentas historias, con una simplicidad de campeonato de fútbol o de película de buenos o malos. En el caso español esto se agrava por una intromisión de ideologías de partido, hasta el punto de que se llega a decir -acabo de oírlo en una radio- que los de derechas son pro israelíes y los de izquierdas son pro palestinos”. Conectamos del todo. Pero ya veo las reacciones a estas palabras suyas que yo sostengo: este es un facha, un derechón, un tipo sin sangre que no reconoce las cosas. En fin: el equilibrio deseado se va al garete.
He afirmado siempre que este conflicto llega hasta el mismísimo Abraham, padre de ambas razas. No se remediará la situación más que a medias y más aun si nosotros nos vamos posicionando con tanta facilidad en bandos y animándoles a seguir en conflicto. Dice José Antonio Marina siguiendo: “Suelo decir a mis alumnos que para entender un conflicto no podemos encerrarnos en lógicas lineales, donde causas y efectos, quedan nítidamente dibujados, sino en lógicas sistémicas, en las que el efecto puede actuar como causa, donde las interacciones son tan tupidas que hay que pensarlas todas al tiempo. Dos cosas veo con claridad: que la intervención de movimientos terroristas siempre pudre la situación, y que el modo de tratar este asunto va a ser el primer test como gobernante de Barak Obama”. Queda dicho. Mi posición es básicamente la misma. La facilidad para ataviarnos con este conflicto debería avergonzar a más de uno. Los buenos y los malos para las películas, la búsqueda de soluciones a los grandes conflictos para las mentes bien revestidas de criterio. Parece que el patio está vacío de criterio y lleno de opinantes de feria.