29 agosto, 2008

Michael Jackson, el rey roto

Cuando me bromean los más jóvenes sobre mi edad suelo decirles que cuando yo era joven Michael Jackson era negro. Se ríen y constatan mis palabras por Internet (cuando yo era joven ni asomo de ello) y se parten de risa. Y no es que yo sea tan viejo (36 otoños) pero comparados con los 50 que el rey del pop cumple hoy pues son pocos.
Michael Jackson fue un niño abusado psicológicamente por un padre rudo que pretendía proyectar en sus hijos todo lo que él nunca pudo hacer ni ser. Si le sumamos a eso una madre permisiva que no buscó el equilibrio entre la rudeza y la ternura, el trauma está servido si lo volcamos sobre un carácter poco firme. A cualquiera le pasa factura eso.
Cuando yo nací (1972) comenzó su carrera en solitario y canciones como Ben (banda sonora de la película del mismo nombre) le dieron el estrellato. Luego más éxitos, desavenencias con la Motown y luego el encuentro con Quincy Jones su productor de siempre. En todos esos años los tira y afloja en su entorno van minándole y comienza su carrera de cambios físicos al tiempo que comienza a palidecer.
En 1982 mientras en España montaban un mundial de fútbol, el mundo temblaría y bailaría a la vez con Trhiller, el álbum más vendido de la historia del pop, trono que ningún cantante puede aspirar a ocupar. Desde la cumbre hasta hoy, todo es historia conocida por todos (y si no, busquen por Internet).
Michael es un rey roto por sus fantasmas, hundido por sus miserias que no supo encajar nunca. La inmadurez sólo es reflejo de su terror a crecer, a afrontar las cosas con la solvencia que deben dar los años. Hoy el rey del pop es una caricatura de sí mismo, un triste fantasma que fue alguna vez Michael Jackson, el fundador de Usa for Africa, el que nos hizo bailar a todos, el que hoy soplará las velas junto a un grupo reducido de amigos que no se terminan de creer que alguien con tanto talento puede terminar así.

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