24 diciembre, 2008

Deseos de Navidad

Es el momento de expresar deseos. La Navidad para casi todos es eso, un expresar, porque la mayoría de las veces esos deseos no se materializan. Por ejemplo, yo deseo escribir como el recién fallecido Francisco Casavella y ya ven, sigo aquí, dándole al blogueo, a ver si depuro estilo y oficio y salgo de la frustrante falta de talento ¡pobre de mí!
Pero en serio, es el momento de formular deseos. Deseo que pronto mi gente deje padecer populismos castrantes y pseudo democracias. Que el que siempre ha vivido en crisis deje de hacerlo y los que en mi tierra se reparten la plata recuerden de pronto que son mortales, (como Scrooge en el cuento de Dickens) y que muchos a su alrededor mueren ya de miseria.
Que el mundo lea más. La Biblia, el Quijote, Los Miserables, los cuentos de Enrique Jaramillo-Levi, Carlos Wynter y los poemas de Salvador Medina y de Javier Alvarado. Que mi gente se enamore de los viejos textos y que den paso con buen criterio a los nuevos.
Deseo que los niños de mi tierra crezcan sin ver tanta violencia, que sus infancias estén limpias de tristezas innecesarias y llenas de fantasías y cuentos. Que vivan en la armonía de hogares donde no les falte trabajo, casa y cultura. Que cuando crezcan miren hacia atrás sin rencor, sin lástima y sin una perspectiva traumatizada de su tierra.
Que los jóvenes reconozcan el tan ansiado futuro, eso deseo también, y que cuando lo tengan en sus manos no se sientan engañados como tantos antes que ellos. Que sus educadores sean gente que ame lo que hace como me pasó a mí hace tantos años atrás.
Deseo que la Paz por fin se haga una casa en Panamá y no se mueva de allí jamás. Que aquellos que tanto han padecido este año sean sus vecinos y la Paz les ayude a olvidar tanta tragedia y tanta cosa triste.
Deseo que mis hijos que viven lejos de mi tierra crezcan amándola, viéndola crecer y hacerse una sociedad sólida, con criterio, llena de cultura, competitiva y de verdad equilibrada en el reparto de sus riquezas. Que veamos un Panamá que se levanta firme ante las injusticias que se cometen contra ella, que la distancia no arrugue ni el cariño por el terruño, ni la buena disposición a señalar los fallos cuando se produzcan.
Me voy a cenar. La noche buena sabe diferente en Madrid aunque los años no pesan sobre el recuerdo de las navidades de mi infancia, del sabor de los tamales o de la ensalada de papas y el “jamón”, de la brisita en Calidonia cuando bajábamos a felicitar a los vecinos, en aquel Panamá que era tan distinto al de hoy.
Desde Madrid, feliz Navidad y bendiciones.